viernes, septiembre 29, 2006

Nº:38 - El movimiento post-autista

El movimiento Post-autista.

El movimiento Post-autista de economía nació en el año 2000 en La Sorbona, fomentado por estudiantes de las facultades de economía de Francia disconformes con la educación que estaban recibiendo. Este hecho, reflejado en un manifiesto, tuvo alta repercusión debido a la alta promoción que recibió en los medios de comunicación.

En el año 2001, decenas de estudiantes de doctorado de la Universidad de Cambridge apoyaron esta iniciativa y se sumaron a las críticas sobre el método de enseñanza, acompañándoles más tarde cerca de 700 estudiantes de dicha universidad.
El término "autista" es usado de forma informal para describir el método de enseñanza ortodoxo en las facultades de ciencias económicas y empresariales, al que se le reprochan cuatro aspectos fundamentales, reflejados en el manifiesto original.
En este movimiento se engloba todo el pensamiento crítico en el campo de las ciencias económicas, desde una visión social-demócrata hasta una visión anticapitalista, pasando por una economía feminista y una economía ecologista.
En España se conoce a este movimiento como movimiento por una economía crítica o, simplemente, Economía Crítica.

Objetivos:

Los estudiantes franceses criticaron a través de un manifiesto firmado en el año 2000 cuatro aspectos negativos que poseía la enseñanza de la economía en las universidades.

- Una visión fragmentada de la realidad: Consideraban que los modelos estudiados reducían la realidad social a su parte más pequeña y simple, aislándola de otros aspectos que influían y determinaban la misma. Se pedía escapar de esta visión que ofrecía conclusiones basadas en "mundos imaginarios".
- Un excesivo uso de los instrumentos matemáticos: Los estudiantes reprochaban que el modelo se desarrollaba debido a un análisis analítico que no era tan trascendente en la educación de la economía como para que ocupara tanto tiempo del estudio.
- El pensamiento único imperante: Se pedía la inclusión de nuevos enfoques que ofrecieran otra visión de la realidad que no fuera la economía neoliberal. Se solicitaba la apertura de debates críticos en las universidades con las teorías económicas existentes.
- El conformismo del profesorado: Se solicitaba a los profesores que "despertaran" del largo letargo al que estaban sometidos y que se movieran en pro de un conocimiento más justo y plural.

Fuente: Wikipedia

Nº:37 - V Foro por un Mundo Rural Vivo

V FORO POR UN MUNDO RURAL VIVO
Amayuelas de Abajo – Palencia

Nos hemos encontrado en Amayuelas de Abajo los días 22, 23 y 24 de septiembre de 2006, más de 300 personas, representando a cuarenta organizaciones sociales (diversas y plurales), procedentes de todos los estados, regiones y pueblos de la Península Ibérica. Nos hemos encontrado agricultores/as, ciudadanos/as que quieren volver a los pueblos, ciudadanos/as que viven en el medio urbano y que están por un mundo rural vivo.
El conjunto de organizaciones participantes representan a una ciudadanía que cree en otro modelo de economía, en otro modelo de desarrollo, en otro modelo de mundo rural y en otro mundo, porque es posible.
Nos han acompañado miembros de VÍA CAMPESINA de Brasil, Chile, Inglaterra, Italia, Portugal, Bélgica y Francia.

A TODOS NOS UNE.....

Una generosidad expresada en nuestras múltiples y variadas militancias sociales
Una visión del mundo rural y de la sociedad diferente a la impuesta por el modelo neoliberal
Un proyecto alternativo que impulsamos desde nuestra apuesta por GLOBALIZAR LA LUCHA Y LA ESPERANZA.
Hemos trabajado tres días para diagnosticar nuestra realidad campesina local y global, para reafirmar nuestro que hacer sobre lo que sabemos decir, y para intercambiar y fortalecer nuestras luchas.
Solo tenemos un enemigo, EL MODELO NEOLIBERAL!!!

HEMOS DADO PASOS DECISIVOS PARA CONSTRUIR LA SOBERANIA ALIMENTARIA....
Fortaleciendo las alianzas locales para hacer otra agricultura diferente a la que nos imponen las transnacionales de la agroalimentación, para ser soberanos y mantener la biodiversidad sembrando con nuestras semillas, para producir alimentos sanos para todos los /as ciudadanos/as y no para el mercado, para mantener con nuestra presencia activa vivos nuestros pueblos.
Fortaleciendo las alianzas en lo global para recuperar el valor espiritual y material del agua, la tierra y las semillas.
Fortaleciendo la cultura de los pueblos, de los obreros y campesinos, que es la cultura de la solidaridad.

FRENTE AL NEOLIBERALISMO Y A LA GLOBALIZACIÓN CAPITALISTA TENEMOS POR DELANTE LA CONSTRUCCIÓN DE LA VÍA CAMPESINA QUE SE EXPRESARÁ EN LOS PRÓXIMOS AÑOS EN:
Nuestra oposición a la OMC y a la actual Política Agraria Comunitaria, oposición que se plasmará en acciones contra las grandes superficies de comercialización de alimentos, contra los paquetes legislativos que impiden la producción y transformación de alimentos de forma artesanal, contra un uso especulativo de las tierras de cultivo, contra los campos de cultivos transgénicos y la tecnología terminator.
Nuestro compromiso de trabajar en la construcción de otro poder local, a través del ejercicio de una democracia participativa; de defender el mantenimiento y la creación de servicios públicos que mejoren la calidad de vida de las personas que vivimos en los pueblos; de construir alianzas entre productores y consumidores, y redes que favorezcan una economía alternativa; de mantener y revitalizar los modelos de agricultura campesina defendiendo el derecho a producir localmente.
Avanzaremos en la construcción de una cultura para un mundo rural vivo a través de la Red de la Universidad Rural Paulo Freire y de la Red de Artistas Por un Mundo Rural Vivo.
Como acción inmediata, queremos mostrar nuestra solidaridad con los compañeros ALBERT FERRÉ y JOSÉP EAMIES, activistas antitransgénicos del pueblo catalán, a los cuales los poderes fácticos quieren juzgar.. Lucharemos con uñas y dientes para que ello no suceda!
Por último, todos/as los/as participantes al V Foro por un Mundo Rural Vivo, nos comprometimos a fortalecer la PLATAFORMA RURAL en cada uno de nuestros Estados, Comarcas y Pueblos, como el mejor instrumento para el trabajo colectivo de la diversidad de organizaciones sociales que estamos por la construcción de un MUNDO RURAL VIVO

¡¡GLOBALICEMOS LA LUCHA, GLOBALICEMOS LA ESPERANZA!!

Amayuelas de Abajo (Palencia), 23 de septiembre de 2006

sábado, septiembre 16, 2006

Nº:36 - 8 Tesis sobre el postfordismo

8 Tesis sobre el postfordismo
Marco Revelli

En periodos de decadencia, como el actual, de poco sirve la routine intelectual. Los pequeños cabotajes del pensamiento. En estos periodos, vale la pena intentar, de algún modo, reflexionar sobre la crisis en términos radicales. En nuestro caso, intentar pensar la reorganización productiva y social en curso, presuponiendo que este fin de siglo -este tumultuoso desenlace del Novecento, no es una simple "expresión cronológica", ni un reajuste coyuntural dentro de la normalidad, sino que toma, de principio a fin, la forma de ruptura histórica. De un "salto de paradigma" que, por así decirlo, señala, como tal, una discontinuidad profunda a todos los niveles: cultural, social, político. Y nos obliga a reconstruir desde los cimientos, modelos organizativos, identidades colectivas, categorías interpretativas, lenguajes.

¿Es posible "pensar políticamente" una transición tan radical cuando, como ahora, no ha hecho más que comenzar? ¿Cuando falta incluso el vocabulario para "nombrarla"? Creo que sí, pero bajo tres condiciones. La primera pasa por ser conscientes del riesgo implícito en una operación de tal envergadura. Pensar radicalmente el futuro implica una dosis "desproporcionada" de experimentalidad, de simulación, ser iconoclastas en ciertos momentos; un desapego "irresponsable" con respecto a las contingencias de lo existente, como si eso estuviera ya deshabitado en un momento en el que, sin embargo, el antiguo conflicto no ha sido todavía resuelto, y la partida continúa, por así decirlo, jugándose formalmente (y nunca como ahora tan dramáticamente). ¿Cómo imaginar las hipotéticas líneas de acción del mañana sin vaciar de sentido las formas concretas de la resistencia del hoy? La segunda condición pasa por ser conscientes del carácter fragmentario, provisional, sistemáticamente autocontradictorio de los análisis a proponer. En un contexto en el que lo inédito y lo gastado se entrelazan de modo inextricable, conviviendo lo uno al lado de lo otro, cada fragmento de discontinuidad puesto al descubierto puede ser nuevamente enterrado y desmentido por continuidades mucho más fuertes, cualquier brizna de novedad puede ser puesta en entredicho por infinitas confirmaciones de eternos retornos. Y cuando, si lo que buscamos es confirmación, ni la praxis puede venir en nuestra ayuda, se hace necesario apostar. Y apostando, apostar también, desde el momento en que, en la movilidad absoluta de lo real, es necesario para empezar -aunque sólo fuera como opción de método- un punto fijo, por un punto de apoyo -y esta es la tercera condición- para nuestro análisis. Por un lugar arquimédico desde el que fijar la mirada

1.
Por lo que a mí respecta, la apuesta (doble) es ésta. Pienso que, en el "hundimiento de todos los valores", puede mantenerse como mínimo un elemento de la "vieja" lectura de la relación marxiana entre estructura - superestructura: la opción por continuar buscando, a pesar de todo, en aquello que se llamó la "composición técnica del Capital", y en su articulación con la "composición política de clase", el sentido y la dirección de la actual mutación, el "lugar" de un análisis racional de lo existente. Aunque también pienso que, el respeto de este particular punto de vista -"continuista", no lo niego, por lo que hace al método-, nos lleva, sin embargo, a excluir cualquier posibilidad de continuismo político - institucional. Permanecer, pues, en un marco consolidado, para confirmar, no obstante, la rápida e irreversible disolución de "nuestro mundo" (del contexto en el que se constituyó la "política social" del siglo XX), y la emergencia de un nuevo escenario, en el que la interrelación entre capital, trabajo, Estado y formas organizadas de la política y del conflicto se dan de un modo absolutamente inédito. En el que, por encima de todo, parece consumarse actualmente la crisis de las dos culturas mayores de nuestro siglo: aquella "técnica" del Capital en su forma "fordista-taylorista", y aquella política del Movimiento Obrero, en su acepción "socialista", y del "compromiso social" que ambas culturas establecieron entre sí.

La hipótesis de trabajo es la siguiente: nos encontramos frente a una de esas crisis que Gramsci definiría como "orgánica" (con razón se podría evocar el espíritu de americanismo y fordismo para dar cuenta de la dimensión de los niveles implicados en ella). Un tránsito "epocal", en el que se entrelazan, en la actualidad, el fin de un largo ciclo técnico y organizativo de acumulación del Capital y, al mismo tiempo, el fin -la ruptura histórica- de la "tradición del movimiento obrero" (por lo menos en su "tradición" política más reciente, que se remonta, aproximadamente, al primer conflicto mundial). Esto es: la disolución de la "forma" que la producción capitalista se ha dado a sí misma en nuestro siglo (fundada en la centralidad absorbente de la gran fábrica y en el despliegue de un dominio de su racionalidad estratégica sobre toda la retícula social), y el agotamiento de la experiencia histórica del movimiento obrero (combinación de partido de masas y de "Estado social", de organización general y de estatalización).

Es significativo que un técnico del capital como Taiichi Ohno, el padre de la denominada "producción flexible", de la fábrica integrada y del espíritu Toyota, y un intelectual "orgánico" de lo que queda de la izquierda europea como André Gorz, coincidan, en el fondo, desde puntos de vista contrapuestos, en la misma constatación radical: la necesidad de penser à l'envers1. En hacerse eco de una brusca ruptura en relación con los respectivos modelos de referencia, uno constatando -desde el punto de vista del capital- el fin del modelo productivo basado en la "producción de masa" y la necesidad de subvertir completamente la vieja filosofía productiva fordista-taylorista; el otro constatando -desde el punto de vista del movimiento obrero- la consumación del "fin del socialismo" como "orden social existente" y como "modelo de sociedad realizable". El primero para proclamar el imperativo, por parte de la empresa, de subsumir integralmente la subjetividad del trabajo, convirtiéndolo en un factor directamente productivo; el segundo para constatar el eclipse del trabajo como factor constitutivo de la subjetividad obrera; su disolución como elemento básico de la identidad colectiva. La lectura paralela de ambos autores nos dice cuán efectivamente el salto hacia delante de las capacidades productivas, determinado por el cambio tecnológico de los años setenta y ochenta, y la sucesiva revolución organizativa sintetizada en la fórmula de la "calidad total" -aquello que sintetizadamente se ha dado en llamar tránsito al "postfordismo"- ha modificado las condiciones generales de la producción capitalista. Su mismo "paradigma productivo". Y, al mismo tiempo, hasta qué punto todo esto ha transformado radicalmente las condiciones del conflicto social y sus formas políticas.

2
.Pero, en primer lugar, ¿cuál es la naturaleza efectiva del postfordismo? ¿Y cuál su discontinuidad real con respecto al modelo productivo precedente?

Sin duda, creo que llevan parte de razón aquellos que leen, en la transformación tecnológica y organizativa en curso, una radicalización del modelo fordista-taylorista. Un llevar al extremo algunas de sus características de tipo "integrista" y más opresivas. En el modelo de la "fábrica integrada", del just in time, en la fábrica que funciona a zero stock, sin almacenajes residuales, con tiempos totalmente sincronizados en cada uno de sus segmentos, se cumple, en efecto, el sueño "inacabado" de Henry Ford: la idea de un flujo productivo continuo y total que abarque todas las fases de la producción al mismo tiempo, que haga palpitar el entero entramado del aparato productivo al mismo ritmo. Idea que lleva a sus últimas consecuencias el principio de conversión absoluta de los "tiempos de vida" de la fuerza de trabajo en tiempos productivos. Idea que acentúa, más que reduce, el grado de dependencia del trabajador con respecto a la dimensión sistémica del proceso productivo. Y que reconduce a una lógica "taylorista" -esto es: a someterse a tiempos formalizados y predefinidos en un ámbito de total sincronía entre todas las funciones productivas- sectores tradicionalmente "externos" al "sistema de fábrica" (piénsese en los empleados en transporte de unidad productiva a unidad productiva, o en el personal del sistema logístico). O que dramatiza más que alienta, en fin, la cuestión del "dominio" sobre la fuerza de trabajo (el "sistema" es aquí mucho más vulnerable que el precedente a cualquier "asincronía", por mínima que ésta sea). En este sentido puede hablarse de una forma de "implementación" del viejo modelo productivo y no, ciertamente, de su superación.

Esto, además, es especialmente cierto en Italia, y más específicamente en la Fiat, donde el tránsito a la nueva filosofía productiva conlleva un elevado grado de compromiso, sin menospreciar fuertes "resistencias" estructurales, con la antigua (un modelo productivo que, de siempre, ha forzado el carácter centralista - burocrático del fordismo-taylorismo, una estructura jerárquica sin lugar para la autonomía y fundada en una cultura obsesiva del mando y de la desconfianza). Y allí donde, durante más de un decenio, se ha creído poder llevar a cabo una revolución tecnológica radical sin cambiar la estructura organizativa preexistente. Dicho eso, es decir, permaneciendo todos estos elementos de "continuidad", creo, por otro lado, que puede afirmarse también que, al menos en dos aspectos, la nueva filosofía productiva marca una fuerte discontinuidad con respecto al modelo precedente.


3.

El primer aspecto hace referencia a la relación "fábrica-sociedad". O si se prefiere, a la relación con el mercado. El fordismo se fundaba en el dominio absoluto de la fábrica sobre la sociedad. En cuanto forma de organización típica de la "producción de masa" (del modelo productivo donde quien produce "sabe" tener a su disposición un mercado casi ilimitado en el que la oferta siempre será inferior a la demanda), ésta no debía "obedecer" al ambiente externo sino que, por el contrario, podía permitirse "modelarlo". Definiendo tipos de productos y volúmenes de producción "autónomamente" y exclusivamente en base a los propios parámetros productivos. La programación de empresa podía, así, pensar la sociedad como una variable dependiente, como objeto de programación, según la idea de un flujo lineal que del centro de dirección de la fábrica, del corazón de la producción, descendería a lo largo de todo el ciclo productivo y daría, finalmente, forma al mercado, "subsumiéndolo" a la propia racionalidad técnica del mismo modo como subsumía la fuerza de trabajo. Así funcionaba el fordismo: de la fábrica a la sociedad, flujo de sentido único. La misma ciudad fordista, la company town, no era más que una prolongación de la fábrica. Latía con el corazón de la fábrica, seguía sus ritmos, sus horarios, asumía sus estilos de vida y sus formas de dominio.

El nuevo modelo productivo, en cambio, debe enfrentarse a una situación totalmente distinta: un mercado "maduro" y de límites bien definidos; un mercado "finito", por así decirlo, saturado en sus segmentos fuertes y donde la oferta debe medirse con la variabilidad de una demanda cada vez más selectiva y a menudo imprevisible. Así ha sido en los últimos años. Años en los que la mundialización del mercado no ha conllevado, paradójicamente, una extensión ilimitada de la capacidad de absorción de mercancías por éste, sino al contrario, ya que lo que ésta ha puesto de manifiesto ha sido más bien su rigidez, la saturación tendencial implícita en su desarrollo (también por causa de la manifestación de umbrales "naturales", ecológicos, que perjudican estructuralmente al Tercer Mundo, a la mayoría de la población mundial, bloqueando su acceso a las formas y a los niveles de consumo de Occidente). Y así será en el futuro donde, este nuevo modelo productivo, deberá enfrentarse, cada vez en mayor medida, a la crisis de consumo que ya empieza a darse en la actualidad, al "nuevo desorden" mundial consecuencia de la improgramable movilidad de los mercados: causa real de la "derrota histórica" del fordismo y elemento que ha destruido el sueño de una simple evolución del modelo por vía tecnológica. La fábrica debe enfrentarse ahora a una sociedad que ya no absorbe todo lo que ésta produce, que no permite la maniobra tradicional de disminuir costes aumentando el volumen de la producción. Una sociedad que "resiste" al dominio de la racionalidad instrumental propia de la esfera productiva, no consintiendo una programación lineal y obligando la estructura productiva a adecuarse una y otra vez al "capricho" del mercado. Y, determinada por las modificaciones del "ambiente externo", a "vibrar", por así decirlo, con el mercado, modificando sus actitudes, la combinación de máquinas y hombres en la esfera productiva o incluso los mismos niveles de productividad, Ya no es el orden productivo lo que "coloniza" lo social, lo que reduce cualquier ámbito a la propia geometría, sino que es el desorden social (las volubles "preferencias del cliente") lo que irrumpe en la fábrica, forzando sus estructuras a una "movilidad" cada vez mayor. A una capacidad de respuesta cada vez más fluida. No es Marx quien naufraga aquí, sino Weber y su idea de la racionalidad instrumental como posibilidad de programación y cálculo, construcción de formas regulares al abrigo de las perturbaciones de la subjetividad; no es la crítica del XIX a la fábrica mecanizada lo que se agota, sino la absolutización en el XX de su estatuto técnico como forma universal de la racionalidad.


4.

El segundo aspecto inédito hace referencia a la relación con la fuerza de trabajo. El taylorismo, como filosofía productiva, asumía como presupuesto la idea de una "resistencia" obrera estructural al empleo de trabajo. Partía de la existencia en la fábrica de un "segundo mundo", distinto y separado del orden de la empresa, gobernado por su propio código de honor y por leyes específicas no escritas, y determinado a negar cuotas de la propia fuerza de trabajo, a ralentizar las operaciones, a "ocultar", sobre todo, su potencia productiva real a la jerarquía de fábrica. Para contrarrestar esto debía servir, precisamente, la "ciencia del trabajo": para vencer la "natural pereza" obrera; para restituir al patrón el conocimiento del proceso productivo, "horadando" el monopolio del conocimiento sobre los oficios detentado por los trabajadores. La fábrica taylorista era una estructura productiva feroz, despótica, agresiva, porque era "dualista". Porque se fundaba en la idea de una separación y de una contraposición estructural entre los principales sujetos productivos. La fábrica incorporaba, en su misma "constitución", el conflicto. La relación de fuerza. Para superarlo, ciertamente; para disolverlo en la universalidad objetiva de la ciencia, pero no sin un resto irreductible en su mismo planteamiento: la alteridad obrera dentro del sistema de máquinas ha sido, hasta el final, el principio oculto del taylorismo.

La teoría de la "fábrica integrada", en cambio, presupone, filosóficamente, la idea de una estructura productiva "monística". De una comunidad de fábrica unificada y homologada en la que el trabajador debe consciente y voluntariamente "liberar" la propia inteligencia en el proceso productivo, conjugando funciones ejecutivas con prestaciones de control y de capacidad de proyectar, señalando los defectos en tiempo real y participando directamente en la redefinición de la misma estructura del proceso productivo en relación con las variaciones de la demanda. Entre sistema de la fuerza de trabajo y dirección de empresa debe establecerse una continuidad cultural, existencial, un sentir común, que no admita fracturas. Si la fábrica taylorista se fundaba en el "despotismo", ésta aspira a la "hegemonía". Si aquella usaba la fuerza, ésta juega con la pertenencia. Si una intentaba disolver la identidad obrera o, como mínimo, controlarla, ésta se propone mucho más: entiende "construir" una identidad colectiva totalmente nueva, enraizada en el territorio de la fábrica, coincidente, en sus límites, con el universo de la empresa. Aquí no se trata de forzar a una masa "inerte" a suministrar trabajo en bruto (energía productiva). Se trata más bien de recabar de ésta, fidelidad y disponibilidad. Se trata de llevar a cabo una "movilización total" de la fuerza de trabajo que active sus capacidades intelectivas y los residuos de creatividad. Se trata de subsumir al capital la dimensión existencial de la misma fuerza de trabajo. De identificar la subjetividad del trabajo con la subjetividad del capital. Así como de hacer de la pertenencia a la empresa la única subjetividad posible. Es, en muchos aspectos, el corolario inevitable de lo dicho anteriormente: si de hecho la fábrica debe "vibrar con el mercado", si su morfología (la misma estructura del proceso productivo, la organización de los equipos, las formas de la división técnica del trabajo) debe modificarse a cada modificación de la superficie móvil de la demanda, no puede encomendarse a una fuerza de trabajo "pasiva". Se hace imprescindible estimular su "autoactivación", comprometerla en la realización de las políticas empresariales. Se hace imprescindible politizar empresarialmente el trabajo directamente productivo. Ejercer "hegemonía" sobre el antiguo adversario "de clase".

5.

No creo que el impacto de las "nuevas" características del postfordismo puedan limitarse al ámbito de la fábrica. Como ya ocurrió en el tránsito a la fase taylorista y fordista, también esta vez es más que probable que las tensiones generadas en el corazón de la esfera productiva tiendan a repercutir sobre todo el entramado social, desquiciando equilibrios consolidados, modificando instituciones, estructuras, comportamientos, formas de la mediación y del conflicto.

El primer terreno en el que esto se producirá será -ya es perceptible en la actualidad- el del "mercado de trabajo". Aquí, la cuestión se pone en términos opuestos a aquellos del "mercado de las mercancías": se pasa de una posición de "dependencia" de la fábrica con respecto a la estructura del mercado de trabajo a una posición de "dominio". Si en el modelo de la "producción de masa" el sistema productivo dependía, de hecho, de un mercado de trabajo tendencialmente en situación de "plena ocupación"; si la fábrica fordista debía enfrentarse a una oferta de fuerza de trabajo relativamente rígida, limitada en su dimensión cuantitativa y, sobretodo, "dada" en sus características profesionales, debiendo adaptar los propios códigos productivos a la "calidad" de la mano de obra disponible, ahora, en el nuevo modelo, el sistema productivo debe crear por sí mismo su propio mercado de trabajo ideal. Plasmar la estructura de la fuerza de trabajo, redefiniendo las relaciones internas y la estratificación óptima. Incapaz de determinar el mercado de mercancías, pretende, en compensación, "decidir" el mercado de trabajo, ayudado, en esto, por la actual situación en que, la voluntad de hacerlo se ejerce, en términos generales, "después" de la consumación de una derrota histórica de la clase obrera. Así sucedió en el microcosmos Toyota en su origen, donde el nuevo sistema productivo se implantó después de un durísimo conflicto laboral que destruyó al sindicato en su dimensión "universal" y lo redujo a mera estructura empresarial. Y lo mismo está sucediendo, ahora a nivel internacional. La nueva filosofía productiva es incompatible, en particular, con un mercado de trabajo unificado -plasmado en la idea de la universalidad de los derechos sociales-, como aquel que se dio en Europa en la segunda post-guerra. Por su naturaleza, esta filosofía presupone una estructura segmentada de la fuerza de trabajo y jerarquizada según niveles crecientes de fidelidad y ductilidad. Por lo menos, presupone una estructura polarizada en la que a un nnúcleo relativamente reducido de clase obrera empleado en las producciones centrales -cualificada por la pertenencia empresarial y con elevadísimos niveles de seguridad social garantizados por la empresa misma-, se contrapone un "ejército de fortuna" [las comillas son del traductor] de fuerza de trabajo "externa" a la comunidad de empresa, extremadamente móvil, en ciertos aspectos "nómada" y privada de garantías laborales: hombres privados de referencias identitarias, muchedumbre solitaria de freelances de baja cualificación, prestos a ser empleados, bajo la lógica de la subasta, no solamente en ocupaciones marginales (como ya ocurre en la actualidad), sino en segmentos significativos del ciclo productivo de la gran empresa. Codo con codo con los privilegiados, pero sin sus privilegios.

De un modelo de mercado de trabajo, por así decirlo, "democrático", se tenderá a pasar a un modelo de mercado de trabajo "de casta", estructurado en "cuerpos separados", cada uno de ellos dotado de un estatus jurídico diferenciado. "Islas de trabajo" a crearse sobre las ruinas de la antigua universalidad. Matriz de un nuevo feudalismo industrial, del que pueden percibirse los primeros síntomas en el proyecto del gobierno Dini, y vendido como "medida para sostener la ocupación".

6.

Pero el mercado de trabajo -segmento aún bastante próximo a la esfera de la producción- no es la única "institución social" implicada en la revolución productiva en curso. La misma "forma-Estado" está destinada a verse afectada por ello. El modelo estatal imperante en el siglo XX -social desde el punto de vista de las políticas públicas, keynesiano en el plano económico y nacional en el geopolítico-, se basaba en una fuerte sinergia con el modelo productivo fordista. El "compromiso socialdemocrático" que determinaba su naturaleza de Estado "asistencial", presuponía una imagen dualista de la estructura productiva. La "mediación social", que representaba su "constitución material", reenviaba inevitablemente a una idea polarizada del cuerpo social; a un fundamento clasista. Así como la opción keynesiana que focalizaba la función estatal en la gestión de la masa monetaria (en la producción de renta y en su regulación), presuponía, desde siempre, la idea de una demanda tendencialmente "infinita" desde el punto de vista sustancial -la lógica de la mercancía-, siendo su único límite la insuficiencia de medios monetarios a disposición de los consumidores. Dos características fuertemente representativas, como se ha visto, del modelo fordista y destinadas a ser puestas en entredicho con su, incluso parcial, superación. Y, en este sentido, también parece destinada a entrar en crisis la tercera característica distintiva del Estado del siglo XX: su carácter "nacional", obsoleto en muchos aspectos en razón de los más recientes procesos de reorganización capitalista.

La "desterritorialización" de los centros significativos de decisión económica, como consecuencia de la mundialización de los mercados, parece hoy una tendencia consolidada. Así como parece consolidada la tendencia a la superación del modelo de "democracia de masas" que se ha revelado como el tipo ideal de gobierno en el último medio siglo. Los "lugares" y las instituciones en las que se definen las líneas maestras de una economía que no puede entenderse sino a escala planetaria son ya el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, los organismos "técnicos" de la Comunidad Económica Europea, etc. Centros, a todos los efectos, sustraídos al mecanismo decisional "democrático", concebible, al nivel actual de la cultura política, en el limitado ámbito estructurado en torno al secular proceso de nation building (de formación de las identidades nacionales). El resultado es el tendencial vaciado "político" de la actual "forma-Estado"; el declive del weberiano monopolio legítimo de la fuerza y de la decisión por parte del Estado-nación ya sea por arriba: su transformación en órgano ejecutivo de decisiones asumidas en sedes "multinacionales", ya sea por abajo, hacia la "sociedad civil", que tiende a refragmentarse en sus identidades originarias. Un proceso, éste último, que allí donde la modernización se ha dado más débilmente, menos vinculada al mercado, va asumiendo la forma de insurgencia "étnica". Pero que allí donde, por el contrario, el contexto es industrialmente avanzado, con un mercado plenamente hegemónico respecto a cualquier otra forma de vínculo social, tiende a valorizar centros distintos de estructuración de la identidad colectiva, medios más adecuados (más "modernos") de organización extraestatal de una potencial nueva esfera pública, empezando por la misma empresa; por la estructura institucional de la unidad productiva capitalista.

Los síntomas de esto son ya perceptibles, y creo que se acentuarán: la tradicional división del trabajo entre empresa y Estado está entrando en crisis. De manera cada vez más acentuada, la empresa "post-taylorista" va reivindicando y acaparando roles y funciones que anteriormente detentaba la institución pública: el de producción de "identidad", en primer lugar, fundamental en el modelo productivo japonés (si se quiere "movilizar totalmente" la propia fuerza de trabajo, se hace necesario proponer a la empresa como estructura de pertenencia decisiva en el aspecto de la identidad); pero también la asunción de una serie de "servicios sociales" esenciales en el plano de la reproducción de la fuerza de trabajo, empezando por la asistencia sanitaria y terminando en las pensiones, la formación profesional o la "garantía" de la renta. Es muy probable que la vía a la "fábrica integrada", a la "empresa total" inscrita en el modelo japonés, pase a través de esta "publicitación" de la empresa (o privatización de la seguridad social). Y que veremos, en los próximos años, una multiplicación de mutuas empresariales, de fondos empresariales de pensiones, de asilos empresariales, de formas de asistencia social exclusivas y selectivas, reservadas a la "casta" de trabajadores fieles a cada empresa, y usadas como instrumentos esenciales para conseguir la conquista de la hegemonía de cualquier "capital", por pequeño que éste sea, sobre la propia fuerza de trabajo. Cuestión que constituye, precisamente, la esencia "política" del post-fordismo. Desde este punto de vista, las políticas desarrolladas en Italia del 1992 en adelante -de la durísima "maniobra Amato" del verano-otoño de aquel año a la más reciente reforma de las pensiones aprobada por el gobierno Dini- y que han conllevado un importante redimensionamiento del carácter de "socialidad" del Estado, la privatización no sólo de algunos "pedazos" de capital público sino incluso de los mismos criterios de algunas prestaciones que distinguían precisamente al "Estado asistencial", pierden el aspecto de "provisionalidad" y de ocasionalidad propios del "estado de emergencia", para asumir características de "fase". No se trata de medidas preventivas "coyunturales", sino estructurales. No sólo "parches" para remendar brechas abiertas en el pasado, sino arquitrabes del modelo por venir: un rasgo significativo de la "vía italiana al postfordismo".

7.

Si de algún modo todo esto es plausible, es preciso concluir ahora que buena parte de las "formas" políticas asumidas por la izquierda en este siglo aparecen, si no disueltas, sumamente cuestionadas. Pietro Ingrao, en una significativa intervención en esta dura confrontación entre la izquierda y las insurgencias sociales de los nuevos tiempos, ha afirmado que "han sido alcanzados los lugares históricos donde se originaba la agregación colectiva". Donde se producía identidad y praxis colectiva del movimiento obrero. Y así es. El movimiento obrero asumió como lugares de la propia socialización tres ámbitos privilegiados: la Fábrica, el Partido de masas y el Sindicato. En estos momentos, los tres se encuentran fuertemente puestos en entredicho por la actual transición. Lo está la fábrica fordista -como se ha visto-, durante mucho tiempo mecanismo extraordinario de reproducción a gran escala de cultura antagonista, en la que la estéril serialidad de la producción vino recodificada, en la fatiga y en la opresión, de identidad múltiple hasta la formación de aquel sujeto colectivo que dominó la escena del conflicto social en la segunda postguerra y que, ahora, se ha convertido en terreno en el que éste se ha visto forzado a tener que luchar, ante la hegemonía del capital, por briznas de autonomía individual, enclaves de independencia asistencial. Pero lo están también los dos instrumentos organizativos tradicionales de la acción y de la consciencia obrera: el Partido y el Sindicato, que se constituyeron a partir del modelo del Estado nación. Y ahora, en el nuevo contexto productivo, cuando este modelo de escala se muestra inadecuado por demasiado "pequeño" y, a la vez, por demasiado "grande" -insuficiente en sus dimensiones para producir políticas económicas, excesivo para ejercer hegemonía-, tanto el Partido como el Sindicato siguen la misma suerte que la Fábrica, neutralizados, en su eficacia, por un capital que tiende a "descentralizar" -a reconducir hacia la propia empresa-, como mínimo, dos de las prerrogativas fundamentales que el Estado mantenía hasta hace poco: la sociabilidad y la territorialidad. Por un capital que tiende a convertirse, de alguna manera, en Estado, "produciendo", directamente, asistencia e identidad.

8.
No creo que exista un viático absoluto capaz de sostener el tránsito del desierto de las referencias identitarias. Ni un "proyecto orgánico" susceptible de dotar de capacidad ofensiva la necesidad de resistencia. Por mucho tiempo aún, temo que nos debatamos todavía entre la defensa de un pasado que se va hundiendo y la búsqueda de una vía que rehuye mostrarse. Aún con eso, estoy convencido, dentro de límites razonables, de un par de cosas.

La primera es que, en una situación como esta, uno no puede quedarse quieto. Mientras el mundo cambia bajo nuestros pies, organizar la resistencia no puede querer decir quedarse inmóvil en la trinchera. Significa, por el contrario, intentar salidas. Individualizar puntos móviles desde los que reivindicarse. "Inventar" nuevas formas de conflicto y de organización, lugares provisionales de la agregación, más adecuados a la nueva articulación fábrica-sociedad-Estado. La segunda, estrechamente vinculada a la primera, es que la respuesta a este nuevo tipo de enfrentamiento, la innovación organizativa a experimentar, no podrá asumir, en exclusiva, un solo ámbito. No podrá emplazarse solamente en el terreno de la fábrica (como sucedió en el ciclo de lucha de los últimos sesenta y los primeros setenta), ni sólo en el terreno social, sino que deberá intentarlo en un terreno intermedio: en el umbral entre producción y reproducción. Territorio fronterizo que constituye, justamente, el lugar de confluencia de las líneas maestras de la actual revolución productiva. Y que es, por su naturaleza, un ámbito "desnacionalizado", de radio infinitamente menor que aquel de la "política nacional", y hecho a medida de los entramados de microcomunidad en los cuales, precisamente, intenta darse la hegemonía productiva, social y existencial del capital.

En definitiva, si el problema pasa hoy por resistir al poder hegemónico de un capitalismo convertido en totalizante, capaz de usar la gestión de lo "social" mismo como recurso productivo; si de lo que se trata es de combatir (y competir) en el poco practicable terreno de la constitución de identidad y en aquel técnicamente resbaladizo de la gestión de la cotidianeidad, entonces los viejos instrumentos organizativos -aquellos que han dado la identidad al movimiento obrero del siglo XX-, son hoy insuficientes. Tanto el partido de masa como el sindicato (el primero en tanto que detentor del monopolio de la consciencia y el segundo de la negociación), asumían, como condición, el conflicto (inscrito en la misma estructura dualista de la producción), y la mediación como fin, en un sistema de intereses de suma cero. Trabajando, el primero, para traducir la movilización en niveles crecientes de socialidad en el Estado y, el segundo, en formas limitadas de asocialidad en la fábrica (de independencia pactada con respecto de la socialización totalizante del capital). Permaneciendo ignorada y, en una fase en la que socialidad era sinónimo de estatalidad y la representatividad iba garantizada per se por el papel negociador, extraña, la constitución del sujeto colectivo en su autonomía cotidiana. Y hoy la tarea prioritaria parece pasar precisamente por ahí: por el intento de valorizar cualquier elemento de "autonomía"; por contrarrestar el proyecto hegemónico y, a la vez, "alienante" del nuevo modelo industrial, "inventando" circuitos de agregación no mediados por la "forma-mercancía" y, al mismo tiempo, localizados allí donde el "trabajo" hegemónico opera: en el territorio de una cotidianeidad que cuestiona, precisamente, los confines entre producción y reproducción, entre fábrica y sociedad.

Formas de cooperación autogestionadas según criterios solidarios, capaces de emplearse y educar en y para el autogobierno de la propia vida cotidiana, fuera de las tradicionales burocracias delegadas; propuestas de revalorización de los oficios y de la creatividad funcionando en circuitos no "mercantiles", comprometidas con un criterio de gratuidad del "hacer" contrapuesto al intento empresarial de valorizar económicamente cualquier forma de creatividad, a la mercantilización de cualquier capacidad expresiva; acciones positivas, orientadas desde el principio del "hacer por sí mismo" hacia la gestión de aquellas áreas de socialidad en trance de ser abandonadas por el Estado y reserva tendencial de caza para el capital. Son sólo algunos ejemplos de un repertorio por ahora ampliamente insuficiente. Pero sobre los que vale la pena empezar a trabajar ya, y más en una fase en la que se da, estructuralmente, la posibilidad de una nueva y drástica reducción del tiempo de trabajo, y, por eso mismo, la posibilidad de un duro enfrentamiento cultural por la hegemonía sobre el tiempo social externo a la esfera del trabajo organizado.


viernes, septiembre 08, 2006

Nº:35 - ¡El 2015, es mañana!

¡El 2015, es mañana!
Eric Toussaint

Estamos en vísperas de 2015: sólo 9 años nos separan, y el panorama que se presenta es muy inquietante.

De manera evidente, las condiciones de vida de una parte significativa de las poblaciones se degradan, tanto en Europa occidental como en otros partes del mundo. Esta degradación afecta a los ingresos, al empleo, al acceso a la cultura. Afecta también a la aplicación de los derechos fundamentales de las personas sea como individuos, sea como colectividades. La degradación es también manifiesta en los equilibrios ecológicos, en las relaciones entre los Estados y los pueblos, con un recurso a la agresión militar por parte de las grandes potencias, comenzando por los Estados Unidos. Pero no están solos, tienen por ejemplo sus aliados en Europa, una alianza en la que varios países participaron -o participan activamente- en la agresión contra Irak, Afganistán y estarán dispuestos a intervenir también en Irán. Pienso también en el terrorismo de Estado ejercido por el Estado de Israel contra los pueblos palestinos y libaneses. Sin olvidar la intervención de Rusia contra el pueblo checheno.

Fenómenos de barbarie se manifiestan diariamente ante nuestros ojos.

En Europa occidental, lo que me impacta particularmente, es la negación de justicia a los que buscan asilo. En el momento en el que les estoy hablando, un movimiento importante tiene lugar en Bélgica por la regularización de los sin papeles. Una treintena de iglesias católicas y lugares públicos han sido ocupados en todo el país por los sin papeles de los que una parte utiliza la huelga de hambre como medio de combate. Hay allí una denegación de justicia absolutamente elemental.

Otra forma de barbarie es la que consiste, en el discurso de los dirigentes políticos, incluidos los de izquierda, en banalizar la idea según la cual no se puede acoger toda la miseria del mundo y que perfectamente se pueden reenviar de manera colectiva a las personas a las que no se les otorga el derecho de asilo. Esta forma de barbarie deja a los solicitantes de asilo en las fronteras de la Unión Europea. Es lo que han conocido las personas muertas a balazos mientras intentaban atravesar las barreras de la Unión Europea en los enclaves españoles en Marruecos. Pienso en los miles de personas que pierden la vida tratando de atravesar el estrecho de Gibraltar o de alcanzar las islas Canarias. Ese fenómeno no es exclusivo de Europa. Sabemos lo que sucede en la frontera sur de los Estados Unidos al sur del Río Grande.

De acá al 2015, si no se invierte el curso de esa política no veo cómo esas formas de degradación y esa negación de justicia podrían ser resueltas.

El 2015 corresponde a la fecha límite de la declaración del Milenio adoptada en 2000 por la asamblea extraordinaria de la ONU. No solamente no se cumplirán los objetivos de reducción de la pobreza y de la mejora de acceso a la educación sino que, en muchas partes del mundo, las condiciones de existencia serán además degradadas. Esta constatación es absolutamente inquietante y, en consecuencia, hay que preguntarse si existen fuerzas suficientemente poderosas como para contrarrestar la tendencia histórica en curso.

Esta tendencia remonta a más de treinta años, lo que representa una generación humana. El golpe de Estado militar de Pinochet en Chile, en 1973, sirvió de laboratorio para la implantación de políticas neoliberales que se generalizaron progresivamente en Europa occidental -con Margaret Thatcher en 1979 -y en América del Norte- durante la presidencia de Ronald Reagan de 1981 a 1989.

El advenimiento de fuerzas históricas de oposición

¿Existen fuerzas históricas capaces de contrarrestar este dominio progresivo del neoliberalismo? La respuesta es sí. Si otros ven el origen en 1999 con la batalla de Seattle, yo personalmente, lo sitúo en 1994, año en el que tres eventos han tenido lugar :

1 - El 1º de enero de 1994 hizo eclosión la rebelión zapatista en Chiapas. Allí se manifestó un actor que había luchado desde hace siglos contra el ocupante español. Ese pueblo indígena (los Mayas) proclamó reivindicaciones fundamentales. En un lenguaje universal, se dirigió al conjunto del planeta a través especialmente de la voz del subcomandante Marcos. Fenómeno que supera sobremanera su persona y sus características personales. Se transformó en la expresión de un movimiento más profundo ya que los indígenas de Chiapas no estaban solos en el combate: los indígenas de Ecuador se reunieron sobre todo en el seno de la Confederación de Naciones Indígenas de Ecuador (la CONAIE). Y, en 2005, en Bolivia, Evo Morales fue elegido y se transformó en el primer presidente indígena en el poder en América Latina.

El año 1994 marca pues la explosión de la lucha de un pueblo nativo - y minoritario en México - que denuncia un tratado de comercio y declara la guerra al gobierno mexicano. Pero "pacíficamente": "nos sublevamos, tomamos las armas pero deseamos no servirnos de ellas". No es la última experiencia de guerrilla del siglo 20 sino más bien la primera experiencia de un nuevo tipo de guerrilla del siglo 21.

2 - Fue también en 1994 que tuvo lugar el 50º aniversario de la fundación del Banco Mundial y del Fondo Monetario Internacional (FMI). El evento fue conmemorado por un enorme encuentro de protesta en Madrid. Esa manifestación ha inspirado más tarde a los franceses que, en la movilización contra el G-7 en Lyón en 1996, pusieron en marcha los colectivos « Las otras voces del planeta » [1].

La iniciativa española reunía a las ONG, a los movimientos como « la plataforma 0,7 % » en la que los jóvenes luchaban para que su país destinase el 0,7 % del PIB a la ayuda pública para el desarrollo, y también a los sindicatos, a los movimientos feministas, a los movimientos ecologistas. Ya en ocasión de esa contra-cumbre, se aliaban toda una serie de movimientos que, más tarde iban a reencontrarse en Seattle en 1999, luego en Porto Alegre en 2001, etc.

3 - Tercer momento fuerte de 1994: la explosión de la crisis « Tequila » de nuevamente en México. Es necesario recordar que en 1993-1994, nos hablaban del milagro asiático, del milagro mexicano, del milagro checo para los países del Este. Nos hablaban de los países emergentes y de sus grandes éxitos. La crisis « Tequila » va a sacudir a toda la América Latina. Es el comienzo de una serie de crisis financieras que van a sacudir sucesivamente al Asia del Sudeste, luego a Rusia, Brasil, Argentina, Turquía, etc.

Para mí, el año 1994 es entonces un punto de inflexión en términos de la manifestación de nuevas formas de resistencia, de nuevas alianzas y de la crisis del modelo neoliberal.
Podríamos tomar otras fechas : 1989 marca la gran movilización en Francia en ocasión del bicentenario de la Revolución Francesa y la oposición a la reunión del G-7 convocada ese mismo año en la Bastilla; fue también el lanzamiento de la campaña « Basta Ya » -a la base del nacimiento del CADTM. Sin olvidarnos por cierto de 1999 con Seattle...

Nuevas resistencias un poco en todos lados

En el curso de los años ’90, después de un primer período conducido por los Pinochet, Thatcher y Reagan, aparecen nuevas formas de resistencia en distintos puntos del planeta. Gracias a diferentes actores que se expresan entonces, se comienza a llenar el vacío dejado por la crisis del movimiento obrero tradicional.

Comenzando su desarrollo en el siglo XIX, luego consolidándose poco a poco, el movimiento obrero domina la escena de las luchas de emancipación durante gran parte del siglo XX en Europa. Las luchas de la Resistencia durante la Segunda Guerra mundial y la Liberación, las conquistas que siguieron y la victoria contra el nazismo y el fascismo fueron ampliamente conducidas por este movimiento obrero que tuvo fuertes bastiones en la clase obrera industrial. Gravemente deteriorado por la ofensiva neoliberal de los años 1970-1980, este movimiento obrero entra en crisis.

Vemos entonces surgir en los años ‘90 actores que habíamos olvidado ya que habían quedado marginados. Y es a escala planetaria que van a imponerse los movimientos campesinos : la creación de « Vía Campesina » en 1992, la figura emblemática de José Bové a partir de Seattle. Yo soy de la generación del Mayo de 68. En ese momento, ¿quién hubiera imaginado que los campesinos iban a ocupar un puesto de avanzada del nuevo combate altermundialista? Tiene lugar, en 1971, la lucha en la meseta de Larzac en Francia [2], ya con José Bové, la creación del Movimiento de los Sin Tierra en 1984 en Brasil, un enorme movimiento campesino en la India y en diferentes lugares del planeta.

Este movimiento se transformó en un actor extremadamente importante para la resistencia a la ofensiva neoliberal y a la mercantilización del mundo, a las patentes sobre lo viviente. Colocó especialmente en primer lugar las reivindicaciones relativas a los bienes comunes: el agua, la tierra, las semillas... Esas reivindicaciones o esos valores no son nuevos en sí pero lo son en la manera de presentarlas porque, clásicamente, las conquistas de la Liberación, el fortalecimiento de los servicios públicos, no presentaban la cuestión de los bienes comunes como un objetivo de alcanzar.

En la posguerra de la Segunda Guerra Mundial se mejoró el acceso a ciertos bienes comunes. Con la ofensiva neoliberal, los bienes comunes quedaron en un estado calamitoso y hoy se percibe la necesidad de defenderlos o de recobrar su dominio.

Podría hablar de los movimientos indígenas ya que los vemos retomando la ofensiva. En Bolivia, por ejemplo, desde los años ’40 a los ’60, la vanguardia del pueblo boliviano, son los mineros de carbón y sus sindicatos. Cerradas las minas de carbón en los años ’80, son los indígenas, especialmente los cultivadores de coca, los que constituyen un movimiento a la vez campesino e indígena. Hemos visto a los mineros de carbón retirados o habiendo perdido su empleo, apoyar y juntarse al movimiento campesino e indígena: una nueva alianza había nacido.

Podríamos también hablar del movimiento feminista relanzado con la Marcha Mundial de las Mujeres el año 2000; de los diferentes movimientos de jóvenes que no habíamos conocido con tal magnitud al comienzo de los años ’90. Pero no olvido sin embargo a los asalariados . Las contraofensivas, que he situado en 1994, se prolongaron, a escala de Europa occidental, por la gran movilización social del otoño de 1995 en Francia. Allí, los asalariados se movilizaron y se desembarazaron del primer ministro de derecha, Alain Juppé, lo que, en su dinámica, llevó a su sucesor el primer ministro socialista Lionel Jospin a retirar a Francia de las negociaciones sobre el Acuerdo Multilateral sobre Inversiones (AMI) haciendo así capotar un hito importante de la ofensiva neoliberal.

Integran también las nuevas fuerzas los que llamaré « nuevos proletarios » o los nuevos excluidos, los sin voz. La rebelión en los suburbios en Francia en noviembre de 2005 (que ha tenido una ligera extensión en Bélgica y en Alemania) es la rebelión de los nuevos proletarios. No se trata tanto de explotados en fábricas en el contexto industrial, aunque alguna parte de ellos lo sean. Los jóvenes de los suburbios que se levantaron en el otoño de 2005 son proletarios en el verdadero sentido de la palabra: no son propietarios de sus medios de producción, y deben buscar dónde alquilar sus brazos y sus cerebros para vivir y sostener a sus familias.

Un desafío: la integración con los rebeldes

Los jóvenes de los suburbios son para mí una especie de nuevo proletariado que busca y encuentra las vías para expresarse con los modos de acción adecuados. Podemos lamentar la forma que esta revuelta ha tomado, pero es un desafío fundamental para los movimientos de ciudadanos organizados, para los movimientos sindicales, de integrarse en este tipo de rebelión. Sé que no es fácil pero, en el marco fragmentado en el que vivimos, si esta integración no se hace, no veo cómo los actores que se oponen a la ofensiva neoliberal podrán vencer.

Sé que no es fácil pero, en el entorno fragmentado en el que vivimos, si esta integración no se hace, no veo cómo los actores que se oponen a la ofensiva neoliberal podrían realmente vencer. En los países de Europa occidental o de América del Norte, los que tienen la suerte de tener un empleo o una jubilación garantizados y la energía para combatir porque tienen todavía buena salud (las personas que llegaban a la edad de jubilarse hace 40 o 50 años no tenían las mismas posibilidades) deben impulsar una nueva alianza social . Si nosotros, asalariados de 20 a 60 años y jubilados en los sectores organizados, no encontramos el medio de realizar juntos la integración con los sin voz, con los nuevos proletarios, en un poderoso movimiento de protesta de crítica fundamental de la sociedad, entonces, veo difícilmente cómo, en los países más industrializados, podremos esperar un cambio radical. En efecto, todo cambio ha siempre dependido grandemente de la generación joven, la que se encuentra en los colegios, en las universidades, la que está desocupada o ya trabajando. La juventud se expresó en Francia en el marco del movimiento contra el CPE (contrato de primer empleo) de la primavera de 2006, pero también se expresa en los suburbios.

El proceso del Foro Social Mundial: un hito

Del lado internacional, la nueva alianza que emerge se expresa en parte por el proceso del Foro Social Mundial que tiene nuevas características en relación con procesos encontrados en los períodos anteriores de la historia. Así, no existe un centro geográfico que dicta a los otros su ritmo. Las grandes conmociones revolucionarias de los siglos 18 y 19 fueron fundamentalmente obra de los pueblos de Europa y las Américas: las revoluciones de fines del siglo 18 en Francia y en los Estados Unidos, las conmociones revolucionarias en el curso del siglo 19, especialmente cuando Marx escribió « un fantasma recorre Europa: el comunismo », en la primavera de 1848 y que se desarrolla una verdadera dinámica revolucionaria europea. En el siglo 20, las revoluciones sacudieron tanto a los países centrales (Alemania (1918-1923), España (1936-1939)) como a países considerados periféricos (Rusia en 1905 y en 1917, México (1910), China (1949), Cuba (1959), Argelia (1962), Nicaragua (1979), etc.). La ofensiva neoliberal y la restauración del capitalismo en el ex bloque soviético y en China han congelado la perspectiva revolucionaria.

Pero los focos de resistencia al neoliberalismo y al capitalismo no habían desaparecido. A partir de los años ’90 emergió un movimiento de resistencia que consiguió internacionalizarse. El Foro Social Mundial es un hito en la constitución de un vasto movimiento de resistencia internacional que se encuentra en plena evolución. Este movimiento es heterogéneo y no tiene un epicentro. Todas sus componentes de la resistencia multiforme no son reconocidas necesariamente en el Foro Social Mundial. Su funcionamiento en red sin verdadera estructura de comando, tiende a generalizarse.

El FSM no tiene nada de milagroso

Dicho esto, el Foro Social Mundial no debe analizarse solo en sus aspectos innovadores y positivos, ya que tiene limitaciones evidentes. Para comenzar, como se indicó más arriba, no representa al conjunto de todos los movimientos de resistencia global. Dos ejemplos: los zapatistas de México no forman parte del Foro, las luchas de resistencia de China no tienen contacto con el FSM. Además, la noción de estrategia alternativa no está sino en sus comienzos y el viejo debate entre reformistas y revolucionarios no ha sido cerrado. ¿Hay que romper con el sistema o solo acondicionarlo y retomar los mecanismos de regulación haciendo un capitalismo más civilizado? Este debate está siempre bien presente y seguramente va a retomar vigor. Puede ocasionar una división en el movimiento. Actualmente, el movimiento es la expresión de una alianza entre revolucionarios y reformistas sobre una plataforma mínima. Esta plataforma incluye reivindicaciones de base que van desde la tasa Tobin a la anulación de la deuda del tercer mundo, la lucha contra los paraísos fiscales... Pero si existe acuerdo por luchar juntos por esas reivindicaciones ¿cómo lograr los objetivos más fundamentales? Este otro mundo posible que estamos deseando y que querríamos que aparezca para que las nuevas generaciones puedan realmente vivir (no simplemente soñar o proclamar el deseo) ¿qué es realmente? Los debates estratégicos deben llevarse a cabo sobre ese tema. Es necesario a la vez debatir sobre la alternativa y los medios de alcanzarla. No podemos economizar en esa acción.

¿De dónde puede provenir el cambio?

Pienso que las fuerzas que actúan hacia el cambio, esos movimientos de resistencia se expresan en todos los sectores geográficos del planeta, incluso en un país que está, por el momento, al margen del proceso de los Foros Sociales: la China. Ese país está conociendo luchas sociales extremadamente importantes. Ellas recuerdan los finales del siglo 19 y los comienzos del siglo 20. Frente a un capitalismo a la ofensiva emergen formas de resistencia obreras o ciudadanas que evocan lo que hemos conocido hace 70, 80 años o más. Si se me pregunta de dónde puede provenir el cambio, yo diría que puede venir de cualquier lugar del planeta.

Venezuela y Bolivia: actores de cambio

Pero si se habla de cambio de tipo revolucionario, lo veo venir más bien del Sur que del Norte. Lo que hoy es lo más innovador y podría acercarnos a grandes cambios, es la experiencia venezolana y boliviana.
Por supuesto, es necesario no idealizar. Es necesario mantener un espíritu crítico. Esas dos experiencias no se reducen al rol de Hugo Chávez y de Evo Morales, aunque ambas figuras sean importantes. Esas figuras juegan hasta ahora un papel positivo en el proceso y son la expresión de movimientos poderosos que están en curso en sus países. Pero Evo Morales no estaría allí sin las grandes movilizaciones de Cochabamba de abril de 2000 contra la privatización del agua y el movimiento aún más importante de octubre de 2003 contra la privatización del gas natural. Chávez no habría accedido a la presidencia en 1998 si no hubiese existido el gran motín anti FMI de 1989 y la poderosa resistencia de los venezolanos.
Estos dos países dan el ejemplo porque, en ellos, el movimiento ha encontrado una expresión en el gobierno. Los dos gobiernos retomaron la iniciativa desde el punto de vista de los bienes comunes. Bolivia retomó el control sobre el gas y el agua, Venezuela reaseguró el control público sobre la producción petrolera y ha puesto los ingresos provenientes del petróleo al servicio de un nuevo proyecto social en el marco de una redistribución a nivel regional. Venezuela firmó acuerdos con países no exportadores de petróleo de la región y les vende el petróleo a un precio inferior al del mercado mundial. Además, Cuba, que tiene 20.000 médicos trabajando voluntariamente en Venezuela para dar atención sanitaria gratuita a la población, ha desarrollado con ese país y con Bolivia relaciones de cooperación tremendamente interesantes. Se trata de una cierta forma de trueque entre países dotados de capacidades diferentes, de historias diferentes y de modelos políticos diferentes. Esta experiencia actual resulta verdaderamente interesante. La referencia a la lucha de Tupac Amaru o de Simón Bolívar [
3] muestra la voluntad de relacionar la experiencia actual con las experiencias revolucionarias anteriores, enraizándola en la realidad Latinoamericana.

Invertir el curso de la historia

¿De dónde pueden provenir entonces las fuerzas capaces de invertir el curso de los treinta últimos años? Las experiencias ejemplares como las de Venezuela y Bolivia van a combinarse con las movilizaciones en América del Norte, en Europa occidental y en Japón, de esta conjunción de fuerzas del viejo mundo con las del nuevo puede producirse una verdadera inversión del curso de la historia. Dicho esto, igual nada podemos garantizar. De donde la importancia para cada uno de nosotros de tomar su parte en la acción ciudadana.

Hacia el socialismo del siglo XXI

No necesito creer en el hundimiento del capitalismo o en la victoria de un proyecto revolucionario para actuar en el día a día y resistir a la negación de la justicia. En la historia no hay nada de ineluctable. Por ejemplo, el capitalismo no se derrumbará por si mismo. No estoy seguro, a mi edad, de vivir una nueva gran experiencia revolucionaria pero pienso no obstante que es razonable imaginar que vamos a volver a partir hacia una forma de experiencia del tipo socialista. Esa idea no es en absoluto unánime en el movimiento, en el Foro Social Mundial..., pero yo soy de aquellos que consideran que es necesario reinventar el socialismo en el siglo XXI.

Mas allá de las experiencias traumatizantes del siglo XX, más allá de la figura horrible del estalinismo o de lo que ocurrió en China o en Camboya con Pol Pot, es necesario retomar el proyecto socialista emancipador del siglo 19 y los valores revolucionarios del siglo 18. Es necesario tener en cuenta los nuevos aportes de múltiples actores y las nuevas reivindicaciones y reinsertar todo ello en la realidad del siglo 21. El socialismo del siglo 21, es la unión libre de los productores, es la igualdad hombre/mujer, es un proyecto internacional, una federación de países y de regiones en el cuadro de grandes unidades continentales y en el respeto por los textos fundamentales, de los pactos internacionales como la Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, el Pacto sobre los derechos sociales, económicos y culturales de 1966, una serie de instrumentos para la definición de los derechos en el marco internacional y universal en el que habían sido escritos y adquiridos en ocasión de las revoluciones precedentes. La consecución de esos derechos fundamentales no podrá hacerse sin la puesta en práctica creativa de un nuevo modelo de socialismo en el siglo 21. Pero no puedo garantizar que ocurrirá en el plazo de mi vida. Por ese lado no soy particularmente optimista. Pero el siglo 21 tiene aún nueve decenios a vivir...

La Deuda con horizonte del 2015.

En la lógica actual, el ciclo infernal del endeudamiento, es un refuerzo del mecanismo de subordinación de los países del Sur de acá al 2015. No estamos absolutamente para una vía de resolución suave del problema. Estamos en una coyuntura totalmente especial en la que, objetivamente, los países endeudados podrían liberarse del yugo de la deuda porque las reservas en divisas que han acumulado, jamás han sido tan importantes. Si los países endeudados crearan un fondo, si colocasen en común sus reservas en divisas, podrían abstenerse de los acreedores del Norte y de nuevos préstamos. El problema es que en su mayoría, los gobiernos del Sur no tienen la voluntad de implantar un modelo alternativo de financiamiento ya que implicaría una repartición diferente de la riqueza. Romper la dependencia financiera con relación al Norte, financiar proyectos de desarrollo en el Sur por otra repartición de la riqueza agregando a nivel internacional las tasas globales que proporcionarían ingresos, objetivamente, es posible. Pero, por parte de los gobiernos del Sur, no se percibe la voluntad de hacerlo. Excepto Venezuela, Bolivia, un poco en Argentina y, de manera muy muy tímida, en Brasil: estos países de América latina reflexionan juntos sobre la constitución de un banco del Sud y de un fondo monetario del Sur. El debate está empeñado y las reuniones se efectúan, incluyendo reuniones con los bancos centrales de esos países. Esa es una evolución positiva pero, fundamentalmente, pienso que la solución va a venir de una voluntad, de una presión de la calle sobre un cierto número de gobiernos casi dispuestos a repudiar el pago de su deuda externa.

Pienso que, en los años venideros, vamos a ser testigos de una tensión muy fuerte en relación al tema de la deuda externa, de la solvencia de una serie de país y que esto va a provocar fuertes reacciones populares en los países del Sur en términos de exigencias de no pago de la deuda. Lo hemos visto una primera vez en diciembre de 2001, cuando Argentina suspendió el pago de su deuda con respecto a la mayoría de sus acreedores privados, y luego los cuatro años siguientes. Pienso que la experiencia argentina va a reproducirse dentro de dos o tres años.

Eric Toussaint , presidente del CADTM (Comité para la Abolicion de la Deuda del Tercer Mundo) Bélgica, autor de La Bolsa o la vida. Las finanzas contra los pueblos, CLACSO, Buenos Aires, 2004. Coautor con Damien Millet de 50 Preguntas /50 Respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial, Icaria- Intermon/Oxfam, Barcelona 2004 (varias ediciones adicionales en Ecuador -Editorial Aby-Yala-, Argentina -Ediciones Luxemburg-, Venezuela -Ministerio de Educación superior-, Cuba -Editorial del Oriente-); coautor con Damien Millet de Los Tsunamis de la deuda, Icaria- Intermon/Oxfam, Barcelona 2006; coautor con Arnaud Zacharie de Salir de la Crisis. Deuda y Ajuste. CADTM - Paz con dignidad, Madrid, 2002. Más información: http://www.cadtm.org/

El presente texto estará editado en francés por ATTAC 04 Francia en el libro colectivo “Voces rebeldes” (“Voix rebelles”).

Notas:

[1] Lo que inspiró al Comité para la anulación de la deuda del tercer mundo (CADTM) el nombre de su revista trimestral « Otras Voces del Planeta ». www.cadtm.org

[2] En octubre de 1971, el gobierno francés, bajo la dirección del ministro de Defensa, Miguel Debré, decide la ampliación del campo militar del Larzac creado en 1902. Los agricultores - rápidamente reunidos con millares de militantes llegados de todos lados - se oponen a este proyecto de extensión que expropiaría más de una centena de explotaciones. Este proyecto es finalmente anulado en 1981 por el nuevo presidente de la República, François Mitterrand, después de diez años de luchas no violentas.

[3] Simon Bolívar (1783-1830) fue el primero en intentar la unificación de los países de América Latina a fin de hacer una sola y única nación. Después de largas luchas, consiguió liberar a Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia de la dominación española. Siendo considerado como un verdadero héroe, su nombre ha sido utilizado para designar muchos lugares geográficos en toda América Latina.

En caso de reproducción de este articulo, mencione la fuente, por favor.
URL:
http://www.cadtm.org/

Traducido por Guillermo Parodi (Paraguay)

viernes, septiembre 01, 2006

Nº:34 - Conglobación, otro mundo es posible

Conglobación, otro mundo es posible
Francisco Morote

Históricamente la globalización ha sido la apuesta de la oligarquía capitalista mundial para superar, en su provecho, naturalmente, la crisis económica de finales de los sesenta y de la década de los setenta del siglo pasado.


¿ Cual ha sido el balance de la jugada?

En términos generales, altamente satisfactorio para ellos. Resucitando la vieja consigna liberal de “ todo el poder para el mercado” ( es decir, para ellos mismos ), y con la complicidad de organismos internacionales, como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional, la Organización Mundial del Comercio, y de gobiernos complacientes de signo liberal e, incluso, socialdemócrata, han logrado, mediante liberalizaciones, desregulaciones, privatizaciones, ataques al Estado del Bienestar, contrarreformas fiscales, deslocalizaciones industriales, fusiones empresariales, burbujas especulativas, etcétera, su objetivo fundamental, a saber : la recuperación de elevadas tasas de beneficios y el consiguiente impulso a la acumulación incesante de capital.

Ahora bien, si para los globalizadores la globalización no merece sino parabienes, para los globalizados a su pesar la globalización se ha traducido : en el plano económico en más desorden, sobre todo en el ámbito financiero, a causa de la plena liberalización de los movimientos de capital, capaces de originar catástrofes económicas y sociales como las de los años noventa del siglo pasado en América Latina, en el Sureste asiático y en Rusia ; en el plano social, en un aumento de la polarización y de las desigualdades entre el Norte enriquecido y el Sur empobrecido, y entre las clases sociales de la mayor parte de los Estados del mundo ; y en el plano ecológico, en un deterioro aún mayor del medio ambiente, amenazado, cada día más, por el cambio climático global, provocado por una contaminación industrial sin apenas control.

No es extraño, pues, que a lo largo del tiempo se haya ido configurando un amplio frente mundial, visible sobre todo desde los sucesos de Seattle de 1999, de sindicalistas obreros y campesinos, ecologistas, pacifistas, tercermundistas, defensores de los derechos humanos, etcétera, que en contracumbres y foros sociales han venido manifestando su rechazo a una globalización diseñada para favorecer los intereses de operadores financieros, inversores, bancos y empresas transnacionales.

¿ Qué pretende ese espectro de fuerzas, calificado despectivamente por los neoliberales de antiglobalizadores?

En la práctica ese frente, más real que oficial, que agrupa, en buena medida, a los viejos y a los nuevos movimientos sociales, con frecuencia antisistémicos, está dando forma, desde el convencimiento de que otro mundo es posible, a una opción, a una alternativa susceptible de ser asumida por pueblos, partidos, Estados y organismos democráticos internacionales. A esa opción, diferente a la globalización por los fines y por los medios, la llamo conglobación. El término, que existe en castellano con el significado de 1. Acción y efecto de conglobar – unir o juntar cosas o partes, de modo que formen un conjunto o montón – y 2. Juntamente y en compañía, expresa, en mi propósito, la idea y el proyecto de hacer, de construir entre todos los pueblos, Estados y organismos democráticos internacionales un mundo mejor, más justo y solidario, pacificado y ecológicamente sostenible. Un mundo donde los valores de la cooperación, la solidaridad y la ayuda mutua, el respeto por la naturaleza, por la vida, y por los derechos humanos y, muy especialmente, la repugnancia por la explotación de unos seres humanos por otros, sean la garantía de un futuro digno, seguro y libre para el conjunto de la humanidad. A mi juicio esa conglobación está en marcha, pero su éxito o su fracaso dependerá, en gran parte, de la inteligencia, de la generosidad y de la capacidad de entendimiento que demuestren los antiguos y los nuevos movimientos sociales, verdaderos motores de la conglobación. A todos ellos les corresponde una enorme responsabilidad, pues como escribía R. Dumont, pocos años antes de su muerte ( refiriéndose entonces a los nuevos movimientos sociales ), “ sólo si se unen, renacerá la esperanza”.