sábado, septiembre 01, 2007

Nº:86 - Los recursos que fluyen de los pobres a los ricos

Los recursos que fluyen de los pobres a los ricos
Sony Kapoor [1]

En general se piensa que los países ricos transfieren cantidades sustanciales de recursos a los países pobres. Si bien mucha gente – incluso los millones de personas que el año pasado fueron parte de la movilización denominada Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza (GCAP por sus siglas en inglés o Banda Blanca) – cree que los países ricos no están haciendo lo suficiente, pocos se cuestionan la verdad de la afirmación de que los países ricos están realmente ayudando a los pobres. ¡Deberían hacerlo!
Cada año se vuelcan miles de millones de dólares, una superabundancia de volúmenes de ayuda, de los países pobres a los ricos. Este dinero se vuelca adoptando la forma de pago de la deuda, transferencias del sector privado y – aún más importante – a través de las vías del comercio y la fuga de capitales. Estos egresos socavan la movilización de los recursos nacionales, rebajan la inversión local, debilitan el crecimiento y desestabilizan a los países haciéndolos más dependientes del ingreso de recursos externos inciertos.
Además, los ingresos, bajo la forma de ayuda, préstamos nuevos y corrientes de capital privado, vienen con condicionamientos adjuntos en forma de mandatos y restricciones en torno a los tipos de políticas que los países en desarrollo pueden aplicar. Esas limitaciones al espacio político socava el ejercicio de la democracia, son un obstáculo para la aplicación de políticas auténticamente nacionales y debilitan los esfuerzos por reducir la pobreza y lograr el desarrollo sustentable.
Es imperioso volver a evaluar todos los canales de transferencias de recursos entre los países ricos y pobres y adoptar medidas inmediatas para asegurar un incremento de los ingresos a los países pobres y una reducción de sus egresos.
Esto aumentará de manera sustancial la disponibilidad de recursos (especialmente nacionales) y permitirá que haya espacio político nacional para aplicar las políticas que coadyuven a la eliminación de la pobreza y el logro de un desarrollo sustentable.
Las corrientes de ayuda son insuficientes y de mala calidad. Esto puede resolverse logrando que la ayuda sea más previsible, liberándola de las restricciones políticas y los contratos con las empresas de los países donantes y controlando la recaudación de los impuestos internacionales, como en el caso del impuesto a los pasajes aéreos y los impuestos a las transacciones de divisas, para lograr las cantidades de fondos necesarias.
Tanto como una cuarta parte de la deuda que recae sobre los países pobres es execrable o ilegítima por su origen, en la medida que se ofreció conscientemente a dictadores o a otros regímenes ilegítimos, como el régimen del apartheid en Sudáfrica. Gran parte de ese dinero fue desviado y nunca se volcó en el país en cuyo nombre se pidió el préstamo.
En los últimos veinte años, los países en desarrollo pagaron más dinero bajo la forma de intereses, reembolsos, sanciones y multas por deudas viejas, de lo que recibieron bajo la forma de préstamos nuevos. A pesar de que casi todos los países pobres han pagado más de lo que pidieron prestado, sus deudas continúan aumentando y desviando sus recursos de los gastos cruciales en salud y educación.
Una cancelación inmediata de todas las deudas “odiosas”, ilegítimas e impagables, acompañada de una moratoria y el establecimiento de un proceso de arbitraje justo y transparente para el saldo de las deudas pendientes, así como la adopción de directrices transparentes y claras para los préstamos nuevos, ayudaría a revertir esta fuga de recursos que se produce a través del canal de la deuda.
Las corrientes privadas que adoptan la forma de inversiones extranjeras directas e inversiones de cartera y que se supone contribuyen a la transferencia de tecnología, la creación de puestos de trabajo, la estimulación de la economía local y el incremento del ingreso fiscal, en gran medida no cumplen esa función. Hasta no hace más de trece años atrás, las salidas en forma de ganancias y el desmonte de antiguas inversiones superaron los ingresos por concepto de inversiones nuevas. Muy probablemente esto mismo es lo que ocurrirá en un futuro cercano.
Las inversiones, especialmente en el África Subsahariana, generan ingresos de hasta un 30% anual, de manera que los países se ven forzados a tratar de atraer inversiones cada vez mayores para mantener un saldo positivo de las entradas de recursos. Esto restringe severamente el espacio político en la medida que los países reducen las tasas fiscales, otorgan exenciones impositivas e introducen políticas tales como la liberalización financiera, que priorizan los intereses de los inversionistas extranjeros por encima de los objetivos de desarrollo nacionales y alientan la fuga de capitales a través de canales legales e ilegales del sistema bancario.
La creciente amenaza de inestabilidad financiera que surge como resultado de esas políticas ha implicado que los países en desarrollo tengan que acumular una cifra que trepa a USD 2 billones por concepto de reserva de divisas, para protegerse de la crisis financiera. Dicha acumulación, que en su mayoría se invierte en bonos de países ricos a tasas de interés muy bajas, se produce a expensas de la inversión vinculada al desarrollo, cuya ganancia social es mucho mayor.
Más de la mitad del comercio de los países en desarrollo está controlada por empresas multinacionales que pueden manipular los precios de las transacciones comerciales y financieras con sus filiales en paraísos fiscales y en otros países, sacando así miles de millones de dólares de los países pobres.
Considerado en su conjunto, este drenaje cuesta a los países en desarrollo más de USD 500.000 millones por concepto de egresos exentos de impuestos, lo cual socava por completo el impacto de la ayuda y de otros ingresos de recursos e impide a estos países transitar un camino de desarrollo sustentable.
Para tapar ese drenaje es imperioso controlar y revertir la liberalización de la cuenta de capital y reinstaurar requisitos de desempeño nacional así como restricciones a la inversión extranjera en materia de repatriación de ganancias. Otras medidas tales como la eliminación del secreto bancario, la eliminación de los paraísos fiscales y una acción enérgica contra las instituciones financieras, las firmas contables y jurídicas y las empresas multinacionales que facilitan la evasión de esos recursos, también ayudarían a contener el drenaje.
Más de la mitad de la riqueza de África y América Latina está localizada ahora en el exterior, en gran medida en paraísos fiscales y centros financieros tales como Londres y Nueva York. La identificación y repatriación de esos activos – que en su gran mayoría fueron adquiridos o transferidos ilegalmente – así como la reversión de la fuga de capitales, movilizará recursos nacionales, abrirá espacios políticos y permitirá a los países en desarrollo desarrollarse de manera sustentable.

El escenario


… desafiando toda lógica y necesidad económica, hace ya varios años que se viene dando la transferencia neta de recursos y capital del mundo en desarrollo pobre y escaso de capital, hacia el mundo desarrollado rico y con excedente de capital. El dinero, en lugar de volcarse a inversiones productivas en los países en desarrollo con un alto potencial de ganancias, se ha destinado a alimentar la explosión de precios inmobiliarios y accionarios en países ricos tales como el Reino Unido y los Estados Unidos…
A pesar de que en 2005 los temas de desarrollo recibieron una atención sin precedentes por parte de los medios de difusión, fueron objeto de fuertes movilizaciones populares y adquirieron perfil político, poco se logró en cuanto a disponer de la escala de recursos necesarios para alcanzar siquiera los modestos Objetivos de Desarrollo del Milenio, menos aún financiar un desarrollo sustentable. El acuerdo sobre la cancelación de la deuda y las promesas de aumento de la ayuda ofrecen apenas una fracción de los recursos que se necesitan ante un déficit de financiamiento que crece día a día.
La atención puesta en la tríada conformada por la deuda, la ayuda y el comercio fue demasiado restringida; el debate sobre el desarrollo se ha enfocado exclusivamente en tratar de aumentar las entradas a los países en desarrollo, poniendo escasa atención – o ninguna – en el creciente egreso de dinero y recursos desde los países en desarrollo. A pesar de una movilización sin precedentes de grupos de la sociedad civil y un debate amplio de la deuda, la ayuda y el comercio, al más alto nivel político, pocos fueron los avances tangibles logrados en términos de la salida neta de recursos.
Uno de los fenómenos más perturbadores de las últimas décadas ha sido la persistente y creciente transferencia de recursos desde los países en desarrollo pobres hacia el exterior[2]. Esto ha adoptado numerosas formas, tanto legales como ilegales, algunas de las cuales se discuten a continuación.
Esto ha tenido consecuencias negativas graves para las necesidades de desarrollo y humanitarias de esos países, donde como consecuencia de la salida neta de los recursos nacionales – de por sí escasos – se quedan con menos recursos para atender las necesidades nacionales en materia de desarrollo y de intervenciones vitales de carácter humanitario, como es el caso de la prestación de servicios básicos de asistencia médica.
Ocasionalmente se ha hablado con hipocresía de la importancia de la Movilización de los Recursos Nacionales, pero eso se ha limitado a aumentar el grado de recursos nacionales a través de herramientas nuevas, excluyendo una consideración más importante que es la de “retener” los recursos movilizados a escala nacional. Esto implica que los recursos nacionales continúan propensos al “drenaje”.


Las entradas se estancaron – las salidas aumentan

Al mismo tiempo que se estancó el incremento de las entradas, aumentaron las salidas de los países en desarrollo más pobres, bajo la forma de pago del servicio de la deuda, creación de reservas de divisas, déficit comerciales, remesa de ganancias y – lo más importante – fuga de capitales.
Esto ha restringido severamente el margen de maniobra dentro de varios países. La “sangría” de la recaudación gubernamental debido al aumento de la competencia en materia de impuestos, la evasión fiscal y la caída de aranceles sobre las importaciones, ha exacerbado aún más la situación, restringiendo la disponibilidad de recursos para invertir en atención básica de la salud, educación e infraestructura. También ha provocado un aumento de la dependencia de la ayuda.
La atención puesta en las entradas, no en las salidas
No obstante, hasta ahora las políticas de desarrollo han centrado su atención en el incremento de la ayuda, el aumento de la inversión extranjera directa, la canalización de las remesas y otras consideraciones por el estilo. La discusión sobre el comercio, que también se considera un mecanismo de distribución de los recursos, se centra casi exclusivamente en el aumento de las exportaciones de los países en desarrollo. La cancelación de la deuda, que comienza a abordar la cuestión de reducir las salidas de los recursos, se discute dentro de parámetros muy limitados, que aún bajo los escenarios más optimistas tendría escaso impacto sobre la dirección de las corrientes de recursos netos.

La ayuda para el desarrollo


La ayuda real, el dinero de la ayuda que está disponible realmente para financiar el desarrollo de los países más pobres, asciende solamente a alrededor de USD 30.000 millones por año o tan solo un 40% del volumen total de ayuda. Los costos administrativos, la ayuda técnica, la contabilización de la mitigación de la deuda, la vinculación de la ayuda con las compras al país donante y la ayuda a países menos necesitados pero con importancia estratégica por su ubicación geográfica, son algunas de las razones por las que más del 60% del volumen actual de ayuda no está disponible como dinero que pueda destinarse a satisfacer necesidades de desarrollo reales y urgentes, como el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. Esto existe dentro de un contexto más amplio de volúmenes de ayuda insuficientes, que a pesar de las promesas actualmente están apenas en un 0,3% del Ingreso Nacional Bruto de los países donantes.
Aún así, hay una nueva discusión sobre “fuentes innovadoras de financiamiento”, como, entre otras, el impuesto a los pasajes aéreos y los impuestos a las transacciones de divisas y a otros tipos de transacciones financieras. Esto ofrece una vía promisoria para mejorar la calidad y cantidad de la ayuda[3].


La deuda

La deuda, que tiene un enorme potencial como fuente de fondos para financiar el desarrollo, ha terminado siendo una vía para que salgan importantes cantidades de recursos de los países más pobres. Por ejemplo, los países de bajos ingresos, que recibieron donaciones de aproximadamente USD 27.000 millones en 2003, pagaron casi USD 35.000 millones por concepto de servicio de la deuda. El África Subsahariana ha visto aumentar el volumen de su deuda en USD 220.000 millones a pesar de que pagó USD 296.000 millones, de los USD 320.000 millones que pidió prestado desde 1970.
De hecho, desde 1984, las transferencias netas hacia los países en desarrollo canalizadas a través de la deuda (el neto de ingresos como préstamos nuevos y de egresos bajo la forma de pago del servicio de la deuda) han sido negativas todos los años, salvo tres. De manera que la deuda, en lugar de brindar una fuente de financiación para el desarrollo se ha convertido en una fuente importante de drenaje de los escasos recursos de los países en desarrollo.
Lo que empeora la situación es que, en primer lugar, una proporción importante de la deuda pendiente nunca ingresó al país deudor. El dinero prestado a los dictadores y regímenes corruptos tales como el de Mobuto de Congo, Abacha de Nigeria y Suharto de Indonesia, fue guardado en el exterior para enriquecer personalmente a los dictadores. Otra parte importante de la deuda fue utilizada para financiar proyectos en lugares donde había sospechas de corrupción y no se cumplieron los requisitos de la diligencia debida.
La central nuclear de Bataan, en Filipinas, que nunca generó electricidad porque fue construida sobre una falla sísmica, es uno de esos ejemplos. Sin embargo, el gobierno de Filipinas todavía está reembolsando la deuda contraída para construir esa central. Incluso países pobres como Zambia y Nigeria continúan destinando una cuarta parte de su presupuesto para pagar el servicio de la deuda, mucho más de lo que destinan a salud y educación juntas.
Si bien la cancelación de la deuda ha estado durante un tiempo en la agenda, las cantidades que se están considerando son pequeñas en comparación con la escala del problema y se financian con presupuestos para la ayuda, que ya son bastante magros.
No obstante, la reciente iniciativa del gobierno Noruego acerca del tema de la “deuda odiosa” e ilegítima, brinda una posibilidad promisoria de abordar finalmente las cuestiones reales que están por detrás de la crisis de la deuda, de una manera abierta, honesta y efectiva. Tiene el potencial de “hacer borrón y cuenta nueva” finalmente, para los países que han estado sufriendo bajo la carga de una deuda injusta e impagable, y permitirles un comienzo nuevo. A los países e instituciones acreedoras les ofrece la posibilidad de aprender de sus errores del pasado.
También hay esperanzas de que los recientes acuerdos de Argentina con acreedores privados de la deuda de ese país, de Nigeria con acreedores bilaterales y de los Países Pobres Muy Endeudados con acreedores multilaterales, finalmente abran el camino a un debate serio sobre un tratamiento sistémico de los problemas de la deuda con el establecimiento de un Proceso de Arbitraje Justo y Transparente, preferentemente bajo la égida de las Naciones Unidas.


Inversión Extranjera Directa

La realidad de la Inversión Extranjera Directa (IED), que en los últimos años se ha convertido en la mayor fuente de entrada de fondos a los países en desarrollo, también es preocupante. A pesar de que en teoría la IED puede contribuir significativamente al desarrollo, en los hechos ha hecho muy poco para merecer la atención que ha concitado en estos últimos tiempos, en que numerosas autoridades la han considerado en forma creciente como el vínculo más importante del proceso de desarrollo.
Si bien desde 1992 se ha considerado a la IED como la mayor fuente de entradas a los países en desarrollo, ha estado muy concentrada. Un pequeño grupo de países, tales como China, India, Brasil y México, representan el grueso de los recientes incrementos de IED. Los países del África subsahariana, muy necesitados de capital, obtienen muy poca IED. Además, cuando una empresa extranjera adquiere una operación nacional en curso se utilizan crecientes cantidades de IED para fusiones y adquisiciones (que no contribuyen directamente a aumentar la capacidad productiva o a proporcionar transferencia de tecnología).
Las entradas de IED están acompañadas de grandes salidas bajo la forma de repatriación de ganancias. Para el África subsahariana, por ejemplo, aparte de un periodo de diez años desde 1994 a 2003, las entradas de fondos a través de nuevas IED fueron superadas o igualadas por la salida de fondos como remesas de ganancias sobre la IED existente. Cuando en un país crece el volumen de IED, también crece el potencial de la futura repatriación de ganancias. En el África Subsahariana, la tasa promedio de beneficios a partir de la IED es entre 24% y 30%, lo que muestra que el margen para que exista un incremento de las futuras salidas es muy grande. Para numerosos países pobres, la IED continúa siendo una vía de salida neta de recursos.
Las preocupaciones señaladas anteriormente se ven exacerbadas porque hay fuertes evidencias para creer que tanto los volúmenes de IED como las remesas de ganancias declarados están por debajo de sus números reales, y tal vez lleguen a ser el doble o el triple de las cifras informadas.
Uno de los beneficios mayores de la IED esgrimido con frecuencia es que las ganancias generadas aumentarán la recaudación fiscal del gobierno. Sin embargo, con el gran aumento de la competencia fiscal y un crecimiento exponencial de las inversiones de enclave (entre otras las zonas francas, o de promoción de las exportaciones) este beneficio prácticamente ha desaparecido. Honduras, por ejemplo, ofrece exenciones impositivas permanentes y cada vez es más común que se concedan franquicias impositivas de hasta 20 años. Esto ha estado acompañado de una tendencia general y acelerada a la baja en las tasas de los impuestos aplicados a las empresas y en algunos sistemas de promoción de las exportaciones las tasas efectivas de las contribuciones ¡han caído por debajo de cero!
La situación de por sí grave se ha combinado con la creciente tendencia a la evasión fiscal por parte de las empresas multinacionales que actúan en los países en desarrollo, y el sector extractivo es sin duda el mayor culpable. Algunas de las herramientas utilizadas para esto son:
utilizar precios inadecuados para valorar las transacciones comerciales entre filiales de tal manera de maximizar las ganancias en una jurisdicción donde los impuestos son bajos,
utilizar transacciones financieras entre empresas o entre matriz y filiales, tales como préstamos de la casa matriz a la subsidiaria a tasas de interés exageradas para sacar las ganancias del país receptor,
utilizar valores exagerados para bienes intangibles, tales como buena fe o patentes y regalías como forma de que figuren menos ganancias que las reales, y
toda una serie de otras prácticas por el estilo, como por ejemplo realizar una facturación falsa de la calidad y/o cantidad de importaciones y exportaciones
La atención puesta en general en la IED, los generosos incentivos ofrecidos y las estrategias de las multinacionales para evitar impuestos y blanquear las ganancias socavan el sector privado nacional colocándolo en desventaja competitiva frente a multinacionales fuertes con mayor capacidad financiera. Esta competencia desleal conspira contra el desarrollo a largo plazo de los países pobres.
Sobretodo, la IED no ha cumplido la promesa de generación sustancial de empleo, integración con la economía nacional y transferencia de tecnología. Mientras que los costos de la IED han sido muy reales, los beneficios no se han visto. Por lo tanto, es necesario repensar la atención puesta actualmente en la IED como herramienta central del desarrollo, y que los países en desarrollo y desarrollados tomen medidas de control del daño para minimizar los efectos perniciosos y tengan un análisis costo-beneficio más crítico para las inversiones futuras en los países en desarrollo.

Comercio


Los vínculos entre comercio y movilización de los recursos son complejos. No hay duda de que el comercio tiene la capacidad de tener un impacto positivo importante en el desarrollo. Sin embargo, al mismo tiempo es probable que el potencial del régimen comercial actual para generar recursos para invertir en el desarrollo esté exagerado. Lo que es pertinente para un país desde la perspectiva de la generación de recursos externos es el exceso de exportaciones sobre las importaciones o el excedente comercial. Cuanto mayor sea el excedente comercial, mayores serán los recursos que genere la vía del comercio para el desarrollo.
Presionados por la Organización Mundial del Comercio (OMC), las Instituciones Financieras Internacionales (IFI) y los países ricos, los países en desarrollo se han visto forzados a bajar sus aranceles sobre las importaciones y liberalizar el comercio. Si bien esto ha aumentado las importaciones (incluso las de los artículos no esenciales y suntuarios), no ha ocurrido lo mismo con las exportaciones. Las subvenciones y el proteccionismo continuado de los países ricos, especialmente en el sector agrícola (y textil), en el cual los países en desarrollo tienen una ventaja competitiva, también han contribuido de manera significativa a la reducción de las exportaciones provenientes de los países en desarrollo.
Numerosos países en desarrollo, especialmente de la región del África Subsahariana y de América Latina, sufren permanentes déficit comerciales en los cuales se ven obligados a pedir prestado (o utilizar dinero de la ayuda o tratar de atraer IED para generar escasas divisas) para pagar el exceso de importaciones con respecto a las exportaciones. Esto significa que el comercio, en lugar de impulsar los recursos disponibles para la inversión nacional, también ha actuado como fuente de drenaje de los escasos recursos nacionales. Incluso en los países en desarrollo que tienen superávit comercial (salvo los principales exportadores de petróleo), el excedente comercial rara vez ha representado más de uno o 2 puntos porcentuales de INB, que si bien es importante no es enorme y puede contribuir al desarrollo solamente si actúa en conjunto con otras fuentes de fondos.
Más del 60% del comercio internacional es ahora comercio entre las diversas filiales de las empresas multinacionales. Una gran parte de esto pasa por los paraísos fiscales, que se caracterizan por el secreto bancario y la aplicación de niveles impositivos bajos o cero para las empresas extranjeras. Esto significa que las empresas tienen enormes oportunidades para sacar sus ganancias de los países en desarrollo y colocarlas en estas jurisdicciones de impuestos bajos. La forma más fácil de hacer esto y la que más se utiliza es a través de la práctica de facturación falsa y de transferencia de precios alterados, donde las empresas fijan los precios de las exportaciones por debajo de su valor y los de las importaciones por encima, de manera que las ganancias se declaran en los paraísos fiscales y en otras jurisdicciones que no son de países en desarrollo. Esto implica que las ganancias declaradas en los países en desarrollo están muy por debajo de lo que son en realidad. Las empresas tanto nacionales como internacionales sacan anualmente de los países en desarrollo entre USD 200.000 millones y USD 350.000 millones con éste y otros mecanismos por el estilo.
Las discusiones sobre el Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios (AGCS) para la liberalización del comercio de servicios, tiene el potencial de exacerbar este problema de la fuga de capitales. Los servicios son intangibles, a diferencia de los bienes, y son más personalizados en comparación con los bienes, que son más genéricos, y las posibilidades de realizar sub-declaraciones en materia de servicios es mucho mayor ya que es más difícil de detectarlas debido a su naturaleza móvil. Todo esto hace que la fuga de capitales a través de la facturación falsa de servicios sea más fácil y por lo tanto es un problema potencialmente mucho mayor que la fuga de capitales a través de la facturación falsa de bienes. Esto significa que es necesario salirse de la tendencia actual de liberalización de los servicios para poder rehacer el análisis costo-beneficio para los países en desarrollo de manera que se incluya la fuga de capitales en los análisis.
De ahí que, si bien el comercio puede incrementar sustancialmente la eficiencia de una economía y aportarle numerosas ventajas, su potencial como fuente de fondos para el desarrollo está quizás exagerado y no se registran debidamente los costos potenciales que ocurren con la fuga de recursos debido a la fijación de precios por debajo del valor verdadero. Es imperioso tener una discusión equilibrada sobre las cuestiones comerciales, que refleje exhaustivamente todos los beneficios así como los costos – especialmente para los países en desarrollo.

La fuga de capitales

Por cada dólar de ayuda que ingresa a los países en desarrollo, salen diez dólares como fuga de capitales. Sin embargo, este es un aspecto que por lo regular no es tomado en cuenta en las discusiones sobre el desarrollo. Se ha estimado que los países en desarrollo pierden más de USD 500.000 millones cada año por concepto de egresos ilegales que no son declarados a las autoridades y sobre los cuales no se pagan impuestos.
La vía principal para la fuga de capitales es el comercio, en el cual la fijación del precio de las transacciones por debajo de su valor real, la utilización de transacciones fraudulentas y la transferencia de precios por debajo del valor real entre filiales de la misma compañía, sumadas a la ayuda de los paraísos fiscales y del secreto bancario, socavan por completo la capacidad fiscal de los gobiernos de los países en desarrollo así como su capacidad de movilizar recursos nacionales.
Los individuos acaudalados y otras elites nacionales se aprovechan del aparato institucional del secreto, la banca privada y los paraísos fiscales, para sacar miles de millones de dólares de los países en desarrollo pobres, privando a sus conciudadanos de la atención de las necesidades más básicas como la atención de la salud.
Las multinacionales occidentales, las instituciones financieras, las firmas contables, los centros jurídicos y financieros, todos han sido cómplices de perpetrar, facilitar y solicitar activamente esta fuga de capitales. A menos que esto se detenga no podrán lograrse avances reales en materia de desarrollo sustentable.
Si queremos avanzar por el camino del desarrollo, es fundamental primero saber bien lo que ocurre y comenzar un debate honesto sobre las finanzas para el desarrollo. No es posible tener ese debate leal, menos aún aplicar políticas correctivas, si no denunciamos el mito de los aportes actuales para el desarrollo y aunemos nuestras manos para tapar los drenajes del sistema.


[1] Asesor Principal de Política y Economía. Consultor internacional de finanzas, desarrollo y medio ambiente. Este documento se basa en Kappor, S. (2006). “Learning the Lessons - Reorienting Development. Which Way Forward for Norwegian Development Policy”.

[2] Ver en este Informe el recuadro de Iara Pietrikovsky “América Latina: deuda, inversiones, fuga de capitales”.

[3] Ver en este Informe el capítulo temático de John Foster “Las fuentes innovadoras: más allá del tabú” y de Peter Wahl “Impuestos internacionales: llegó la hora”.