viernes, marzo 31, 2006

Nº:12 - El “Manifiesto de Porto Alegre" y el futuro de los FSM (B.Cassen)

En 2006 no habrá un único Foro Social Mundial (FSM) tal y como lo hubo durante los cinco años precedentes: 4 en Porto Alegre, Brasil, y uno, en 2004, en Mumbai, India. A la espera de 2007, donde un sexto Foro de este tipo está previsto en África, se logró un acuerdo en el seno del Consejo Internacional del FSM para organizar, en su lugar, y en varios países, una serie de encuentros inscribiéndose en el concepto genérico de “Foro Social Mundial Policéntrico”. El más importante de entre ellos será con seguridad el de Caracas, previsto para las fechas del 24 al 29 de enero, y que tendrá a su vez el estatuto de Segundo Foro Social de las Américas.

Las fechas decididas para Venezuela coinciden con las del World Economic Forum (WEF) de Davos, con el fin de reanudar una tradición que sólo había sido interrumpida en el Foro de Mumbai. La razón es simple: no dejar a los “amos del mundo” el privilegio mediático de expresar, sin contestación y a cada principio de año, su visión del futuro del planeta. Tal y como la experiencia ha probado, esta simultaneidad entre los dos Foros constituye un importante activo. Fue precisamente el fundador y presidente de Davos, Klaus Schwab, quien dio el consentimiento no sin una profunda irritación. Expresándose ante periodistas en Buenos Aires, el 21 de marzo de 2001 (dos meses después del segundo FSM), declaró que el FSM había provocado “un giro negativo” en relación al prestigio del WEF. “Esto es el colmo”, proseguía, “de manera muy inteligente, ponéis un nombre al lado de otro mundialmente conocido como el del Foro de Davos, y pasáis a ser conocidos”. En términos de lógicas de la comunicación, la conclusión de M. Schwab era en parte exacta: “Sin Davos, nadie hubiera nunca oído hablar de Porto Alegre”. La afirmación es exagerada, pero hay que reconocer que hemos sabido explotar al máximo la concomitancia de las fechas de los dos Foros.

Ya desde el primer FSM, en 2001, resultó que la ciudad de Porto Alegre no podía por sí sola concentrar, una vez al año, el conjunto del movimiento internacional de resistencia y de elaboración de alternativas a la mundialización liberal, lo que más tarde se ha llamado el movimiento “altermundista”. En la sesión de clausura, en la cual se anunció el mantenimiento de la capital del Estado de Rio Grande do Sul como ciudad anfitriona del FSM 2002, se precisó que este Foro debería también mundializarse geográficamente. Esta mundialización no comenzó realmente sino al año siguiente con la celebración de los Foros Sociales temáticos y continentales (también llamados regionales, en términos de regiones del mundo), en particular los Foros Sociales Europeos (FSE) de Florencia (2202), de Paris y de Saint-Denis (2003) y de Londres (2004). Habría también que contar los Foros nacionales y los Foros locales pero la lista sería demasiado larga de citar.

Los dueños de las transnacionales, banqueros y dirigentes políticos disponen de varias ocasiones para encontrarse informalmente a lo largo del año, bien sea en Davos y sus variantes locales, en el marco de la Comisión Trilateral, de la Mesa Redonda de los Industriales Europeos (ERT), del Transatlantic Business Dialogue, del World Business Council for Sustainable Development, del Grupo Bilderberg o en lo múltiples simposios organizados por fundaciones americanas y europeas. En el ambiente cargado de estos cónclaves, se hace balance de la situación de la mundialización liberal, de los peligros que la acechan, de las fuerzas del conflicto y de las maneras de responderle. No se necesita publicar comunicados: la información y las estrategias, actualizadas permanentemente, circulan de boca en boca hasta el punto de establecer vínculos personales en el seno de estos comités de dirección del mundo. Los artículos de revistas, los documentos de trabajo de difusión limitada y a veces los documentos de trabajo de difusión restringida y quizás las actas de los periodistas cuidadosamente escogidos para asistir a estas discretas negociaciones, se hacen eco de este proceso.

En lo que se refiere a los movimientos sociales, nada parecido. Ciertamente, los sindicatos, a través de sus estructuras internacionales, las innumerables campañas, las redes asociativas, confesionales, universitarias, humanitarias, etc., tienen ocasiones para encontrarse periódicamente, pero la experiencia prueba que de sus reuniones sectoriales pocas acciones globales concertadas salen adelante. Precisamente porque son sectoriales. Faltaba un espacio donde el mayor número de actores sociales, cuyos precedentes, en general desprovistos de medios y a menudo aislados geográficamente, pudieran encontrarse, intercambiar, federar y articular sus luchas.

Los Encuentros internacionales de Saint-Denis en junio de 1999, organizados por Attac Francia (de la que entonces era yo presidente) habían, incluso modestamente, constituido un primer espacio de prefiguración. En mi intervención de apertura, había indicado que “uno de los méritos de nuestro encuentro consiste en dar una visibilidad global a los combates que quedan atomizados y que se ignoran los unos a los otros. También consiste en mostrar su coherencia y su convergencia. A lo largo de estas tres jornadas, vamos a analizar, a intercambiar nuestras experiencias y a elaborar propuestas de acción para los meses y años venideros. Sobre todo, vamos a aprender a conocernos en el seno de un mismo país, en el seno de un mismo continente y entre continentes. Vamos a tender pasarelas y puentes entre nosotros”. Entonces ignoraba, evidentemente, que se establecería, en menos de dos años, un espacio capaz de responder a esta ambición: el FSM. Un espacio donde podrían elaborarse gradualmente consensos y donde se elaboraría igualmente el inventario de los acuerdos y divergencias sobre las cuestiones todavía en debate entre movimientos de todos los tipos. También, un espacio donde se definirían estrategias comunes.

En efecto, la novedad radical del FSM la constituye el haber pasado, integrándolo al mismo tiempo, de una cultura del “no” –aquella que se había traducido espectacularmente en las manifestaciones de Seattle contra la OMC, en 1999, y en las que le iban a seguir– a una cultura del “sí”, implícita en la consigna “Otro mundo es posible”. Pero también la constituye, mediante la elaboración de alternativas, el hecho de haber esbozado los límites de coaliciones planetarias, continentales, incluso nacionales, reagrupando a los actores y a los movimientos sociales en lógicas no siempre espontáneamente convergentes, por ejemplo, sindicatos y asociaciones, al igual que estructuras como las Iglesias, incluso reagrupamientos de pequeñas y medianas empresas (PYMES) y también los cargos electos nacionales o locales del sufragio universal, de acuerdo a las modalidades originales.

Desde sus primeros textos, y sobre todo en el documento de referencia que es su Carta de Principios elaborada en junio de 2001 con el fin de “enmarcar” a los futuros Foros, el FSM se definió a la vez como un espacio y un proceso, y absolutamente de ninguna manera como una entidad. Se trata, desde Porto Alegre I (enero de 2001), de proporcionar un lugar de intercambios, de diálogo, de elaboración de propuestas, de instauración de estrategias de acción y constitución de coaliciones de todos los actores sociales que rechazan la mundialización liberal, siendo este rechazo la condición sine qua non de la participación en sus actividades. Pero cada uno de estos pasos sólo compromete a las organizaciones que quieran implicarse y no al conjunto de las presentes en el Foro.

El FSM no se pronuncia pues como tal, no hay un “comunicado final” de sus reuniones; sólo hay textos adoptados en el FSM, pero no textos del FSM, a parte de aquellos que, precisamente, fijan las reglas del juego. Esto vale no solamente para el mismo FSM, sino también para la mayor parte de sus variantes continentales (como los Foros Sociales Europeos), así como para su estructura de control que es su Consejo Internacional. Esto también vale para las llamadas convocatorias de los “movimientos sociales” elaborados en el transcurso de las diferentes sesiones del FSM.

Este estatuto no ha sido siempre comprendido por los observadores: para ellos, resultaba difícil admitir que un Foro terminase sin propuestas y declaraciones oficiales; de ahí su tendencia a afirmar que éramos incapaces de “positivar”, que abandonábamos el terreno tan pronto como había que volver a la realidad. Les habría bastado con pasearse por alguno de los cientos de talleres o seminarios de los FSM, de 2001 a 2005, para constatar que sus propuestas abundaban.
El proceso del FSM parece constituir por partida doble una bifurcación histórica:

Primero, por la elaboración progresiva, a niveles local, nacional y mundial, de un corpus cada vez más compartido por los actores sociales (con las precauciones de método que acabo de mencionar) de análisis y propuestas en ruptura con las políticas neoliberales.
A continuación, por la multipolaridad geográfica de sus fuerzas y protagonistas, de la que la elección de una ciudad de Brasil, por lo tanto del Sur, como primer abanderado, constituye su concretización simbólica.

Otra característica positiva de los Foros, desgraciadamente subestimada por la gran mayoría de los movimientos sociales, así como por el Secretariado Internacional y el Consejo Internacional del FSM (instancias en las que este tema jamás ha sido debatido), es la inclusión de los cargos electos en los procesos. La relación entre los movimientos sociales y la esfera política constituye un sempiterno objeto de debate teórico y práctico, cuyos términos varían considerablemente de un país al otro. Por mi parte, siempre he pensado que no necesitábamos ningún intermediario para dialogar con los partidos y los cargos electos. Basta con conservar en la cabeza algunos principios simples y algunas reglas de trabajo y de respeto mutuo.

En la Carta de Principios se precisa que “no podrán participar en el Foro, como tales, los representantes de los partidos, ni las organizaciones militares. Podrán ser invitados a participar, a título personal, los gobernantes y parlamentarios que asuman los compromisos de la presente Carta”. En lo que concierne a los partidos y responsables políticos, algunos, especialmente en Francia, han podido ver una contradicción entre estos principios y la presencia muy mediatizada de los dirigentes e incluso de ministros en los cinco FSM. En parte, esta presencia se explica por la celebración, en la víspera de un Foro o al mismo tiempo que él, de otros dos tipos de Foros: el de las autoridades locales y el de los parlamentarios. En estos dos encuentros, diputados, senadores, ministros, etc., toman la palabra de acuerdo a su condición de representantes políticos. Después, tienen total libertad de participar, no como delegados, sino como observadores, en los seminarios y talleres del FSM.

Este choque entre los dos tipos de reuniones comporta al menos dos grandes ventajas: la de incorporar a los cargos electos en el movimiento de conjunto del FSM y la de permitir los contactos entre éstos y militantes asociativos y sindicales. A título de anécdota, durante el FSM 2002, en el bar del hotel Plaza Sao Rafael, tenía a algunas mesas de distancia a Bertrand Delanoé, alcalde de Paris, y a Patrick Braouzec, alcalde de Saint-Denis. Fue ahí donde logré su acuerdo para la recepción conjunta, por parte de las dos ciudades, del Foro Social Europeo en 2002, aplazado más tarde a 2003.

Otra repercusión muy positiva, la constituyen los documentos finales de los Foros de las autoridades locales y de los parlamentarios, que marcan un punto de inflexión notable en la implicación de los cargos electos en la lucha contra la mundialización liberal y, para los parlamentarios, a favor de la tasa Tobin, contra el Acuerdo general sobre el comercio de los servicios (AGCS) de la OMC (en inglés: General Agreement on Trade in Services (GATS), contra la guerra de Irak, etc..

La puesta entre paréntesis de un FSM realmente “100% FSM” en 2006 no está solamente ligada a la necesidad de esperar a que África esté lista para recibir uno en 2007. También atiende al estancamiento de la fórmula inaugurada en 2001, aunque haya sido ya en parte renovada en Porto Alegre en 2005, con una consideración prioritaria de las solicitudes de los movimientos sociales en la elaboración del programa. La cuestión constantemente planteada, tanto por los delegados como por los que, infinitamente más numerosos, siguen el proceso a distancia, es la siguiente: ¿Cuáles son los acervos de estos encuentros de masas –sean mundiales o europeos como es nuestro caso– y en qué pueden concretamente desembocar? Existen varios “indicadores” posibles y muy diferentes para medir su éxito hasta ahora:

¿El número de participantes? Se ve que, después del efecto de masas constatado desde el primer FSM, y que ha culminado con los 150.000 participantes en 2005, “hacer cifras” no prueba gran cosa. Siempre se podrán reunir a más delegados, ¿y entonces?

¿La ampliación de la base social y del abanico de organizaciones que se incorporan al proceso de los Foros en busca de “otro mundo posible”? Desde este punto de vista, el número de participantes ha constituido un elemento importante pues ha podido incitar a las organizaciones reticentes (en particular, sindicales) a no privarse de una tribuna mediática y a enarbolar temporalmente una “bandera” altermundista. Pero, para algunos, las cosas se quedan ahí, no hay compromiso en las acciones ulteriores. Esta situación está afortunadamente en constante evolución.

¿La incorporación de las fuerzas sociales del país o del continente de acogida en el movimiento altermundista? Esto fue una de las grandes conquistas de Porto Alegre: al celebrarse el Foro en Brasil, América Latina se convirtió en parte involucrada de primer instancia de un conflicto neoliberal hasta entonces esencialmente euro-americano y a partir de ahora multipolar. En Mumbai, en 2004, ocurrió algo histórico: Asia del Sur y, en menor medida, Asia Oriental, formaron en adelante el cuarto componente de pleno derecho del frente de denegación del orden neoliberal mundial.

¿La proyección pública de las propuestas elaboradas en el seno de los Foros y su inyección en las políticas nacionales, continentales e internacionales? Aquí es donde aprieta el zapato: para la mayoría de los mortales, los Foros mundiales siguen siendo una suerte de Fiesta de La Humanidad itinerante con sus lados buenos (el “todos juntos” internacionalista) y sus límites: cada uno de nosotros tiene siempre dificultades para explicar qué salió de un Foro. Las llamadas convocatorias de las asambleas de los movimientos sociales no pueden en realidad jugar este papel, a no ser que sea en razón de la disparidad entre el número de organizaciones que las elaboran y adoptan y el número total de aquellas que participan en las actividades de los Foros: un informe que se sitúa, como máximo, en una ratio de entre 1:20 y 1:50.

Todo esto no es poco, pero todavía no se traduce en perspectivas de cambio en un horizonte previsible. Es más, ¿qué cambio? El movimiento altermundista afirma que “otro mundo es posible”, pero ¿cuál o cuáles? Nos encontramos ante una paradoja: numerosas propuestas salen adelante en el seno de los Foros, pero, oficialmente, se quedan mudas. De ahí, a falta de una circulación adecuada de la información, el riesgo de repetirse de un encuentro; de ahí, igualmente, una frustración en muchos de los participantes (y todavía más en la casi totalidad de los no participantes) que espera una mínima salida programática.

En estas condiciones, la primera prioridad es la constitución y conservación, con los medios adecuados, de una “memoria” razonada y lo más exhaustiva posible de los diferentes Foros (mundiales, continentales, nacionales, incluso locales) en diversos soportes (papel, electrónico, vídeo, paneles de exposiciones itinerantes, etc.) con una preocupación didáctica permanente. Necesitamos saber lo que ya hemos pensado y elaborado conjuntamente y darlo a conocer masivamente fuera de nuestras propias filas para irrigar nuestras luchas y nuestros debates. Este trabajo ha sido sistematizado y coordinado a nivel internacional después del FSE de París y Saint-Denis, en parte gracias a los excedentes financieros que se habían logrado. Se puede pues esperar a corto plazo la constitución de una memoria operacional del conjunto de los Foros.

La segunda prioridad, que deriva de la anterior, es más delicada de aplicar, pero ahora figura en el orden del día y posiblemente no saldrá adelante: elaborar “zócalos” de propuestas resultantes del Foro, fácilmente “legibles”, susceptibles no sólo de reunir a las organizaciones participantes, sino también de lograr una amplia movilización más allá de ellas: a nivel mundial, continental (en particular a nivel europeo) y nacional.

En la medida en que el liberalismo interviene a todos los niveles, el altermundismo no puede simplemente oponerle respuestas dispersas y monotemáticas. Para suscitar la adhesión de extensos sectores y neutralizar a sus adversarios, que le acusan “de no proponer nada”, debe alegar un mínimo de medidas coherentes entre ellas, con la intención de elaborar un proyecto visible para la opinión pública. Estos zócalos –mundiales, continentales y locales– deben ser debatidos públicamente y actualizados regularmente.

Para el logro de un resultado positivo, este planteamiento debe protegerse ante dos riesgos: el de las generalidades programáticas fácilmente recuperables verbalmente por no importa qué partido o gobierno, y el de la hiper-precisión que desembocaría en el programa común de gobierno de la fracción más radicalizada del movimiento. Se trata de hacer emerger los elementos de un nuevo paradigma, ciertamente en ruptura con el neoliberalismo, pero dejando las puertas abiertas a una pluralidad de traducciones políticas con el fin de respetar la diversidad de los componentes del movimiento y de preservar sus posibilidades de ampliación.

Este zócalo, o más bien estos zócalos, darían todo su significado al término “altermundismo”: propondríamos “otra” realidad distinta a la que hoy tenemos, dibujando los pasos hacia “otro” mundo posible, pues, de lo contrario, corremos el riesgo de seguir dando vueltas en círculo y de perpetuar una impotencia política que hace las delicias de nuestros adversarios y de algunos de nuestros “amigos” de circunstancia: no temen nada mientras no tengan que determinarse sin evasivas ante un proyecto emancipador, beneficiario de apoyos de masa y declinado a todos los niveles, de lo planetario a lo local.

He aquí, a partir de la experiencia vivida, las reflexiones de Attac Francia, y las mías en particular, inmediatamente después del FSE de Londres en octubre de 2004 y a la víspera del FSM de Porto Alegre en enero de 2005. El Foro de Londres había sido objeto de valoraciones en parte negativas en la medida en la que las tres misiones hasta entonces asignadas a tal encuentro –confrontación de ideas, elaboración de propuestas, decisiones de acciones comunes– se habían completado muy desigualmente.

Las confrontaciones se habían producido, sobre todo, más arriba del FSE, en su proceso de preparación. Encontramos su traducción en el programa de las sesiones plenarias. Así pues, como en los dos FSE anteriores, los partidarios de la primacía de los temas de la “guerra” y del “racismo” sobre todos los otros habían triunfado ampliamente sobre los que, muy estando de acuerdo sobre la importancia evidente de estas cuestiones, consideraban que un Foro Social Europeo debía también tratar ampliamente de otras grandes cuestiones sociales y de la construcción europea. Mientras que, en todos los países de la Unión Europea, ya se planteaba el problema de la ratificación de la Constitución, tema absolutamente crucial que había sido muy marginal en los trabajos.

Por ello, ante este vencimiento principal, el FSE no había proporcionado ningún elemento nuevo susceptible de alimentar un “zócalo” común a nivel del Viejo Continente. Las únicas propuestas salieron de redes ya constituidas, en primer lugar de la red de los Attacs de Europa, que trabajaban regularmente en común y para los que Londres, como los otros Foros, era sobre todo un lugar y una fecha de encuentro en un calendario que comprendía muchos más.

En varios aspectos, para las redes ya existentes, el FSM juega el mismo papel que el FSE, pero a escala mundial. Para Attac, por ejemplo, organización presente en cerca de 50 países, es la ocasión anual de reunir en la misma sala a Attac Chile, Attac Francia, Attac Québec, Attac Burkina Faso, Attac Japón, etc. El resto del tiempo, los encuentros son bilaterales, con motivo de visitas de responsables, excepto en Europa donde tienen lugar prácticamente cada dos meses. Entretanto, Internet y las conferencias telefónicas permiten contactos permanentes.

Se puede decir que, al cabo de cinco FSM, de diferentes Foros celebrados en América Latina y de tres FSE, hemos completado, en cierta medida, los contactos y alianzas –realizadas o potenciales– entre los movimientos sociales de Europa y de las Américas. Disponemos de una cartografía bastante precisa de las fuerzas móviles, aunque estemos lejos de tenerlas todas movilizadas, en particular los sindicatos. En cambio, y a pesar de Mumbai, queda mucho por hacer en Asia y mucho más en África y en Oriente Próximo. Esta es la razón por la que estas regiones del mundo siguen siendo inmensas “tierras de misión” para el movimiento altermundista y justifican que los próximos Foros Sociales Mundiales se celebren ahí prioritariamente.

La llegada a la madurez del movimiento altermundista, incluso si geográficamente no es universal, es un motivo principal para capitalizar sus primeros acervos bajo la forma de los zócalos de propuestas mencionados anteriormente. El Manifiesto de Porto Alegre propuesto en el FSM de 2005 constituye la primera concretización. Administrativamente, sólo se trata de una propuesta que se suma a las otras 352 resultantes del Foro. Sus signatarios no dijeron otra cosa. Sin embargo, el hecho de que haya suscitado tantos comentarios, y quizás cierta dificultad, muestra bien que este texto, aprobado por personas cuya inversión en el movimiento altermundista y en los Foros es incontestable, no se trata de una propuesta como las otras.
En efecto, marca un cambio de dirección en la dinámica de los Foros y sus consecuencias están aún lejos de haber sido extraídas. En primer lugar, no contraviene a la Carta de Porto Alegre que, personalmente, deseo que permanezca en estas condiciones. Ya no se trata de un intento de intelectuales por autoproclamarse líderes del movimiento altermundista. Ninguno de sus signatarios tiene tal ambición, que, por otra parte, no sólo sería ridícula, sino también por adelantado destinada al fracaso.

Lo que han querido hacer es dar una primera respuesta a una aspiración en gran medida extendida y que, si no se la tiene en cuenta, va a vaciar progresivamente los Foros de sus elementos más activos. Atención: este proceso ya ha comenzado, tanto a nivel mundial como europeo, donde distintas organizaciones tienen el sentimiento de perder su tiempo y sus escasos recursos financieros en debates repetitivos. Los militantes no quieren sólo discutir, quieren pasar al acto político para cambiar el mundo, fijándose objetivos mínimos comunes. El corpus de las propuestas resultantes de los Foros es ya en gran medida suficiente para constituir zócalos de sobra consensuados y desafiar a los partidos políticos, a los gobiernos y a las organizaciones multilaterales. Este primer Manifiesto no es fijo, puede ser enmendado y completado, y no cabe duda de que lo será. Constituye al menos un punto de partida.

Esta es la razón por la que la organización de los futuros Foros debería, según mi opinión, tener en cuenta los siguientes imperativos:

1.– Mantener, en cumplimiento de la Carta, el estatuto de estos Foros como espacios y procesos abiertos, sin pronunciarse como tales.

2.– Reforzar la visibilidad y coherencia de las principales propuestas sectoriales que resulten. Extraer 352 propuestas, como en Porto Alegre 2005, sin jerarquizarlas, resulta sin duda atractivo desde un punto de vista intelectual y documental, pero no tiene ninguna “operatividad” política.

3.– Otorgar un lugar privilegiado, en los Foros, a los intercambios sobre las campañas en curso en el mundo: por la anulación de la deuda exterior de los países pobres; contra los paraísos fiscales; por las tasas globales; por el comercio justo y contra los acuerdos de libre intercambio y las reglas de la OMC y el AGCS; por la soberanía y la seguridad alimentarias y contra las OGM; por la promoción de los bienes comunes (en primer lugar, el agua); contra el belicismo de los Estados Unidos. En última instancia, los Foros podrían construirse casi exclusivamente en torno de estas campañas en curso y del lanzamiento de otras previamente preparadas en redes ad hoc.

4.– En el marco de los Foros, discutir y enriquecer los zócalos con propuestas constituyendo proyectos globales. ¿Cómo? Diseñando, dentro de lo posible, los contenidos de las campañas y ampliando progresivamente el número de organizaciones que los aprueban. El Manifiesto de Porto Alegre es la primera piedra de esta construcción, pero no tiene vocación de ser la única.

5.– Articular las actividades de los Foros Sociales con las de los Foros de las autoridades locales, de los parlamentarios y de los sindicatos, ya que, hasta hoy, estos acontecimientos no están coordinados políticamente. Ya no nos podemos permitir el lujo de mantener una barrera entre los distintos tipos de movimientos sociales y los cargos electos, en tanto que comparten globalmente los mismos objetivos de resistencia al neoliberalismo. Esta articulación, respetando la autonomía de cada uno de los componentes, debería incluso constituir un objetivo central de los futuros encuentros.
En todas las partes del mundo, los ciudadanos aspiran a cambios radicales. Si los Foros no son el lugar donde se elaboran y donde los socios de su aplicación se encuentran, otras estructuras lo harán en su lugar. Los Foros correrán entonces el riesgo de transformarse en conchas vacías y abandonadas progresivamente por los actores sociales. Es hora de frustrar esta evolución previsible.