viernes, noviembre 30, 2007

Nº:99 - Xose Manuel Beiras en "Pobre Mundo rico"

“EL CAPITALISMO GENERA DESARROLLO DESIGUAL. LA IDEOLOGÍA DEL MERCADO DESTRUYE LA SOLIDARIDAD DEL SER Y GENERA COMPETITIVIDAD, EXCLUSIÓN Y VIOLENCIA”

Abordó las desigualdades sociales y territoriales derivadas de la globalización neoliberal. “Por los recursos el desarrollo debería estar en el sur, pero las relaciones de poder del Norte someten a la periferia”


Indicó la necesidad de recuperar la esencia de la democracia y de ejercer la ciudadanía, como base para construir otro mundo posible.

El catedrático de Estructura Económica Xosé Manuel Beiras habló en Lugo sobre “La miseria de la globalización”, en una conferencia que despidió la actividad del Simposio Internacional en la ciudad lucense. Beiras fue presentado por Manoel Santos, Director del suplemento Altermundo –del periódico Galicia Hoxe-, quien habló del conferenciante como “un padre de pensamiento para muchos de nosotros”.

En su intervención Xosé Manuel Beiras abordó la globalización en todos sus planos (económico, político, ideológico y social), enfatizó en el carácter financiero de la misma y en su componente ideológico por el cual la lógica del mercado es la causante de la pobreza y las desigualdades del mundo. Hizo también un recorrido por el origen el imperialismo y las contradicciones del sistema. Beiras destacó el carácter insólito del Simposio Internacional, al estar presente en las siete ciudades y ajustarse así a la realidad dispersa a la vez que histórica, de Galicia.

La globalización neoliberal: el dogma del mercado, desigualdades, exclusión social

“La expansión del capitalismo genera per se un desarrollo desigual”. Con esta sentencia Beiras comenzó a desentrañar las características de un sistema que genera desigualdades a todos los niveles. Beiras acusó a una ideología que “entroniza el dogma del mercado como organizador del orden social natural y está por encima de la soberanía de los ciudadanos y de las instituciones políticas”. Una ideología, explicó, que ha suprimido la razón (principio del debate, de la opinión pública, de la democracia) para establecer un dogma, “que se establece como monopolio del pensamiento único para la lectura e interpretación de la realidad social”.

Explicó cómo a merced de la ideología existen desigualdades sociales que se deben a la explotación de las masas trabajadoras de todo el planeta, no sólo en el Sur (ejemplificó cómo ya con el gobierno de Margaret Tatcher el 32% del Reino Unido vivía bajo el umbral de la pobreza).

De esta forma Beiras explicó cómo las relaciones sociales que derivan de la asimilación de este esquema ideológico dogmático generan exclusión social y marginación. “En este contexto, los pueblos espoliados que intentan argumentar sus razones son calificados de heréticos, de no tener la razón porque van en contra de la norma. Se trata de un fundamentalismo ideológico que impone esquemas baseados en el darwinismo social, en la competividad frente a la cooperación. Una competitividad que destruye la capacidad de ser solidario y que incentiva el combate individual y la supervivencia del más fuerte, que da lugar a comportamientos asociales y antisociales, que se traducen en violencia (a nivel individual y de genocidio)”, explicó.

Centro-periferia, Norte- Sur: “el norte absorve el excedente económico de los países del Tercer Mundo

Explicó también las desigualdades territoriales derivadas de la contradicción centro-periferia, y que se vehicula por el intercambio desigual: “el norte absorve el excedente económico de los países del Tercer Mundo”. Hay una dinámica centrípeta en el norte, en la acumulación del capital. Sin embargo la fuerza de trabajo, los recursos (minerales, forestales, etc.) se encuentran en el sur. En arreglo a esto, explicó, “el desarrollo tendría que estar en el sur, sin embargo, la acumulación del capital no es un fenómeno estrictamente económico y se producen relaciones de poder: el sometimiento de la periferia”. Explicó cómo a falta de un contrapeso ideológico, que se pierde con la desaparición del bloque soviético, la succión del norte sobre el sur es mayor. Existe por una parte un centro, el poder américano, y por otra un archipiélago de países que no funciona de manera articulada, indicó. Y por otra parte resulta que de esas relaciones, más del 60% del comercio internacional se lleva a cabo en el norte, un 20% entre Norte y Periferia, y sólo un 20% entre el propio sur, explicó.

Globalización financiera: “No se pueden satisfacer las necesidades con una economía financiera”.

Xosé Manuel Beiras refirió también el carácter financiero de la globalización, y destacó que “no se pueden satisfacer las necesidades con una economía financiera”. Distinguió los tres tipos de capitales: comercial (mercancías), bancario (dinero) e industrial (el que se invierte para producir), y explicó cómo la simbiosis del capital comercial con el bancario dio lugar al capital financiero, que tiene una ventaja absoluta sobre los otros en la generación del beneficio, y cómo la desregulación le ha favorecido de manera absoluta. Apuntó también como con la deslocalización de las empresas en países del Tercer Mundo empieza a tomar movilidad el capital industrial, aprovechándose de la fuerza de trabajo, y aparejando un darwinismo social.

El poder económico

El Catedrático en Estructura Económica explicó cómo la globalización ha modificado también las relaciones entre los poderes social, económico, político y de los ciudadanos, y ha generado una mutación en la estructura de los poderes del Estado. Así, explicó que el poder ejecutivo condiciona el poder judicial, el poder judicial somete al legislativo, y en esta situación el poder económico está fuera del alcance del poder político. En este sentido Beiras denunció el hecho de que las multinacionales no tengan que rendir cuentas ante ninguna institución del pueblo soberano.

Citando a Ignacio Ramonet hizo una síntesis de la situación: “Lo que hay hoy en día es un poder económico que determina un poder mediático, y el poder mediático chantajea el poder político. Abajo de todo estamos los ciudadanos, que en teoría somos los titulares de la soberanía”.

“Hay que ejercer como ciudadanos activos”

Como respuesta al sistema capitalista de la globalización neoliberal responsable de las desigualdades y la pobreza a escala planetaria, Beiras abogó por el protagonismo de la ciudadanía: “hay que ejercer como ciudadanos activos”. Puso como ejemplos los casos de Venezuela, Ecuador y Bolivia, y abogó por la recuperación de los principios básicos de los conceptos de democracia, anteriores incluso a la revolución socialista: “es necesaria una recuperación de la democracia horizontal, de redes. Recuperar la igualdad sobre la base de poder ejercer la diferencia, porque no hay nada más injusto que tratar igualmente a los que son desiguales”. Beiras apostó también por restablecer el concepto de comunidad, y relató que hay que asumir que el sujeto histórico ha cambiado, ya no es homogéneo, es diverso y plural. Apuntó cómo en los Foros Sociales Mundiales ya están en práctica líneas programáticas de acción en la construcción de otra sociedad.

La globalización en el marco del imperialismo.

En un acercamiento teórico al origen de la globalización, Beira refirió también en su intervención las características que en la actualidad articulan el “sistema-mundo” (económicas, políticas y sociales), son las mismas que las del imperialismo que arranca a comienzos del Siglo XX, pero que han ido sufriendo mutaciones: la fase que se denominó globalización comienza propiamente con la elección de Ronald Reegan en Estados Unidos y de Margaret Tatcher en Reino Unido, indicó.

Explicó así que “la globalización no es más que una fase en el desarrollo del proceso de mundialización del capitalismo, como modo de producción dominante en el planeta y que estructura a las sociedades y a humanidad en los distintos espacios territoriales y medioambientales”. Esta fase encaja dentro de un periodo que desde comienzos del siglo XX se denominó Imperialismo, y que sigue vigente.

Quiso hacer ver que la globalización no es nueva, sí lo son las coordenadas en las que se dan los cambios en las formas de expandirse. Explicó así la aparición de un nuevo escenario en los años 80 y 90, ya que hasta el momento en la dinámica del conjunto del sistema se movían dos ejes de contradicción: capitalismo-socialismo, centro-periferia.

Capitalismo-socialismo

Como había señalado: “las formas de expansión del capitalismo genera per se un desarrollo desigual”. En este sentido explicó el origen de unas desigualdades, que se dan en todos los niveles: social, territorial, entre los que tienen los medios de producción, en la fuerza de trabajo. Explicó cómo la contradicción capitalista-socialista quedó resuelta con la caída del sistema del socialismo real en el 89, lo que generó la aparición de una hiperpotencia que ha desequilibrado el sistema (Estados Unidos). “Al terminarse la tensión entre bloques, no hay contrapeso ideológico, y no hay frenos a la aplicación del capitalismo salvaje”, apuntó.

lunes, noviembre 26, 2007

Nº:98 - Coyuntura económica internacional (Toussaint)

Coyuntura económica internacional dominada por la explosión en el Norte de las burbujas de la deuda privada y del sector inmobiliario
Eric Toussaint

La crisis que estalló en agosto de 2007 en Estados Unidos todavía no se ha superado. Las repercusiones internacionales serán importantes y duraderas. La burbuja inmobiliaria estalló en el mes de agosto en Estados Unidos y sacudió los mercados financieros en el ámbito mundial. La crisis inmobiliaria se suma a una crisis de la deuda privada en los países más industrializados. Y lo peor puede ser que todavía no haya llegado.

Los síntomas estaban a la vista: el crecimiento enorme de la construcción inmobiliaria durante varios años [3] (estimulado por la bajada de los tipos de interés decretada por la Reserva Federal para solucionar la crisis de 2000-2001) llevó a una sobreproducción y a un aumento de los precios en el mercado inmobiliario que tomó formas especulativas. Sin embargo, la cantidad de compras de nuevas viviendas ha sufrido un fuerte descenso desde comienzos del año 2007, mientras que aumenta el número de familias que no pueden pagar sus hipotecas. Se rompió, por lo tanto, el eslabón más débil de la cadena del endeudamiento: los organismos financieros, que se habían especializado en la concesión de créditos con tipos de interés alto a familias muy endeudadas y con ingresos medios o escasos (lo que se llama mercado de la subprime mortgage, hipotecas basura), se encontraron en dificultades por el crecimiento de los impagos (ver recuadro). No es suficiente reemplazar este eslabón débil para que el engranaje pueda de nuevo arrastrar el motor económico, ya que puede haber otros eslabones débiles que también corren el riesgo de ceder.

En el año 2006, el 29 % de los préstamos hipotecarios eran de alto rendimiento (es decir con un tipo de interés alto). Entre 2004 y 2006, de los 40,3 millones de préstamos concedidos, 10,3 millones lo habían sido con tipos de interés alto. Se llama tipo de interés alto cuando es superior al menos en un 3 % al de los bonos del Tesoro de EEUU de igual duración. Muchos de los préstamos con tipos de interés alto concedidos en 2006 «sólo» tendrían un fuerte incremento de sus tipos de interés en 2008 (éstos corresponden a un monto de unos 600.000 millones de dólares). En efecto, para convencer a los clientes de que acepten un préstamo hipotecario con tipo de interés alto y variable, el tipo de los dos primeros años es fijo y sólo aumenta a partir del tercer año. Se puede predecir que lo peor de la crisis está por llegar. The Wall Street Journal da el ejemplo de la gerente de una tienda de fotocopiadoras que compró una casa en Las Vegas por 460.000 dólares en 2006. En los años 2006-2007 debía pagar mensualidades de 3.700 dólares, con un tipo de interés del 8,2 %, pero en 2008 las mensualidades subirán a 8.000 dólares, con un tipo del 14 %. Mientras tanto, a causa de la crisis, su casa no vale más de 310.000 dólares (¡El valor inmobiliario ha bajado más de un 30 % en 2007!). Esta mujer dejó de pagar la hipoteca y perderá inexorablemente la casa de sus sueños. El estudio de The Wall Street Journal demuestra que el subprime market mortgage (hipoteca basura) con tipos de interés alto no está restringida a las familias estadounidenses con bajos ingresos, también afecta a la clase media, como muestra el ejemplo precedente. Las sociedades financieras que concedieron los créditos vendieron sus acreencias a grandes bancos en forma de títulos. Estos bancos los compraron masivamente y se encuentran ahora con paquetes de papeles que no valen gran cosa. En 2004, el 63 % de los créditos hipotecarios fueron comprados por los banqueros de Wall Street, que, para financiar esta operación, emitieron y vendieron commercial papers (papeles comerciales) [4] a «inversores» en la bolsa. En el año 2006, el 73 % de los nuevos créditos hipotecarios con intereses elevados fueron comprados por Wall Street.

Las entidades que otorgan créditos hipotecarios (como los bancos) prestaron a largo plazo, pero se endeudaron a corto plazo (sea con inversores, sea en el mercado interbancario en un contexto de tipos de interés históricamente bajos, sea vendiendo sus acreencias hipotecarias a grandes bancos o a hedge funds). El «problema» consiste en que prestaron a largo plazo a un sector de la población que tiene grandes dificultades para pagar, en un momento de superávit de viviendas que ha conducido a una fuerte depreciación de su bien inmobiliario (que es la garantía del préstamo). Cuando el número de impagos aumentó, estas entidades financieras comenzaron a encontrar dificultades para reembolsar sus deudas a corto plazo, que habían contraído con otros bancos. Estos últimos, para protegerse, se negaron a conceder nuevos préstamos o bien exigieron tipos de interés mucho más altos. En Estados Unidos, 84 sociedades de crédito hipotecario quebraron o al menos abandonaron parcialmente su actividad desde comienzos de este año hasta el 17 de agosto, frente a las 17 que lo hicieron durante el año 2006. En Alemania, el banco IKB y la entidad pública SachenLB, que habían invertido en el mercado hipotecario de Estados Unidos, fueron afectados de inmediato y lograron salvarlos in extremis. [5]

Pero la cadena no se acaba aquí: los bancos que habían comprado las acreencias hipotecarias lo hicieron fuera de balance mediante la creación de “sociedades” específicas denominadas «vehículos de inversión estructurada» (SIV, structured inversion vehicles) [6] . Estas SIV financiaban la compra de las acreencias hipotecarias vendiendo commercial papers (ver definición en nota 4) a otros inversores. Sus beneficios provenían de la diferencia entre lo que pagaban a los compradores de sus commercial papers y lo que obtenían de los créditos hipotecarios de alto rendimiento transformados en títulos (CDO, Collaterized Debt Obligations) [7] .

Hay que señalar que todo este montaje tan complejo de deudas y de acreencias no crea riqueza real, se trata sólo de operaciones financieras en gran parte especulativas. La crisis de este montaje bancario provoca, por el contrario, la destrucción de riquezas y vidas humanas (quiebra de empresas de construcción, suicidios de personas arruinadas, pérdidas de empleo y desahucios).

Cuando estalló la crisis en agosto de 2007, los inversores que compraban habitualmente los commercial papers emitidos por las SIV dejaron de comprar puesto que tuvieron la impresión de que la salud y la credibilidad de las SIV se habían deteriorado mucho. Por consiguiente, las SIV tuvieron falta de liquidez para poder comprar los créditos hipotecarios titularizados y la crisis se amplificó. Los grandes bancos que habían creado estas SIV debieron asumir los compromisos de estas sociedades para evitar su quiebra. Mientras que hasta entonces las operaciones de las SIV no formaban parte de su contabilidad (lo que les permitía disimular los riesgos asumidos), a partir de ese momento los grandes bancos de Estados Unidos y de Europa tuvieron que introducir en sus balances las deudas de las SIV. Entre los principales bancos afectados se encuentran el Bank of America, el Citigroup (que es el principal grupo bancario mundial), el Wachovia y el Merrill Lynch, así como el Deutsche Bank y el UBS (Union des Banques Suisses). Entre agosto y octubre de 2007, sólo los bancos estadounidenses asumieron al menos 280.000 millones de dólares de deudas de las SIV [8] lo que afectó negativamente sus resultados. Varios grandes bancos, como el Citigroup y el Merrill Lynch, intentaron, en un principio, reducir su grado de exposición al riesgo, pero no pudieron mentir durante mucho tiempo, dado sus muy considerables pérdidas. A raíz de esto, sus PDG fueron defenestrados por los respectivos consejos de administración, no sin haber conseguido un paracaídas de oro. El presidente-director general del Merrill Lynch, Stan O’Neal, consiguió 160 millones de dólares como indemnización por su salida anticipada (!).

El endeudamiento de las familias y los impagos en el sector inmobiliario y en otros...

Los procedimientos de desahucio de los deudores por falta de pago alcanzaron la cifra de 180.000 en Estados Unidos durante el mes de julio, o sea, el doble que en julio de 2006. Y ya pasan del millón entre enero y agosto 2007, o sea, el 60 % más que hace un año. En total se espera que habrá unos 2 millones de procedimientos de desahucio durante 2007.

La media de endeudamiento de las familias estadounidenses alcanza la tasa extraordinariamente alta del 140 % (es decir, que las deudas de las familias representan cerca de una vez y media sus ingresos anuales).

Pocos comentaristas de economía relacionan el creciente número de impagos con el hecho de que los trabajadores estadounidenses trabajan, término medio, más horas para ganar menos dinero. Éste es el resultado de la flexibilización/precarización del mercado de trabajo en el marco de una ofensiva patronal. [9] Una parte importante de los asalariados estadounidenses ha visto cómo sus ingresos reales disminuían en estos últimos años. El aumento de los tipos de interés iniciado en junio de 2004 por la Reserva Federal ha conducido finalmente a que los reembolsos de los créditos hipotecarios sean demasiado altos con relación a los ingresos. Por otra parte, el crecimiento de los impagos no se limita sólo al sector inmobiliario, sino que también afecta a los créditos para la compra de automóviles y a las tarjetas de crédito. [10]

El doble rasero

La crisis que estalló en agosto de 2007 está alcanzando una amplitud espectacular tanto en Estados Unidos como en Europa. «El viernes 10 de agosto, en Estados Unidos y en Europa sucedió un fenómeno inaudito: en 24 horas, los bancos se volvieron tan desconfiados unos de otros que llegaron a negarse a conceder cualquier tipo de préstamo, obligando de este modo a los Bancos Centrales a hacer intervenciones masivas. En cuatro días, hasta el 14 de agosto de 2007, el Banco Central Europeo debió inyectar en el mercado cerca de 230.000 millones de euros de liquidez.» [11] La Reserva Federal de Estados Unidos tuvo que actuar de la misma forma. La enérgica intervención de las autoridades monetarias estadounidenses y europeas permitió evitar la multiplicación de las quiebras.

Es necesario señalar la diferencia abismal que hay entre la reacción de las autoridades políticas y financieras de Estados Unidos y de los países europeos frente a la crisis de liquidez comenzada en agosto de 2007 y las medidas que el FMI impuso a las autoridades indonesias, con el apoyo de estos mismos países, durante la crisis asiática de 1997-1998. En el primer caso, las autoridades estadounidenses y europeas consiguieron salvar a los bancos inyectando dinero a su plena disposición, mientras que en Indonesia el FMI obligó a que docenas de bancos quebraran al rechazar la posibilidad de cualquier inyección de dinero del Banco Central de Indonesia como de sus propios fondos. Esto llevó a un desastre social y a un fuerte aumento de la deuda pública interna ya que el Estado indonesio se hizo cargo de las deudas de los bancos privados que fueron obligados a quebrar. Hay otra diferencia con relación a la crisis indonesa: desde agosto de 2007, las autoridades monetarias de Estados Unidos bajaron los tipos de interés (como ya lo habían hecho entre 2001 y mayo de 2004), mientras que el FMI, por el contrario, había exigido al gobierno indonesio que los aumentara, lo que agravó considerablemente la crisis. [12] Como siempre, el doble rasero.

Efecto de contagio internacional

En septiembre de 2007, el efecto de contagio internacional de la crisis de Estados Unidos fue más evidente cuando un importante banco británico, el Northern Rock Bank, especializado en préstamos hipotecarios, se encontró de pronto en la incapacidad de hacer frente a sus obligaciones.

Este banco contraía préstamos a corto plazo en el mercado interbancario y prestaba a largo plazo en el mercado inmobiliario. Ahora bien, la crisis de desconfianza entre los bancos conllevó un aumento súbito de los tipos de interés interbancario (el Libor, London interbank offered rate). Esta situación afectó directamente al Northern Rock Bank que vio como los costes de su endeudamiento aumentaban de manera imprevista. El Banco de Inglaterra lo salvó de la quiebra al prestarle el dinero que le hacía falta. Pero sólo atrasó el proceso, actualmente el Northern Rock Bank está en venta.

La crisis inmobiliaria se suma a una crisis de la deuda privada

La crisis no se limita solamente al sector inmobiliario, también afecta al mercado de la deuda. En el curso de estos últimos años, la deuda privada de las empresas aumentó de manera considerable. Nuevos productos financieros derivados cobraron importancia, en especial los Credit Default Swaps (CDS). El comprador de un CDS quiere, con esta adquisición, protegerse contra el riesgo de impago de una deuda. El mercado de los CDS tuvo un gran desarrollo desde el año 2002, y el volumen de los importes negociados se multiplicó por 11 durante los últimos cinco años. [13] El problema consiste en que estos contratos de seguro se venden sin un control de las autoridades públicas. La existencia de los mismos induce a las empresas a arriesgarse cada vez más. Al creer que están protegidos contra los impagos, los prestamistas otorgan préstamos sin haber comprobado la capacidad del prestatario para poder pagar. Ahora bien, si la situación económica internacional se deteriora, decenas o cientos de prestatarios se pueden volver de repente insolventes y los CDS en papeles sin valor, ya que las aseguradoras serán incapaces de cumplir con sus compromisos.

Las SIV, de las que hemos hablado anteriormente, se especializaron en la venta de CDO (Collateralized debt obligations) que muchos inversores tratan de sacárselos de encima desde agosto de 2007.

Finalmente, entre 2006 y 2007, numerosas empresas se lanzaron a operaciones de compra de otras empresas con una financiación por endeudamiento. Es lo que se llama LBO (leveraged buy-out), que podemos traducir por compra de una empresa financiada por el endeudamiento.

En resumen, durante estos últimos años se fue construyendo un enorme castillo de naipes por acumulación de deudas. Y ahora este castillo se está por derrumbar, por lo que los Bancos Centrales de los países más industrializados tratan de rellenar las grietas y de apuntalarlo para evitar lo peor. Es posible que consigan limitar los daños, pero éstos serán, de todas maneras, cuantiosos.

Ya está en marcha el mecanismo de varias bombas de tiempo

En la conclusión del capítulo 5 del libro “La Finance contre les Peuples. La Bourse ou la Vie” edición francesa de 2004, planteaba la cuestión de si la crisis de los años 2001-2002 en Estados Unidos iba a tener una repercusión duradera:

«Veinte años de desreglamentaciones y de apertura de los mercados a escala mundial han suprimido todos los cortafuegos que habrían podido limitar los efectos en cadena de las crisis como las de Enron y Cía. El conjunto de las empresas capitalistas de la Triada y de los mercados emergentes ha evolucionado, aunque con algunas características propias, en el mismo sentido que en Estados Unidos. Las instituciones privadas bancarias y financieras (así como las aseguradoras) del planeta están en una mala posición ya que adoptaron prácticas cada vez más riesgosas. Todos los grandes grupos industriales sufrieron una financiarización pronunciada y se han vuelto muy vulnerables. La sucesión de escándalos demostró la vacuidad de las afirmaciones de los dirigentes estadounidenses y sus aduladores en todos los rincones del planeta.

El mecanismo de varias bombas de tiempo se ha puesto en marcha en todas las economías del mundo. Entre estas bombas están: la del sobreendeudamiento de las empresas y de las familias, el mercado de derivados (que, según la expresión del multimillonario Warren Buffet, son «armas financieras de destrucción masiva»), la burbuja de la especulación inmobiliaria (que es la más potente en Estados Unidos y en Gran Bretaña), la crisis de las sociedades de seguros y de fondos de pensiones... Ha llegado el momento de desactivar estas bombas y de pensar en otro sistema, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo. Por supuesto no hay que contentarse con desactivar las bombas y soñar con que otro mundo es posible, es necesario atacar la raíz de los problemas y por lo tanto conseguir una redistribución de la riqueza sobre la base de la justicia social.» [14]

De la crisis de los años 2001-2002 a la de 2007-...

Antes de que estallara la burbuja especulativa informática de los años 2001-2002 en Estados Unidos y en otras partes del mundo, los economistas y los políticos panegiristas de los beneficios del capitalismo en su fase neoliberal (apoyados por un ejército de periodistas especializados en finanzas) afirmaban perentoriamente que no había ninguna crisis a la vista. Por el contrario, según ellos, el capitalismo en Estados Unidos había encontrado la fórmula del crecimiento permanente sin crisis. Se desilusionaron con la recesión que afectó a Estados Unidos en 2001 y con el descenso muy importante de los valores bursátiles

Cuando volvió el crecimiento, esa misma gente pretendió que el capitalismo había encontrado la fórmula para dispersar los riesgos causados por una fuerte emisión de deuda: en especial, la creación de los CDS (Credit default swaps). Son incontables los artículos y las declaraciones tranquilizadoras sobre la dispersión de riesgos que se encuentran actualmente.

Sin embargo, organismos oficiales como el Banco de Pagos Internacionales (BPI), el FMI, el BM sabían muy bien que se estaba jugando con fuego. Los informes de estas instituciones publicados antes de la crisis del mes de agosto contienen argumentos que no excluyen la posibilidad de una crisis, [15] pero el mensaje dominante que se quería dar era que efectivamente, gracias a la nueva ingeniería de los títulos de la deuda, se había logrado dispersar los riesgos y excluir los accidentes más graves. Es así como dos meses antes del estallido de la crisis, en junio de 2007, el BPI escribía en su informe anual: «Los episodios de turbulencias han podido reflejar la nerviosidad latente de los participantes que desconfían de una subestimación de los riesgos debida a una coyuntura favorable. Sin embargo, para un futuro próximo, son pocos los que se preocupan demasiado por una degradación repentina y generalizada de la calidad de las firmas». [16]

La crisis que comenzó en agosto debería hacerlos reflexionar seriamente.

Las críticas llueven sobre los chivos expiatorios. Según The Financial Times, el secretario de Estado del Tesoro de Estados Unidos, Hank Paulson, declaró que «la conducta de algunos corredores de créditos hipotecarios era vergonzosa» y que él «había reclamado una reglamentación del sector». [17] Por parte de los periódicos financieros, son pocos los economistas, como Wolfang Münchau, que expresan una crítica de la política del gobierno de Washington y de la Reserva Federal. Este economista escribió: «Creo que el explosivo crecimiento de los productos derivados de crédito y las CDO entre 2004 y 2006 fue debido a la política monetaria global entre 2002 y 2004». [18] Y agrega: «El canal a través del cual los tipos de interés real negativos se pueden transformar en una burbuja de la deuda permanece abierto.»

Por el lado de los grandes bancos y otros organismos financieros privados, era la efervescencia, incluso el zafarrancho de combate en el seno de algunas direcciones (como el Citigroup y el Merrill Lynch); era la guerra abierta. El Instituto Internacional de Finanzas (IIF), una asociación internacional que agrupa a 800 bancos y otras instituciones financieras (entre las cuales los bancos más grandes), el 11 de octubre de 2007 se soltó con una larga carta [19] destinada al FMI y a los principales Bancos Centrales, en donde diagnostica una crisis profunda y pide a las autoridades bancarias públicas una mejor supervisión del sector financiero privado internacional.

El muy neoliberal comisario europeo de Mercado interior, Charlie McCreevy, no se mordió la lengua y denunció: «Los préstamos irresponsables, la inversión a ciegas, una mala gestión de la liquidez, los excesos de las agencias de calificación crediticia... Nadie puede sentirse orgulloso de las miserias que esta crisis de la deuda ha revelado.»21 [20] Sin embargo, según The Financial Times, «el comisario europeo, que es uno de los más prominentes exponentes en la Unión Europea del pensamiento del libre mercado, quiere prevenir contra un impulso regulatorio, al afirmar que las normas que refuerzan la transparencia en los mercados financieros pueden tener un efecto perverso al extender el pánico y el riesgo moral a todo el sistema». [21] Es evidente que no hay que esperar que la Comisión Europea o el gobierno de Washington anuncien medidas firmes con respecto a las grandes sociedades financieras responsables de la crisis.

Las medidas tomadas por Washington: ¿Son la solución?

Las medidas tomadas por las autoridades estadounidenses (especialmente una bajada de los tipos de interés en septiembre y octubre de 2007), aun si atenúan provisoriamente los graves efectos de la crisis, no constituyen una solución. En cierta forma, la bajada de los tipos de interés alivia la crisis pero la prolonga, ya que retrasa los plazos. En efecto, la crisis del sector inmobiliario ha comenzado con toda claridad y sus repercusiones se harán sentir durante mucho tiempo. ¿Por qué? Aquí van varias razones presentadas en forma esquemática:

1.- Existe un verdadero exceso de viviendas en Estados Unidos con relación a la demanda.

2.- Muchas obras están en curso de realización. En los meses y años venideros centenares de miles de nuevas viviendas entrarán en el mercado, puesto que su construcción ya ha comenzado. Para una empresa constructora es muy difícil abandonar una obra ya iniciada. En resumen, estas nuevas construcciones aumentarán la oferta en un mercado ya deprimido. Una caída en la construcción tendrá unas consecuencias duraderas en el resto de la economía: despidos, reducción de los pedidos a los diferentes proveedores de materiales de construcción.

3.- Durante años, la propensión de las familias a consumir estaba sostenida en parte por el «efecto riqueza». Efectivamente, el valor del patrimonio de las familias propietarias de su vivienda y de acciones en la bolsa aumentó gracias al aumento muy importante de los precios en el sector inmobiliario y a la subida de los valores bursátiles (después del desastre de 2001). Pero el efecto inverso está en marcha: el valor del patrimonio inmobiliario está en fuerte descenso y los mercados bursátiles van mal. Existe el riego de que las familias reaccionen disminuyendo su consumo, lo que amplificaría la crisis.

4.- Los grandes bancos, los fondos de pensión privados, los seguros, los hedge funds tienen en su contabilidad una gran cantidad de acreencias dudosas. Desde el mes de agosto de 2007, instituciones como el Citigroup, el Merrill Lynch, el UBS han tratado constantemente de minimizar las pérdidas que declaran, pero varias veces tuvieron que anunciar nuevas pérdidas, lo que provocó una caída de sus acciones en la bolsa y el despido de muchos de sus directivos. Seguramente, otras instituciones se verán afectadas. No se puede descartar (seamos prudentes) que las instituciones financieras entren en una situación próxima a la que conocieron los bancos japoneses cuando la burbuja inmobiliaria explotó en su país, a mediados de los años ochenta. Necesitaron unos veinte años para conseguir sanear su contabilidad.

5.- Ciertamente, el continuado descenso en la cotización del dólar favorece las exportaciones de Estados Unidos y permite al gobierno reembolsar la enorme deuda externa con dólares devaluados. Pero esta caía no tiene sólo ventajas, el dólar devaluado hace que la compra de bonos del Tesoro y las grandes inversiones en bolsa sean mucho menos atractivas para los extranjeros, que colocan una gran cantidad de sus capitales en Estados Unidos. Se corre el riesgo de que entren menos capitales —necesarios para eliminar el déficit— y, por el contrario, las salidas de capitales pueden aumentar.

El gobierno de Washington y la dirección de la Reserva Federal están enfrentados a un verdadero dilema. Si continúan bajando los tipos de interés, el resultado es contradictorio: reducen el riesgo inmediato de quiebras y moderan la amplitud de una caída del consumo, pero hacen muchos menos atractivas las inversiones en Estados Unidos y disminuyen la presión a favor de un saneamiento de la contabilidad de las empresas y de las familias. Si, por el contrario, aumentan los tipos de interés, el resultado es inverso: las inversiones en Estados Unidos aumentarán su atracción pero el consumo de las familias caerá y las dificultades de tesorería de las empresas aumentará.

Traducido por Griselda Piñero y Raúl Quiroz.

[1] El autor publicó recientemente varios artículos sobre la situación económica internacional y las alternativas, «Coyuntura internacional y endeudamiento: Los nuevos desafíos que debe encarar el CADTM», agosto de 2007, www.cadtm.org/spip.php?article2804; «Sobre las circunstancias que afectan la creación del Banco del Sur», mayo de 2007, www.cadtm.org/spip.php?article2657; «Banco del Sur, marco internacional y alternativas», agosto de 2006, www.cadtm.org/spip.php?article2001. Ver también: Damien Millet, Eric Toussaint, «Banque du Sud contre Banque mondiale», Le Monde Diplomatique, junio de 2007. Articulo reproducido en varias ediciones en español de Le Monde Diplomatique, junio de 2007.


[2] Eric Toussaint es presidente del Comité para la Abolición de la Deuda del Tercer Mundo (Red internacional con sede en Lieja, Bélgica), www.cadtm.org , autor de Banco Mundial: el golpe de Estado permanente, Editorial El Viejo Topo, Mataró, 2007; La Bolsa o la Vida, Editorial CLACSO, Buenos Aires, 2004. (De este libro existen 19 ediciones diferentes en 8 idiomas desde la primera edición en 1998, en Venezuela, por la Editorial Nueva Sociedad). Coautor con Damien Millet de 50 preguntas / 50 respuestas sobre la deuda, el FMI y el Banco Mundial, Icaria-Intermón, Barcelona, 2004. (Existen ediciones en 9 idiomas); también con Damien Millet, Los tsunamis de la deuda, Icaria-Intermón, Barcelona, 2005 y Ciencias Sociales, La Habana, 2006.

[3] «El número de viviendas nuevas pasó de 1,5 millones en el año 2000 a 2,3 millones en enero de 2006. En el año 2005 la construcción de viviendas era responsable del 6,2 % del PIB, el mayor porcentaje desde 1950.» The Economist, 20 de octubre de 2007

[4] Los commercial papers estadounidenses son títulos de acreencias negociables emitidos por bancos u otras empresas en el mercado financiero a corto plazo (de 2 a 270 días). Estos títulos de acreencias no están garantizados por una contrapartida (una propiedad inmobiliaria, por ejemplo). Se basan en la confianza que el comprador de los commercial paper tiene en el banco o en la empresa que se los vende, ya que en general provienen de compañías con una alta calificación de crédito y por lo tanto tienen en general un riesgo bajo.

Fuente: www.investorwords/961/commercial_paper.htlm

[5] Ver Isaac Joshua, Note sur l’éclatement de la bulle immobilière américaine, septiembre de 2007.

[6] «Structured Investment Vehicles (SIV). Son compañías que operan fuera de balance, establecidas por bancos y gestores de activos para consolidar inversiones principalmente en bonos, obligaciones, con garantía múltiple de diversos tipos. Su única finalidad es explotar la diferencia entre deudas de bajo-coste y corto términos e inversiones de mayor rendimiento y largo término. FinancialTimes, 16 de octubre de 2007

[7] CDO, Collateralized Debt Obligations: Una inversión con un grado de seguridad respaldada por un pool de bonos, préstamos y otros activos. Los CDO no se especializan en un tipo de deuda pero a menudo son créditos u obligaciones no hipotecarios.


[8] The Financial Times, 17 de octubre de 2007.


[9] Que es la política oficial que Nicolas Sarkozy quiere seguir en Francia, o el gobierno naranja-azul en Bélgica: «Permitir a los trabajadores trabajar más horas, más años para ganar más dinero.» Como lo demuestra la situación en Estados Unidos, en la realidad, se convence a los trabajadores para que trabajen más tiempo, pero su salario real por horas disminuye, cuando no es la totalidad del salario.

[10] The Financial Times, 22 de octubre de 2007

[11] Ver Isaac Joshua, op. cit.

[12] Para una presentación de la crisis asiática ver Eric Toussaint, La Bolsa o la Vida, CLACSO, Buenos Aires, 2004, capítulo 15. Para el análisis del caso indonesio ver también El Banco Mundial. El golpe de Estado permanente, El Viejo Topo, Mataró, 2007, capítulo 9 sobre Indonesia. Las recetas propuestas por el FMI para los PED con el fin de resolver las crisis financieras (de las que él es responsable), en especial provocando la quiebra de los bancos y el alza de los tipos de interés, se aplicaron en muchos casos, entre los cuales podemos coger los emblemáticos de México, en 1994-1995, Indonesia y Tailandia, en 1997-1998, Ecuador, en 1998-1999.

[13] Banco Mundial, Global Development Finance 2007, Washington D.C., pp. 83-84.

[14] Conclusiones del capitulo 5 de Eric Toussaint, La Finance contre les Peuples. La Bourse ou la Vie, CADTM- Syllepse – Cetim, Liège-Paris-Genève, 2004, p. 157.

[15] Ver en especial el Informe anual 2007 del BPI, publicado en junio de 2007, capítulo VIII: Conclusiones-

[16] BPI, 77º Informe Anual, junio de 2007, Basilea, p. 121. El subrayado es del autor.

[17] The Financial Times, 19 de octubre de 2007

[18] The Financial Times, 15 de octubre de 2007

[19] Disponible en la web del IIF: www.iif.com

[20] Citado por The Financial Times, 26 de octubre de 2007.

[21] Idem.

viernes, noviembre 16, 2007

Nº:97 - 50 años de la “Europa” del capital culminan con el nuevo Tratado de Reforma

De la CEE a la UE “superpotencia mundial” (Roma, 1957-Lisboa, 2007)
50 años de la “Europa” del capital culminan con el nuevo Tratado de Reforma
Ramón Fernández Durán

“Con las nuevas amenazas la primera línea de defensa estará a menudo en el extranjero (...) Varios países y regiones corren el riesgo de resultar atrapados en una espiral de conflicto, inseguridad y pobreza (...) Hay que estar preparados para actuar antes de que se produzca una crisis (…) Una serie de países se han situado al margen de la sociedad internacional (...) Algunos han buscado el aislamiento. Otros vulneran persistentemente las normas internacionales. Es conveniente que estos países puedan unirse a la comunidad internacional. Aquellos que no desean hacerlo deberán comprender que han de pagar un precio, incluso en sus relaciones con Europa” (el subrayado es nuestro)

“Una Europa segura en un mundo mejor”, Estrategia de Seguridad Común para Europa (Documento Solana), Salónica, junio, 2003

No hay ningún interés ahora en tener el apoyo de los ciudadanos europeos, como era la intención con la falsa (y rechazada) Constitución Europea, porque con el nuevo Tratado de la Reforma de la UE (que la sustituirá) cuanto más lejos estén, mejor”

“Europa, la gran derrotada”, Ignacio Sotelo, EL PAÍS, julio, 2007

Los orígenes del “proyecto europeo”

Tras la Segunda Guerra Mundial, Europa era un territorio desolado, con un balance de decenas de millones de muertos, ciudades destruidas, miseria generalizada, fuerte contestación social, Estados colapsados, etc. Poco a poco, los Estados se reconstruyen a uno y otro lado de la línea (marcada en Yalta y Potsdam) que separaría los dos Bloques durante la Guerra Fría, bajo la supervisión directa de cada una de las nuevas superpotencias: EEUU y la URSS. En el área occidental, EEUU propició, al principio, una cierta confluencia de los nuevos Estados (que se correspondían en general con sus antiguos territorios históricos), con el fin de mejor coordinar las ayudas del Plan Marshall de reconstrucción y desarrollo, que servían también claramente a los intereses de sus empresas y entidades financieras, dando lugar a la creación (posterior) de la OCDE (Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico). En paralelo, la Unión Soviética promovió la creación del Consejo de Ayuda Mutua Económica (CAME o Comecon) en 1949, un organismo económico de los países “socialistas” europeos (hoy extinguido). Ante el inicio “formal” de la Guerra Fría (bloqueo de Berlín, 1948), algunos países europeos occidentales deciden coordinar su capacidad de respuesta militar a causa de la (supuesta) amenaza proveniente del Este. Así, primero se adopta el Tratado de Bruselas (1948), que daría lugar más tarde a la creación de la Unión Europea Occidental –UEO [2] . Frente a esta decisión, que podía suponer un mayor grado de autonomía de dichos países respecto de EEUU, la superpotencia impulsa la creación de la OTAN (1949), a lo que responde posteriormente la URSS con el establecimiento del Pacto de Varsovia (1951). La UEO prácticamente se “evaporaría” durante cuarenta años (hasta los noventa), ante una potente OTAN dominada claramente por EEUU. Europa occidental y oriental se convertían así, prácticamente, en dos “protectorados” de las superpotencias, y muy especialmente Alemania Occidental y Oriental, en las que se da una muy fuerte presencia militar de los dos gigantes.

En esta situación de debilidad y dependencia, en un momento además en que las antiguas potencias coloniales europeo-occidentales perdían poco a poco sus antiguos imperios en África y Asia, quedaban en un papel secundario en las instituciones de Bretton Woods (FMI y BM) bajo el dominio del dólar, y cuando los mercados nacionales eran asimismo muy limitados para enfrentar una competencia creciente por parte de EEUU, las elites económicas y financieras europeo-occidentales presionan a sus Estados para enfrentar este nuevo escenario de enorme incertidumbre para ellas. Unos Estados que se habían convertido (presionados por la situación social y geopolítica) en garantes de un nuevo pacto entre el capital y el trabajo, para gestionar el nuevo capitalismo keynesiano posbélico. Europa occidental había dejado de ser el centro del mundo. Y lo había sido durante casi quinientos años. La retirada de Francia y Gran Bretaña en su incursión militar en el Canal de Suez, en 1956, contra su nacionalización por Nasser (con el apoyo de la URSS), presionadas a echarse atrás por EEUU, certificaría el fin de la influencia global de las antiguas potencias coloniales europeas. En estas circunstancias se inicia formalmente el llamado “proyecto europeo”, en 1957, con la firma del Tratado de Roma, cuando seis países de Europa occidental (continental) se dotan de una Unión Aduanera y crean la Comunidad Económica Europea [3] . Era la reacción de las principales potencias (continentales) de la Europa a este lado del “telón de acero”, Francia, Alemania, Italia, más los países del Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo), para iniciar la creación de un mercado supraestatal con el objetivo de potenciar sus grandes empresas, a fin de competir en mejores condiciones a escala europea y mundial. La CEE se convierte en un verdadero éxito para el capital comunitario, y suscita un elevado crecimiento económico (de fuerte base industrial), una intensa urbanización (motorización) y una paralela desarticulación del mundo rural tradicional. Pronto llaman a sus puertas otros países europeos occidentales. En 1973 ingresan Gran Bretaña (rechazada por De Gaulle en los sesenta), Irlanda y Dinamarca. Y Noruega dice “No”, en referéndum.

Por otro lado, desde los sesenta, las tensiones con EEUU van aumentando paulatinamente. La creciente rivalidad económica, los desencuentros noratlánticos con la Francia de De Gaulle (abandono de Francia de la estructura militar de la OTAN), las movilizaciones sociales masivas contra el intervencionismo de Washington, y sobre todo la crisis del sistema monetario diseñado en Bretton Woods (BW), esto es, el fin del patrón dólar-oro en 1971 [4] , hacen que esa rivalidad se intensifique. Si bien, siempre dentro de un orden, porque la bipolaridad mundial limitaba las tensiones intercapitalistas, aparte de que el “proyecto europeo” era sólo un mercado supraestatal todavía en gestación, sin ninguna trabazón política propia y mucho menos militar. Los Estados europeo-occidentales eran entes (“autónomos”) incapaces de rivalizar con la superpotencia y dependientes de su protección militar. A pesar de todo, los países de la entonces CEE ante la crisis en gestación de BW deciden (en 1970) lanzar una moneda única para finales de los setenta (Plan Werner). EEUU lo considera un casus belli y obliga a la Francia de Pompidou a retirar esa propuesta (cumbre entre Francia y EEUU en las Azores a finales de 1971). De Gaulle felizmente había desaparecido. Los países de la CEE aceptan, pero a cambio exigen eliminar el sistema de cambios fijos existentes desde 1945 (otra de las patas del sistema de BW). Así, a partir de 1973, el dólar se mediría con otras divisas mundiales (marco, yen, etc), pero desde su posición hegemónica.

Mercado Único, y una nueva “Europa” (neoliberal) que se construye en torno al euro

Desde finales de los setenta, y especialmente con la presidencia Reagan, EEUU (seguido de la Gran Bretaña de Thatcher) impulsa un nuevo capitalismo cada vez más globalizado, basado en el creciente predominio de sus mercados financieros (en especial, Wall Street, pero también la City de Londres), y en una profunda redefinición del papel del Estado (desmantelamiento de su cara social), de la relación capital-trabajo (desregulación laboral), y de las relaciones de poder Norte-Sur (mediante la gestión –imposición- de la crisis de la deuda externa): el neoliberalismo. La primera etapa de la llamada revolución conservadora, que iba a empezar a desmontar las conquistas sociales alcanzadas en los países centrales en los “treinta gloriosos” (del modelo keynesiano-fordista) y tras el ciclo de luchas que se da en torno a 1968, y a reformular las relaciones Centro-Periferia tras el periodo descolonizador, en favor una vez más de Occidente. La CEE en una situación recesiva y de fuerte parálisis después de las crisis energéticas y económicas de los setenta y principios de los ochenta, se ve obligada a reaccionar. Sus principales empresas transnacionales reunidas en el lobby de presión ERT (European Round Table of Industrialists), apoyadas también por las elites financieras, reclaman a Bruselas iniciar asimismo el giro neoliberal e impulsar para ello un Mercado Único y, más tarde, una moneda única. Sólo así iban a poder subsistir y prosperar en el nuevo mundo salvaje de la “globalización” productiva y financiera impuesto en el área occidental por EEUU (y Gran Bretaña). La Comisión Europea toma nota y promueve un profundo giro en el “proyecto europeo”, ampliando al mismo tiempo las competencias de Bruselas. Y el Consejo Europeo, a instancias de la Comisión, aprueba en 1985 el Acta Única, que instituía un Mercado Único (MU) para mercancías, servicios, capitales y personas [5] , para 1993. Este es el inicio del giro neoliberal del “proyecto europeo” que se profundiza con el Tratado de Maastricht (1991-93), cuando se aprueba la creación de la Unión Económica y Monetaria (UEM). Esto es, la instauración de una moneda única comunitaria para finales de los noventa.

Mientras tanto, la CEE se había seguido ampliando hacia el Sur (Grecia, en 1981, España y Portugal, en 1986), y había ido cambiando de nombre pues se ampliaban sustancialmente sus competencias, desbordando el ámbito de lo puramente económico. Con el Acta Única, pasa a llamarse Comunidad Europea, y más tarde, con Maastricht, adopta su denominación actual: Unión Europea. El giro neoliberal del MU y Maastricht, se va a intensificar aún más en los noventa, y especialmente desde el año 2000 con la llamada Estrategia de Lisboa (para “convertir a la UE en el mercado más competitivo del mundo”). Todo esto, ayudado de forma decisiva también por la bajada de los precios del crudo, va a permitir relanzar el crecimiento económico. Un crecimiento que genera unas crecientes desigualdades sociales y territoriales, así como conflictos ambientales en ascenso, activando una verdadera explosión de la lengua de lava urbanizadora, con una creciente dispersión (reestructuración-terciarización) metropolitana, así como el paralelo estallido de la movilidad motorizada, al tiempo que implica el total predominio del agrobusiness sobre el mundo rural. Se configura, pues, una “Europa” crecientemente dominada por grandes regiones metropolitanas (especialmente por ese espacio que se ha denominado el “plátano dorado” [6] ), cada vez más multiculturales, en donde crecen el racismo y la xenofobia hacia las comunidades étnicas no comunitarias. Es decir, un modelo cada día más injusto, energívoro e insostenible.

Pero Maastricht era bastante más que la UEM, aunque la consecución de la moneda única fuera la piedra angular y el grueso de dicho Tratado. En ningún otro terreno como el monetario la cesión de soberanía estatal es tan manifiesta, para que el “proyecto europeo” pudiera hacer frente a las nuevas dinámicas de la globalización económica y, sobre todo, financiera. Por primera vez se abre de forma clara, pero muy incipiente todavía, el camino hacia la construcción de la “Europa” política y militar, a partir del impulso centrípeto que generaría (se suponía) la creación de la moneda única. Y Maastricht era también la respuesta al nuevo mundo que se abría tras la caída del Muro de Berlín (1989), las Revoluciones de Terciopelo en la Europa del Este (1990), la primera Guerra del Golfo (1991), el colapso de la URSS (1991) y el inicio de los conflictos en la exYugoslavia (1991). La nueva UE (en este caso con la Alemania unificada en 1990 al frente) tenía que actuar ante este nuevo escenario que afectaba de lleno a su patio oriental, y ante el reto que suponía un nuevo mundo en el que el capitalismo iba a ser ya verdaderamente global, e iba a estar dominado por una sola superpotencia: EEUU.

En este nuevo escenario, una vez evaporada la bipolaridad de la Guerra Fría, las tensiones intercapitalistas se iban probablemente a acrecentar, y el carecer de esa dimensión político-militar iba a ser un handicap para la proyección mundial de la UE, como un actor global. Además, una vez desaparecida la vinculación de las monedas directa o indirectamente con el oro, las principales divisas mundiales sólo se sustentaban en la confianza, y ésta (un bien frágil) se garantizaba principalmente con un fuerte poder político y militar. Éste era el caso claro del dólar, que era la divisa hegemónica mundial. Pero la futura moneda única, que se llamaría más tarde euro, para afianzarse y poder llegar a competir en su día con el dólar necesitaba de un componente político-militar del que el “proyecto europeo” carecía hasta entonces. Maastricht, pues, abre tímidamente esa puerta, creando dos nuevos pilares intergubernamentales: la Política de Exterior y de Seguridad Común (se “recupera” la UEO), y la Política de Interior y de Justicia Común. Esto es, los Estados se comprometían a empezar a poner en común, en base a la unanimidad, estas competencias suyas, hasta entonces fuera del ámbito comunitario. Es decir, a profundizar el “proyecto europeo”. Pero los distintos intereses nacionales (así como el pie de EEUU en la UE, Gran Bretaña) y el derecho de veto hacían que ésta fuera una muy ardua tarea.

Mientras tanto, el nuevo “proyecto europeo” se sigue ampliando. En 1995, ingresan por referéndum Suecia, Finlandia y Austria (y Noruega sigue diciendo “No”). Es decir, la antigua Europa occidental (prácticamente) es parte ya de la UE. Y en 1993 se decide en Copenhague iniciar una gigantesca ampliación de la UE hacia al Este, para acoger en su seno a países del ya fenecido Pacto de Varsovia, y pequeños Estados insulares (Chipre, Malta). En total doce nuevos Estados, de los que diez ingresarán en 2004 y dos en 2007 [7] . Las razones de esta macroampliación al Este eran claras: incrementar el mercado de la UE (más de 100 millones de nuevos consumidores), beneficiarse de una fuerza de trabajo cualificada y muy barata (de cara a futuras deslocalizaciones, y succionándola a través de la inmigración), apropiarse de sus empresas, bancos, servicios públicos y recursos, y desactivar el peligro que podía suponer su potencial militar, al tiempo que segregaban a estos países del área de influencia de Rusia. Sin embargo, la apuesta era tremendamente arriesgada y compleja. Las fuertes diferencias de renta y culturales, la dificultad del tránsito de una economía planificada a otra de libre mercado, la debilidad y ausencia de legitimidad de sus estructuras estatales, y asimismo sus fuertes vínculos con EEUU (su nuevo y principal protector frente a Rusia) hacían que esta ampliación fuera de difícil digestión para una UE que estaba también inmersa en la necesidad de su propia profundización. Obligada por las circunstancias, la Unión decide acometer ambos procesos al mismo tiempo: es decir, profundizar el “proyecto europeo”, al tiempo que ampliaba éste. Para ello era imprescindible cambiar las reglas de juego previas (de “café para todos”, es decir de igualdad formal de los Estados) y abrir la creación de una “Europa” a distintas velocidades, con un centro fuerte (probablemente el Eurogrupo; y, dentro de este, Alemania y Francia, sin descartar a GB, a pesar de no estar en el eurogrupo) y distintas periferias, en la que los Estados van ir perdiendo el derecho de veto [8] . Esto es lo que mal que bien intenta lograr primero el Tratado de Ámsterdam (1997), complementado luego en parte con el de Niza (2000), y finalmente articulado en el proyecto de la fracasada Constitución Europea aprobado por el Consejo Europeo en Roma, en octubre de 2004.



El mundo post-11-S, una nueva amenaza para la Unión



En paralelo, desde finales de los noventa, EEUU propone la ampliación al Este de la OTAN, que no se disuelve como el Pacto de Varsovia, sino que va reforzando su ámbito de proyección mundial y las causas y modalidades de posible intervención internacional. Los países del Este van a ingresar en la OTAN antes que en la UE, lo que introduce tensiones adicionales. A través de este instrumento, EEUU irrumpe como un verdadero Caballo de Troya dentro de la dinámica de la “construcción europea”, dificultando su ya difícil consolidación político-militar. Esto es especialmente así después del 11-S, bajo la presidencia de Bush, en esta nueva etapa que se ha venido a denominar como “globalización armada”, caracterizada por la actuación unilateral agresiva de EEUU a escala mundial (y un fuerte control y represión interna). Una segunda fase de la revolución conservadora marcada también por el fundamentalismo religioso y el reforzamiento de las estructuras de dominio patriarcal, que está poniendo abiertamente en cuestión las conquistas de las mujeres en los últimos treinta años. Es en este contexto que se inicia la elaboración de la Constitución Europea (Laeken, diciembre, 2001), cuya aprobación se vuelve aún más perentoria de cara a este novísimo escenario global. Escenario que se complica enormemente con la guerra preventiva de EEUU y Gran Bretaña (junto con otros actores estatales, algunos de ellos “europeos”) contra Irak, en 2003, que logra dividir a la “Vieja” y a la “Nueva” “Europa”.

Así, las tensiones internas y especialmente los frenos que establecen especialmente Gran Bretaña, acompañada de la Italia de Berlusconi y la España de Aznar, y la situación en los países del Este, hacen que en la nonata Constitución se alumbre una futura configuración de la UE, enormemente compleja, con ausencia de una estructura de mando clara, que compromete su construcción como superpotencia político-militar de proyección mundial. Todo ello se negocia en la convulsa etapa previa a la guerra contra Irak, y durante la misma. La Constitución Europea fue un acuerdo de mínimos que blindaba y profundizaba la “Europa” neoliberal existente (posibilitando la privatización de los servicios públicos y promoviendo la liberalización del comercio mundial), y que suponía un paso importante (pero limitado) para construir la “Europa” política y militar que necesitaba el capital continental en esta etapa, de creciente rivalidad noratlántica y multipolaridad mundial en ascenso (China, Rusia, India e incluso Brasil). Además, una UE en constante expansión [9] , sin unas futuras fronteras delimitadas y claras, puede hipotecar aún más la profundización, y hacer todavía más difícil definir un “adentro” y un “afuera”, para intentar construir un “nosotros” sobre el que se basa un proyecto excluyente para unos (el “otro” interior y exterior) e “incluyente” (con enormes diferencias internas [10] ) para la ciudadanía de los distintos Estados de la Unión.

De esta forma, el “proyecto europeo” está aquejado de una fuerte y creciente falta de legitimidad. En sus primeros años, hasta los ochenta, durante esos treinta años de capitalismo de “rostro humano”, mientras se construía el “Estado del Bienestar”, y se daba una situación de pleno empleo (fordista), aunque excluía a las mujeres relegándolas en general al ámbito del trabajo doméstico, y se profundizaba el impacto ambiental, la (débil) “construcción europea” de entonces gozó de una relativa buena imagen pública. En esta etapa, la fuerte contestación social (y antipatriarcal) existente se desarrollaba en el marco del Estado-nación. Sin embargo, desde mediados de los ochenta, cuando se inicia el giro neoliberal del “proyecto europeo”, y se van imponiendo desde Bruselas sus recetas al conjunto de los países miembros, con el paulatino desmontaje del “Estado social”, al tiempo que se acaparan por la UE crecientes competencias estatales, y que se va instalando el desempleo crónico y la precariedad (postfordista) en las sociedades europeas, la “construcción europea” se enfrenta a un rechazo ciudadano in crescendo. Se incrementa claramente el “euroescepticismo”, que se ve reforzado por la incorporación de nuevos Estados miembros donde late un fuerte rechazo a la UE (Suecia, Finlandia y Austria, que se suman a los ya reticentes Gran Bretaña y Dinamarca). Más tarde, se asiste (desde el Tratado de Ámsterdam, 1997) a una creciente movilización ciudadana contra las instituciones comunitarias, que se refuerza al final del siglo (Niza, 2000, Gotemburgo, 2001, Barcelona, 2002) en paralelo al auge del llamado “movimiento antiglobalización”, pues la UE pasa a ser considerada como uno de los principales actores mundiales del nuevo capitalismo global. Y en los últimos años han proliferado importantes movilizaciones contra la progresiva privatización de la sanidad, la educación, las pensiones, la liberalización de los servicios (directiva Bolkestein) y los recortes sociales en muchos países de la Unión. Asimismo, la incorporación de los países del Este ha introducido un elemento más en la desafección en ascenso hacia las estructuras comunitarias. No por casualidad en las últimas elecciones al Parlamento Europeo tan sólo votó el 45% de la población de la UE a 25, y el 26% si se considera sólo a los países del Este (en Polonia y Eslovaquia la participación ni siquiera llegó al 20%). Los ciudadanos (sobre todo aquellos más afectados por las reestructuraciones en marcha) se alejan cada vez más de la UE, y los del Este se ven a sí mismos como de “segunda categoría”, de ahí su desentendimiento del “proyecto europeo”. Su bajísima participación en las elecciones “europeas” es un buen indicador de ello.

No existe un imaginario común “europeo”, y las estructuras comunitarias (apoyadas en los Estados) lo están intentando crear en base al miedo al “otro”, interior y exterior, presentándose ante la ciudadanía como la mejor garantía de seguridad, interna y externa, con el fin ganar legitimidad (el euro también es un importante cemento de imagen común en un mundo donde el dinero es básico). Con la fracasada Constitución, y ahora con el nuevo Tratado de Reforma, la UE cabalga desde formas de “dominio dulce” a formas de “dominio fuerte” características de esta nueva etapa de “globalización armada”, al tiempo que promueve también un reforzamiento de las estructuras de dominio patriarcal, aunque a ritmo “europeo”, para mejor adecuarse a los nuevos escenarios de progresivo predominio de la fuerza en la gestión y resolución de conflictos, y adaptarse igualmente al desmantelamiento del “Estado social” [11] . La imagen de “policía bueno” de la “globalización” que hasta ahora gozaba la UE a escala global, seguramente se empiece a empañar en los próximos años conforme se vaya haciendo cada vez más necesario garantizar con el poderío político-militar la imposición de los intereses económicos de la Unión en el mundo entero (ante unas resistencias también crecientes), el acceso a recursos naturales crecientemente escasos (especialmente combustibles fósiles) que se ubican en espacios periféricos (y muy en concreto en Oriente Medio y Asia Central), con el fin de saciar su demanda en ascenso por parte de un modelo urbano-agro-industrial cada día más depredador y contaminador, y afianzar en esos pilares de poder también la necesaria confianza monetaria y financiera. La cita del Documento Solana (CCEE, 2003) que recogemos al principio de este texto, es decir, la Nueva Estrategia Europea de Defensa que acompañaba a la Constitución Europea, es suficientemente ilustrativa del afán de convertir a la UE en una superpotencia mundial con capacidad de proyección global. Sin embargo, esta dinámica crecientemente militarista de la Unión es rechazada, hasta ahora, por las sociedades “europeas”, y es preciso presentarla bajo los ropajes humanitarios del “poder blando” para que se vaya aceptando poco a poco por la ciudadanía comunitaria.

El No francés y holandés a la Constitución, y el nuevo “ataque” de Bush a Europa

El “proyecto europeo” que definía la Constitución Europea fue rechazado, en 2005, por Francia y Holanda en sendos referendos (Washington se alegró seguramente ante el resultado). Una verdadera e inesperada hazaña popular con todo el viento en contra (mediático, político y empresarial), cuyo resultado también fue posible, desgraciadamente, por el rechazo de la extrema derecha. El proceso de ratificación fue pospuesto al principio más de un año, después que Blair rechazara someterlo a aprobación, y más tarde el marco político para su aprobación se fue volviendo crecientemente adverso. En estas circunstancias parecía difícil concebir que fuera ratificado por los 27 estados miembros, pues sólo 18 países lo habían aprobado (dos de ellos por referéndum, España y Luxemburgo), pero quedaban los países más recalcitrantes, entre los que destacaban Gran Bretaña, Polonia y República Checa. Además, estaba el problema de cómo podían Francia y Holanda saltarse la voluntad popular. Algo difícilmente concebible sin modificar el texto, especialmente en sus aspectos más simbólicos. De esta forma, Sarkozy, recién investido presidente, propuso salir de esta pesadilla mediante un “minitratado”, olvidando el nombre pomposo de Constitución, pues eso le permitiría sortear el rechazo ciudadano al texto en cuestión. Mientras tanto, la situación se complicó adicionalmente con la presión renovada de Bush para dividir a la “nueva” y a la “vieja” Europa, con el fin de erosionar el futuro de la Unión como una superpotencia con un euro fuerte, que pudiera poner en cuestión la hegemonía mundial del dólar y de EEUU. De hecho, la rivalidad del dólar y el euro no ha hecho sino intensificarse desde 2004. Desde entonces, el euro se ha revalorizado fuertemente frente al dólar. En gran medida como resultado del desastre de la ocupación de Irak, además de cómo consecuencia de los abultadísimos déficits fiscal y por cuenta corriente de EEUU. Todo ello se ha visto incentivado por choques especulativos en los mercados de divisas, y condicionado asimismo por recientes cambios en las políticas relativas a las reservas en divisas de los principales bancos centrales del mundo, principalmente aquellos del sudeste asiático, especialmente China, Rusia y los países de la OPEP.

De esta forma, Washington ha estado intentando dividir a Europa en los últimos tiempos con el nuevo escudo de misiles que piensa desplegar en Polonia y República Checa, argumentando que su objetivo es protegerse de un posible ataque de Irán. Esta situación esta creando tensiones crecientes tanto dentro como fuera de la Unión, especialmente con Rusia, que se siente amenazada. Y Bush está promoviendo también abiertamente la independencia de Kosovo, forzando el plan de NNUU para esta entidad territorial (una “independencia” encubierta, con un periodo de transición controlado internacionalmente), si Rusia finalmente no da su aquiescencia al mismo. Lo cual se traducirá en una exacerbación de las tensiones en la región, creando un importante problema para la Unión (que apoya el plan de NNUU, y no quiere enfrentarse a Rusia) en su propio patio trasero. Las tensiones en los Balcanes están todavía latentes y pueden reavivarse. Más aún, Bush está dando alas a la creación de una Gran Albania, como hemos podido ver recientemente en su glorioso viaje a Tirana. Todo esto va a comprometer y dificultar la posibilidad de alcanzar un nuevo Acuerdo de Cooperación con Rusia por parte de la UE (el actual expira en 2007), que hasta ahora ha sido fuertemente contestado por Polonia (al menos hasta el reciente recambio gubernamental). Este acuerdo tiene un carácter estratégico para la UE, debido a su fuerte dependencia de gas, petróleo, y hasta uranio, de Rusia. EEUU teme una posible alianza estratégica (de intereses comunes) entre Europa y Rusia, y hace todo lo posible para erosionarla.

Pero volvamos a la Constitución. Como hemos señalado, el proceso de ratificación constitucional se ha estaba convirtiendo en un verdadero calvario, y además Blair lo había dejado en vía muerta. Sin embargo, con la presidencia alemana de la Unión (primer semestre de 2007), los principales poderes continentales de la UE (claramente liderados por Alemania, el gran actor que podía forzar compromisos), trataron de llegar a un acuerdo que pusiera fin a esta pesadilla, intentando promover un texto similar a la Constitución Europea, un nuevo Tratado, que deberá ser aprobado antes de las próximas elecciones europeas de 2009 (tres años después de lo previsto). La palabra Constitución fue suprimida como parte del acuerdo. Intentaban cambiar algo, para que todo siguiera igual, o casi. Y, finalmente, con la ayuda de Sarkozy, recién elegido, apoyado firmemente por Zapatero y Prodi, y otros gobiernos europeos de países que habían aprobado la Constitución, se consigue acordar (en medio de fuertes tensiones) el proyecto del nuevo Tratado al final de la presidencia alemana en junio de 2007. El presidente de la Comisión, Barroso, había advertido que si no había acuerdo, todos los países serían perdedores. El nuevo Tratado ha sido finalmente pulido y ultimado en octubre, durante la presidencia portuguesa, y será formal y pomposamente aprobado por el Consejo Europeo en Lisboa en diciembre de este año. El mismo Consejo Europeo que aprobó formal y ostentosamente la Constitución Europea en Roma, en 2004. Donde dije digo, digo diego. La historia se repite como una gran farsa.



El Tratado de Reforma: una Europa de Estados antidemocrática y sin alma, que aspira a convertirse en superpotencia mundial

La elaboración del nuevo Tratado de Reforma ha sido aún más antidemocrática que la de la Constitución. Su redacción final ha sido el resultado de una Conferencia Intergubernamental presidida por el secretismo, sin ninguna participación del Parlamento Europeo, ni de los Parlamentos Nacionales, que al menos participaron de forma residual en un proyecto constitucional precocinado (por los grandes). Es más, el propio Parlamento Europeo dio el visto bueno a este proceso, retirándose de la escena, para hacer viable el conseguir un nuevo Tratado de Reforma (o mejor dicho Contrarreforma) de la Unión. Y además no ha habido ningún contacto ni negociación con los “agentes sociales” (Confederación Europea de Sindicatos, grandes ONG’s, etc), a los que se involucró antes de cara a vender mediáticamente la imagen participativa del proceso constitucional. Eso sí, su “participación” fue residual y a toro pasado. Es chistoso que al final del proceso negociador del nuevo Tratado de Reforma de la UE, los líderes europeos afirmaran que Europa iba a ganar un mayor carácter democrático en el futuro. Además, ha quedado claro que la aprobación del nuevo Tratado se hará por vía parlamentaria, para eludir cualquier contacto y fiscalización ciudadana. Después del No francés y holandés no hay ninguna intención de refrendar popularmente el nuevo Tratado. Tan sólo Irlanda es probable que tenga que convocar un referéndum para ratificarlo, pero serán muy serias las presiones de las instituciones comunitarias para que eluda esa obligación constitucional. Otros actores dudosos, como Gran Bretaña y Dinamarca, han dicho, por el momento, que no convocarán unos plebiscitos que muy seguramente perderían, sobre todo en el caso del Reino Unido [12] . La nueva Europa será una “Unión de Estados” en la que han sido suprimidos los ciudadanos, que ni siquiera se mencionan en el preámbulo, al contrario que en la Constitución (“Unión de Estados y ciudadanos”). Cuanto más lejos estén los ciudadanos de este proyecto puro de poder, mejor, como se resalta en una de las citas iniciales de este texto. Ahora ya no es necesario ni disimular, como cuando se quería aprobar una Constitución Europea, que no se podía entender sin los ciudadanos.

Pero aparte del cambio de nombre, y de la desaparición de los ciudadanos, el “proyecto constitucional” ha sufrido otras ligeras, y no tan ligeras, modificaciones para poder ser aceptado por todos, y especialmente por Gran Bretaña y Polonia [13] . Ambos fuera del euro, y ambos con fuertes lazos con EEUU. Los dos han logrado que la Carta de Derechos Fundamentales haya sido eliminada del nuevo Tratado, aunque hay una referencia a la misma, que más tarde comentaremos. Además, Polonia ha conseguido que el nuevo sistema de votación no se aplique hasta el 2014, que puede llegar a ser el 2017 [14] , manteniendo la cuota de poder e influencia conseguida en Niza. El nuevo Tratado sigue abriendo la puerta a la privatización total de la sanidad, la educación, el agua y las pensiones, sometiendo a estos “servicios de interés general” (ya no se habla de servicios públicos) a la lógica del mercado y la competencia. El área de negocio que se abre es enorme, y beneficia a las dinámicas de creciente financiarización. Mientras tanto, la política social y la fiscalidad siguen sometidas al veto, haciendo imposible una política comunitaria al respecto, al tiempo que se permiten los paraísos fiscales dentro de la propia Unión. Lo social pues es una opción en regresión, pero la competencia es una obligación, la desregulación y precariedad laboral una exigencia, y la libertad de movimientos del dinero algo intocable. Además, debido al hecho de que la iniciativa legislativa sigue residiendo en la Comisión Europea, ello hará que el marco comunitario responda cada vez más a las lógicas de los grandes conglomerados empresariales y financieros, que poseen importantes lobbies de presión en Bruselas. La Nueva Estrategia de Lisboa, o el nuevo documento de la Comisión: “Europa Global, compitiendo en el mundo” son un muy buen ejemplo de ello. En palabras del Comisario de Comercio de la UE, Peter Mandelson: “Queremos garantizar que las empresas europeas competitivas, respaldadas por las políticas internas adecuadas, deben poder ganar acceso a los mercados mundiales y operar en ellos con seguridad. Ésta es nuestra agenda”.

Por otro lado, en el nuevo Tratado se suprimen todos los símbolos europeos: la bandera, el himno y el término “Ley europea”, para no generar el rechazo de los más “euroescépticos”. Esto es, cualquier referencia que pueda sugerir que un gran Estado paneuropeo está en gestación. Lo cual es muy importante porque los símbolos mueven montañas, y ayudan a crear un imaginario europeo del que la Unión carece en estos momentos. Prodi, el primer ministro italiano, ha manifestado que el nuevo Tratado crea una “Europa sin alma”. Y sabe de lo que habla, porque como anterior presidente de la Comisión Europea tuvo que lidiar con su falta de legitimidad. El nuevo Tratado profundizará con toda seguridad en esta falta de legitimidad. Más aún por su carácter de “Europa de Estados”, confederación europea por así decir, sin ningún componente social, y cuya construcción está claramente presidida única y exclusivamente por las leyes del Mercado, su verdadera alma, y por complejos instrumentos internos (securitarios) y externos (militares) para garantizar su gobernabilidad y su proyección mundial, con el fin de defender sus principales intereses económicos, financieros y monetarios. El gasto público social queda pues muy severamente limitado por el Pacto de Estabilidad, y se preconiza que los Estados deben alcanzar el superávit presupuestario, pero eso sí, se anima a los Estados a gastar más, bastante más, es en los presupuestos militares.

Esto es, la principal sustancia de la fracasada Constitución permanece, aunque algo más condicionada aún por Gran Bretaña y el marco transatlántico. Esto es, capacidad de veto en política exterior y de seguridad (aunque limitada en el tiempo). El Reino Unido mantiene su capacidad para perseguir su propia política externa y de seguridad, es decir desarrollar su papel independiente en el mundo, mano a mano con EEUU. Por otro lado, los vínculos con la OTAN se refuerzan. Y Sarkozy plantea una vuelta de Francia a la OTAN, a su estructura militar, de la que estaba ausente, pero reforzando claramente el polo europeo de la organización (lo que se busca con el nuevo Tratado: “cooperaciones estructuradas en materia de ‘defensa’”), y garantizando un equilibrio de poderes entre los dos lados del Atlántico en la agenda de actuación de la Alianza (es decir, una OTAN renovada). Sin embargo, Gran Bretaña no pudo frenar la creación del Alto Representante de la Unión en Política Exterior y de Seguridad de la “futura Europa”, que además de miembro del Consejo será vicepresidente de la Comisión, auque su título de Ministro de Asuntos Exteriores y de Defensa de la Unión fue retirado, por las connotaciones estatales que pudieran sugerir. El nuevo Tratado mantiene la propuesta de la Constitución de crear una presidencia estable de la Unión [15] , es decir, del Consejo Europeo, lo que acaba con las presidencias rotatorias y refuerza y concentra aún más el poder en la UE, especialmente de los grandes Estados en detrimento de los pequeños (se habla de Blair como futuro presidente de la Unión; ¿el zorro a cargo del gallinero?). Pero se mantiene una bicefalia entre el presidente de la Comisión y el del Consejo. Por otro lado, el nuevo Tratado dota a la Unión de estatus jurídico internacional.

Estas reformas permitirán a Europa reforzar su proyección mundial, y en especial a sus grandes Estados [16] . Hasta ahora la Unión que es el mercado mayor del mundo, todavía carece de una entidad política unificada y sobre todo una estructura militar autónoma (de EEUU). La UE con sus 500 millones de habitantes, tiene que lidiar con un capitalismo crecientemente multipolar, formado por Estados grandes y potentes, alguno de los cuales tienen dos y casi tres veces la población de la Unión (India y China, respectivamente). El peso poblacional relativo de Europa a nivel mundial se ha reducido a la mitad en los últimos 50 años. Y es por eso también por lo que los principales actores europeos, los grandes Estados de la Unión, hoy presididos por gobiernos más atlantistas, promueven también la creación de un gran mercado transatlántico entre la UE y EEUU (el llamado Nuevo Mercado Transatlántico), es decir, el núcleo duro de Occidente, con el fin de poder competir en mejores condiciones con los nuevos y grandes actores emergentes en el nuevo capitalismo global. Especialmente con China. Pero esta Europa también tiene contradicciones con EEUU, y sus grandes actores económicos y financieros. Y es por eso por lo que en paralelo lanza su propia estrategia para ampliar sus mercados (y acceso a recursos) a escala mundial al margen de la OMC, como hace EEUU, a través de acuerdos de libre comercio con las principales áreas regionales globales (de América Latina, África y Asia), que ampliarán aún más la huella ecológica de la Unión a nivel planetario; al tiempo que trata de impedir cualquier integración regional en el Sur, que pudiera romper la dependencia económica y financiera de la UE.

Así, la UE además de tener que competir con otros actores globales por unos recursos naturales crecientemente escasos, se verá obligada a competir también con EEUU, por unos recursos energéticos mundiales próximos a ir alcanzando paulatinamente su pico mundial (primero el petróleo, luego el gas, luego el uranio, y finalmente el carbón) [17] . De hecho, el precio del petróleo ya ha roto la barrera de los 100 dólares, igualando en dólares constantes (descontando la inflación) el máximo que alcanzó a primeros de los ochenta. La época del petróleo barato se acabará para siempre a partir de entonces, y el suministro energético mundial entrará progresivamente en declive a partir de ese momento, por primera vez en la historia de la humanidad. La UE (junto con EEUU) intenta impulsar el uso de agrocarburantes como una forma de enfrentar estos escenarios (y reducir la dependencia in crescendo del petróleo de la OPEP), lo que está ya teniendo profundos impactos (ambientales, territoriales, sociales y alimentarios) en América Latina, África y Asia, que se acentuarán aún más en el futuro. Todo para mantener inquebrantable la expansión de la movilidad motorizada y las dinámicas de la globalización, justificando esta opción con el cínico argumento de que de esta forma se está luchando contra el cambio climático en marcha, cuando en realidad acelerarán este proceso con la deforestación de vastos territorios. Al igual que se intenta relanzar la energía nuclear con la misma justificación. En el nuevo Tratado, la energía se convierte en una nueva área que se comunitariza, ante su importancia estratégica, cosa que anteriormente no contemplaba la Constitución. Hasta el Reino Unido ha apoyado esta cesión de competencias a Bruselas, después de verle las orejas al lobo, pues se ha alcanzado ya el pico del petróleo y del gas en sus yacimientos del Mar del Norte.

Pero la razón de todo ello es también mantener en funcionamiento este modelo económico basado en el crecimiento sin límites, alimentado por el consumo de energía y por la expansión descomunal del crédito a todos los niveles, que está creando tremendas burbujas financieras (inmobiliaria y de complejos instrumentos financieros: derivados, private equity, hedge funds), que están empezando a explotar como resultado del fuerte cambio experimentado en las variables que las han posibilitado (tipos de interés, precio del petróleo, etc.). Dichas burbujas, especialmente la inmobiliaria, están generando un verdadero terremoto social, provocando un enorme trasvase de rentas de los sectores no propietarios hacia los sectores propietarios, aparte de un brutal impacto territorial y ambiental. En la reciente crisis mundial de los mercados financieros a causa de la crisis inmobiliaria en EEUU, que está todavía en marcha, la Comisión Europea (presionada por la plutocracia del dinero) ha defendido la desregulación financiera que permite la especulación salvaje en los mercados, a pesar de los intentos que desde el Parlamento Europeo y desde algunos grandes Estados (Sarkozy y Merkel) por regular los mercados, y favorecer el capitalismo de las grandes empresas y no el de los especuladores. Sarkozy ha llegado a denunciar el apoyo del Banco Central Europeo (BCE) a los grandes especuladores (que no son otros sino los grandes bancos de inversión) en la reciente crisis financiera.

El nuevo Tratado (y la nueva directiva del mercado único de capitales) da aún más poder al mundo del dinero, reforzando el papel del BCE y sometiendo todavía más a la economía y al conjunto de la sociedad a su lógica implacable. Pero esta carrera hacia el abismo a la que nos conduce el actual modelo será imposible de parar, si no se inicia pronto un cambio radical del actual modelo económico, monetario y financiero, pues antes o después, y todo parece indicar que será muy pronto, el pico del petróleo pondrá fin al crecimiento sin límite, iniciándose además una nueva etapa presidida por el decrecimiento continuo de la economía. Lo cual implicará asimismo la quiebra de la expansión financiera sin fin. El principio del fin de la era de los combustibles fósiles pondrá coto, se quiera o no se quiera, a esta locura (hasta ahora) sin fin. Y más vale que este proceso lo hagamos entre todos de una manera ordenada y consensuada, y no presididos por la lógica de la competencia por los recursos, las lógicas de guerra y el “choque de civilizaciones” (al que Europa también se apunta con la boca pequeña; la connivencia de muchos gobiernos de la UE con los vuelos de la CIA lo confirma).



Una Europa a distintas velocidades y autoritaria, cada día más desigual y contestada



El nuevo Tratado configura no solo una Europa sin alma, sino una estructura institucional europea con distintos núcleos y periferias, que contendrá al menos dos (o tres) grandes Europas dentro de ella. Una, el Eurogrupo, los países que han adoptado o adoptarán el euro como moneda común (trece ahora, y quince dentro de poco). Ellos serán con toda probabilidad los que intentarán ir más allá en sus políticas de integración (“cooperaciones reforzadas”), y el nuevo Tratado lo permite en las áreas en que se pueden tomar decisiones por mayoría, aunque serán los actores más poderosos los que condicionarán su evolución. Fuera de ella habrá un grupo de países ricos al margen del euro, Gran Bretaña, Dinamarca y Suecia. El primero con una moneda todavía fuerte, la libra esterlina, y los otros dos con monedas de muy poca trascendencia internacional, que probablemente no tardarán en integrarse en el euro, aunque tal opción haya sido rechazada en el pasado por sus poblaciones en consultas populares. El resto de los países no miembros del euro son fundamentalmente los del Este, que lo más probable es que tarden en integrarse en la moneda única, pues manifiestan severos desequilibrios económicos como consecuencia de su incorporación (dependiente) a la Unión. Además, dichos países están ya “eurizados” aunque no estén en el euro, esto es, no reciben los beneficios de emitir moneda (derechos de señoreaje), pero sufren sus consecuencias, al circular cada día más ampliamente el euro en sus territorios, en detrimento de sus propias monedas (es decir, perdiendo derechos de señoreaje propios).

Pero la futura Europa tendrá también otras periferias (cercanas, aparte de las lejanas) o círculos concéntricos, con el fin de ampliar sus mercados, y las reglas del Mercado Único, así como garantizar su seguridad interna y externa. Lo mismo que EEUU hace con México y Canadá [18] . De hecho, las lleva construyendo desde hace tiempo. Una, será la que se está creando en su flanco el Sur, y que Sarkozy pretende rebautizar como Unión Mediterránea. Su objetivo es controlar la inmigración, acceder a sus recursos naturales y sobre todo energéticos, deslocalizar empresas, y establecer una política común de seguridad (migratoria y antiterrorista). No en vano es un área muy conflictiva, y además es la frontera “Norte-Sur” más desigual del mundo, que se quiere controlar, al mismo tiempo paradójicamente que la lógica de mercado desarticula sus economías, sus sociedades y sus Estados. Esta Unión Mediterránea estaría “presidida” por Francia, pero también tendrán un papel importante en la misma España e Italia, y Sarkozy pretende compensar a Turquía con el ingreso en la misma, ya que se opone (hasta ahora) a que se convierta en miembro de pleno derecho de la Unión. La Unión Mediterránea buscaría también disputar a EEUU su hegemonía en el Mediterráneo. La otra gran periferia sería la del Este de la Unión (Ucrania, Bielorrusia, etc.), y su gestión más directa correspondería a Alemania, pues es su antiguo Lebensraum, por el que luchó en el pasado de forma terrible, generando el drama humano más importante de la historia de Europa. Esta es la nueva división de papeles que está haciendo el nuevo eje franco-alemán. El Mediterráneo para París, y la Europa del Este no comunitaria para Berlín. Y ambos (junto con los países continentales de la Unión) están a favor de un férreo control de la inmigración, la “Europa Fortaleza” (que se cobra miles de vidas al año), cuya gestión se comunitariza en el nuevo Tratado, a pesar de las tensiones internas al respecto, de las modulaciones que quiere hacer cada Estado, y del descuelgue en ciertas cuestiones del Reino Unido, que prefiere llevar su propia política.

La UE se está convirtiendo cada vez más en un nuevo Leviatán y Gran Hermano incontrolable. El proceso se inició ya hace años (acuerdo Schengen, grupo Trevi, etc.), pero en los últimos años, especialmente desde el giro global securitario y militarista propiciado por el 11-S, y la “guerra global contra el terror” subsiguiente, junto con el desarrollo experimentado por las nuevas tecnologías de control, este endurecimiento no ha hecho sino profundizarse, en especial con los movimientos contestarios al orden existente, y el nuevo Tratado significa un nuevo e importante paso en la misma dirección. Los derechos políticos y las libertades están seriamente en cuestión. Las políticas de seguridad (y justicia) se comunitarizan, aunque Gran Bretaña conserva la cláusula de descolgarse (opting out). Y los Estados se decantan cada vez más por las políticas de “Tolerancia Cero”. Es más, el nuevo Tratado (al igual que la Constitución) contiene una Cláusula de Seguridad, que permite a la Unión intervenir en un país miembro en caso de ataque terrorista, catástrofe natural o humana (¿un levantamiento popular, tal vez?).

Todo ello se intenta encubrir con una Carta de Derechos Fundamentales, de consecuencias jurídicas dudosas, que para nada recoge de forma vinculante los derechos sociales (cada día más erosionados), y que además ha quedado fuera del nuevo Tratado (en el que tan sólo se menciona su existencia) por exigencia de Gran Bretaña y Polonia. La primera, porque no quería que se pudiera reconocer a partir de ella el derecho de huelga, y la segunda porque ha introducido una Cláusula Moral, que permite al país suprimir derechos fundamentales para las mujeres (aborto, divorcio) y determinados colectivos sociales (gays, lesbianas y transexuales). La Polonia (doblemente) patriarcal y homófoba de los gemelos Kacinsky (hoy defenestrado electoralmente uno de ellos) propugnaba hasta la introducción de la pena de muerte en su territorio. De esta forma, la libertad sindical, las libertades de las mujeres y la libertad sexual se ponen en cuestión, y la Unión lo acepta, para conseguir la aceptación estatal del nuevo Tratado. Y todo ello en nombre de la competencia y el mercado, así como de la moralidad y del bienestar de la familia. Pero no es de extrañar. Se quiere poner en cuestión conquistas básicas que se consiguieron al calor de las luchas en torno al 68. La bestia negra de los “neocons”. La irrupción de Sarkozy como presidente de Francia ha puesto este objetivo en la agenda política, para reforzar las estructuras de poder existentes (estatales, patriarcales y empresariales). Y Benedicto XVI también quiere poner en cuarentena la renovación de la Iglesia que supuso el Vaticano II en los mismos años sesenta, y hasta ha conseguido (con la ayuda de Polonia) la mención a la “herencia religiosa” [19] de Europa en el nuevo Tratado (que no constaba en la Constitución). La Contrarreforma está en marcha. De cualquier forma, todavía no está claro que los 27 puedan ratificar, todos ellos, el Tratado de Reforma antes de 2009.

Pero las sociedades civiles europeas, organizaciones sindicales (principalmente fuera de la Confederación Europea de Sindicatos, aunque también dentro de la propia CES), organizaciones políticas (la llamada Izquierda Europea, y multitud de partidos de izquierda no parlamentarios) y muy diversas organizaciones (Attac, por ejemplo) y movimientos sociales a escala de la Unión, están rechazando progresivamente esta futura Europa que se diseña en el nuevo Tratado de Reforma de la UE. Si cuando el proyecto de Constitución Europea el rechazo era muy amplio, ahora lo es mucho más (aunque no sea visible), pues la Unión ni siquiera ha tenido la vergüenza de venderlo, pues como hemos señalado es un proyecto puramente del poder, al margen de los ciudadanos. Pero otra cosa es que ese rechazo in crescendo se pueda manifestar organizada y abiertamente, como cuando la Constitución Europea. Máxime ahora que la ratificación del nuevo Tratado se quiere llevar a cabo de forma subrepticia, eludiendo las consultas populares. Es por eso por lo que el clamor y el punto de confluencia común de todos los rechazos es que el nuevo texto, al menos, se someta a consulta popular. Sin embargo, ese rechazo se manifestará con toda seguridad el día de las futuras elecciones europeas en 2009, cuando los ciudadanos europeos den la espalda de una forma aún más profunda que en el pasado a su cita con las urnas (es preciso recordar una vez más que en 1979, el primer año de elecciones al Parlamento Europeo, la participación fue superior al 63%, que en 2004 fue tan sólo del 45%, y que en los países del Este alcanzó un ridículo 26%). Será un rechazo pasivo, más que activo. Lo cual agudizará aún más la profunda falta de legitimidad de la Unión. Y no será para menos. El sueño europeo no existe, y nunca existirá con estos mimbres, a pesar de que se intente lograr un cierto “patriotismo europeo” en base a la seguridad, al miedo y al euro.

Pero también se está desarrollando una creciente oposición a esta nueva Europa neoimperial en América Latina y en África, muy especialmente, y en menor medida en Asia, sobre todo en respuesta a las políticas de acuerdos de “libre comercio” que la Unión está tratando de imponer en los espacios periféricos a escala mundial [20] . Y es más, se están empezando a articular las resistencias a este proyecto en el interior y en el exterior de la Unión (el proceso “Enlazando Alternativas” entre organizaciones de América Latina y de Europa es un buen ejemplo de ello). Todo lo cual hará aún más complicado la cristalización de esta nueva Europa, provocando que los poderes europeos (o parte de ellos, quizás el Eurogrupo), se vean obligados (llegado el caso) a construir esta futura Europa de una forma claramente autoritaria, y defenderla a través de intervenciones militares a escala mundial. Sin embargo, esto crearía un mayor rechazo social a medio plazo a esta Europa del capital, tanto dentro como fuera de la UE. Es preciso pues oponerse a este proyecto de poder y empezar a deconstruir esta Europa (y las estructuras estatales que la componen), y desmontar el “choque de civilizaciones”, para poder caminar hacia otras Europas y mundos posibles. El nuevo mundo que se abrirá dentro de poco tras el pico del petróleo, pondrá en cuestión las estructuras de poder que se han ido afianzando históricamente en base a un flujo, hasta ahora in crescendo, de combustibles fósiles. Todo es posible. El futuro está abierto.


PD: Un comentario final merece la situación que se puede crear aquí, en el Estado español, con la ratificación del nuevo Tratado. Un Estado con crecientes tensiones territoriales, pero en el que las distintas elites nacionalistas apoyan y promueven el “proyecto europeo”. El gobierno español fue el primero en aprobar en referéndum la Constitución (“los primeros en Europa”), en la consulta electoral de más baja participación de la democracia española (42%). Pero a pesar del 77% de “Síes”, sólo algo más de tres de cada diez ciudadanos apoyaron la Constitución. Eso fue celebrado como un gran triunfo para Europa y para la democracia española. Pero ahora asistiremos a la modificación en toda regla de la máxima expresión de la soberanía popular, pues el gobierno español someterá el nuevo Tratado a ratificación en el Parlamento, pasándose por el forro lo que había sido, según ellos, la expresión de voluntad popular. De cualquier forma, al igual que el referéndum sirvió para impulsar un debate sobre el “proyecto europeo”, la futura y subrepticia ratificación parlamentaria debe ser utilizada para profundizar el debate en torno a esta Europa que está condicionando tanto nuestras vidas y nuestro entorno. Además, el mito de Europa que existía hasta ahora en nuestro territorio hace tiempo estaba entrando en crisis, y saltó en muy gran medida por los aires tras el No francés y holandés. Es hora pues de profundizar en este debate, y animar las resistencias a la Europa del capital.

Ramón Fernández Durán es miembro de Ecologistas en Acción


[1] Este texto amplía y actualiza uno de los capítulos del libro del autor “La compleja construcción de la Europa superpotencia” editado por Virus (Barcelona), en 2005, y reeditado y actualizado por Manuel Suárez (Buenos Aires), en 2006. El texto incluye una reflexión sobre el nuevo Tratado de Reforma de la UE. Agradezco los comentarios al texto de Luis González, Tom Kucharz y Ana Hernando.

[2] Los Estados que firman primero el Tratado de Bruselas son Bélgica, Francia, Luxemburgo, Holanda y Reino Unido, y en 1954 se unirían Alemania Occidental e Italia, cuando se crea formalmente la UEO.

[3] Un paso previo fue la creación de la CECA (Comunidad Europea del Carbón y del Acero), en 1951, por parte de los mismos países. Es decir, la puesta en común de toda su industria extractiva y básica. Por otro lado, en 1957 se firma en Roma también el Tratado del EURATOM, para desarrollar la industria nuclear civil.

[4] El dólar deja de estar vinculado al oro. Es decir, EEUU se niega a cambiar los dólares que hay circulando por el mundo por el metal precioso, tal y como se había comprometido en BW.

[5] Al tiempo que empieza la construcción de la “Europa fortaleza”, a través del Acuerdo Schengen. Ya no eran necesario unos flujos inmigratorios tan intensos como se habían dado en los sesenta y setenta, y además estos se acrecentaban aceleradamente debido a la desestructuración periférica provocada por los procesos de “globalización”. Schengen iba a instaurar la libre movilidad de personas en dicho espacio.

[6] Espacio que abarca desde el Sureste británico (con el Gran Londres, como centro principal), al Norte de Italia (con Turín y Milán, como cabeceras), pasando por el Norte de Francia (estructurado en torno a París), el Benelux, y gran parte de la antigua Alemania Occidental. Una megalópolis global en consolidación.

[7] Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Eslovenia, Letonia, Estonia, Lituania, Chipre y Malta, en 2004, y Rumania y Bulgaria, en 2007.

[8] Esto es, el poder de Bruselas se va imponiendo poco a poco sobre los poderes estatales, y todos ellos a su vez sobre una ciudadanía desarticulada.

[9] Está previsto el futuro ingreso de Croacia, y las complicadas negociaciones para la adhesión de Turquía ya se han iniciado también, pero un conjunto de Estados europeos hacen cola para ingresar. El resto de los países de la ex-Yugoslavia, más, llegado el caso, Ucrania y otros del Este. Sin embargo, los procesos de ampliaciones futuras están paralizados a la espera de que se resuelva la crisis originada por la aprobación de la Constitución. Esto es, hasta que no se apruebe el nuevo Tratado de Reforma de la Unión.

[10] Entre otras cuestiones, p.e., los ciudadanos de los nuevos países del Este no disponen todavía del pleno derecho a la libre movilidad dentro de la UE a 27.

[11] Reforzamiento de la familia para intentar garantizar el cuidado (prioritariamente por parte de las mujeres) de una población cada vez más envejecida de la que el Estado se va desentendiendo.

[12] Brown se encuentra muy presionado mediáticamente por el grupo Murdoch, puntal del mundo “neocon” estadounidense, abiertamente opuesto a la pertenencia de Gran Bretaña a la Unión, y que presiona por un referéndum.

[13] Polonia amenazó hasta el último momento con el No al nuevo Tratado de Reforma, y sacó a colación las tensiones históricas con Alemania. Los gemelos Kacinsky sermonearon sobre la invasión nazi durante la Segunda Guerra Mundial, y alimentaron los miedos seculares contra Rusia, para ganar influencia en las negociaciones.

[14] En todas las áreas en las que las decisiones se toman por mayoría (hay 50 nuevas con el nuevo Tratado), ésta se alcanzará consiguiendo al menos el 55% de los Estados miembros y el 65% de la población.

[15] Durante dos años y medio, prorrogables a cinco.

[16] Los tres principales Estados europeos: Alemania, Gran Bretaña y Francia, cada día juegan un papel menor en el mundo actuando por separado, o hasta coordinados (a pesar de que los dos últimos son potencias nucleares y miembros permanentes del Consejo de Seguridad), e incluso la propia UE es un “enano” político a escala global, aparte de un “gusano” militar, como se dice irónicamente.

[17] Es decir, además de luchar con EEUU, vía OTAN, para tener acceso a dichos recursos, como lo estamos viendo hoy en día en Afganistán, para controlar Asia Central, o mediante la presión conjunta sobre Irán (en donde la nueva UE (Sarkozy-Kouchner) está convergiendo peligrosamente con EEUU en sus posturas más duras), la UE tendrá que buscar el acceso y probablemente luchar (dado su lógica interna) por sus “propios” recursos vitales de petróleo y gas.

[18] Primero con el Tratado de Libre Comercio (TLC), en 1994, y ahora con el Acuerdo para Seguridad y Protección de América del Norte (ASPAN).

[19] Todavía no ha conseguido introducir el término “cristiana”, pero lo conseguido es un paso atrás muy considerable en el carácter laico hasta ahora de las instituciones comunitarias.

[20] Ver http://www.quiendebeaquien.org/spip.php?rubrique67